Capítulo 20

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-Y por supuesto, no avises a nadie o la muerte de Anderson será la próxima que tengas sobre tu conciencia...

Esas palabras se repetían en la cabeza de Nathan una y otra vez, incluso después de colgar. Estaba completamente bloqueado, por primera vez en su vida no sabía qué hacer, ni cómo reaccionar.

Se derrumbó sobre la silla, tapándose el rostro con las manos, en ese momento sólo quería dormir y despertar en su cama, al lado de Rick, y descubrir que todo había sido una pesadilla. Minutos más tarde abrió los ojos y respiró profundamente, la vida de su compañero dependía de él y no podía perder tiempo, King podría avisarle en cualquier momento. Como si le hubiera leído el pensamiento, en ese momento le llegó un mensaje, era una foto de Anderson atado a una silla, inconsciente y ensangrentado junto a un par de frases:

"No tardes o morirá.

557 Driggs Ave, 11211. Brooklyn"

-¡Maldito hijo de puta! - gritó mientras tiraba todo lo que había encima de la mesa, golpeaba la silla con todas sus ganas y pateaba el escritorio. Estuvo un par de minutos apoyado sobre la mesa, intentando controlar su respiración. No podía darse el lujo de perder tiempo, la vida de Anderson dependía de que mantuviese la cabeza fría y actuase con rapidez. En menos de 5 minutos recogió todo lo que había tirado, cogió las pruebas que inculpaban a Dallas y se montó en el coche, poniendo en el GPS la dirección donde se encontraba Rick, y el trayecto que normalmente le hubiera llevado media hora, lo hizo en apenas 15 minutos.

Aparcó unas manzanas antes de llegar, se negaba a meter el coche por esos callejones, a saber lo que le hacían a su flamante Chevrolet Camaro de 2009. Antes de bajarse envió un mensaje a sus compañeros, un resumen de lo que había pasado y la dirección del edificio. Probablemente no sirviese para nada, ya que sólo eran las dos y media de la mañana y el equipo no se levantaría al menos hasta las ocho, pero tenía que intentarlo, al menos que supieran quien les había traicionado. Tiró el teléfono en el asiento trasero y por unos segundos quiso dejar también su pistola, pero en el último momento decidió llevarla con él. No iba a servirle, pero desde que entró en el SPD no se había separado de ella, así que no iba a hacerlo en un momento como ese.

Apenas cinco minutos más tarde llegó a la dirección que le puso King en el mensaje. Era un edificio de varias plantas abandonado, con aspecto de no aguantar mucho más en pie y con la entrada oculta en un callejón oscuro y ruinoso, lleno de basura y de ratas, atraídas sin duda por el olor de los desechos.

La puerta estaba entreabierta. Por el hueco solo se veía oscuridad, ni siquiera había un punto de luz con el que poder guiarse. Empujó la madera con el hombro, intentando no hacer ruido y entró con el arma desenfundada, pendiente de cualquier sonido extraño.

Aunque por fuera parecía un almacén, en su interior se veían restos de lo que parecía haber sido una antigua oficina. A pocos pasos de la entrada había un mostrador, custodiando dos ascensores de aspecto ruinoso. A su lado, un hueco que llevaba hasta algo que parecía una sala de reuniones, donde aun se conservaba una mesa ennegrecida y que estaba llena de polvo y escombros. En esa planta no parecía haber nadie, así que echó un vistazo rápido, buscó las escaleras y fue subiendo pisos poco a poco. Finalmente llegó a la azotea, donde, por el tamaño de las habitaciones, habían estado los despachos más importantes. Apenas había avanzado un par de metros cuando escuchó un ruido extraño, una respiración pesada y jadeante, como si la persona que lo hacía tuviese dificultades para coger aire. Siguió el ruido con prisa, seguro de que era Rick. Pocos segundos después llegó a una sala enorme, llena de cajas, polvo y escombros. Faltaba gran parte del techo y lo poco que aún se conservaba no parecía que fuese a aguantar mucho más.

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