Capítulo 3

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Rick despertó con energía. Había pasado un mes desde que entró en el SPD y se sentía como si llevase allí toda la vida. Se llevaba genial con todos sus compañeros, que ya le trataban como a uno más excepto Drake, que sólo le hablaba para darle alguna orden, siempre de mal humor. Además había ayudado a resolver varios casos difíciles gracias a su capacidad de fijarse hasta en el más mínimo detalle en cualquier situación.

Ese día salió de casa unos minutos antes para llevar cafés a sus compañeros, ya sabía cómo le tomaba cada uno: Dallas con leche y azúcar; Zoey cappuccino, Sarah con caramelo y canela (nunca entendería esa moda de poner tantos sabores al café), Dennis con leche y sin azúcar y Drake solo, sin azúcar. A él no le gustaba el café, así que prefería tomarse un batido de chocolate pero en casa, había recibido burlas durante años por considerarla una bebida para niños.

Al llegar a la oficina vio que sus compañeros ya estaban allí, Nathan concentrado en unos papeles que guardó en un cajón al verle llegar. Se acercó a su mesa algo temeroso, conociéndole no sabría si le sentaría buen que le llevase café o se lo tiraría a la cabeza...

-Buenos días Drake – dijo mientras dejaba el café sobre su mesa, esperando su reacción.

Nate le miró e hizo un gesto de asentimiento casi imperceptible, pero para Anderson fue un avance importante en la relación con su compañero. Repartió el resto de cafés, que le agradecieron con sonrisas sinceras. Fue hacia su mesa y antes de sentarse William entró con unos papeles en la mano.

-Chicos, atentos y dejad lo que estáis haciendo. Acabamos de recibir una llamada, han encontrado dos cuerpos en un loft en el barrio de Tribeca, múltiples golpes, esta es la dirección.

Llegaron a la escena del crimen en 20 minutos, el tráfico en aquel barrio era una auténtica pesadilla. Al entrar en la habitación Drake agradeció que su estómago solo tuviese un café, de haber comido algo sólido estaba seguro de que lo hubiera vomitado. A lo largo de los años había visto demasiados casos de asesinatos y muchos muy sangrientos, pero aquella habitación sin duda era de las peores. Las paredes y el techo estaban llenos de sangre y de restos de una sustancia gris gelatinosa que prefería no pensar lo que era.

Los cadáveres estaban totalmente desfigurados, donde deberían estar sus caras solo quedaba una masa de cartílago, carne y huesos, y los cuerpos estaban completamente cubiertos de sangre. Por lo que se veía de ropa parecían dos chicos jóvenes, aunque hasta después de la autopsia no podría asegurarlo. Miró de reojo a Anderson para ver cómo estaba y le vio parado en la puerta, pálido como un muerto y con la mano sobre el estómago. Le daba un poco de pena el muchacho, a él le costaba mirar y llevaba años allí, para Rick debía de ser mucho más duro. Sólo esperaba que no vomitase y contaminase la escena.

Fue hacia Keith Wilson, el forense, quien comprobaba la temperatura de los cuerpos para saber a qué hora habían muerto aproximadamente.

-¿Ya sabemos algo? – preguntó colocándose tras él e intentando no respirar. El olor era nauseabundo.

-Pues... murieron entre las diez y las once de anoche, esta mañana vino la asistenta como cada mañana, fue ella quien les encontró y nos llamó. Cuando les tenga en la morgue y les haga la autopsia podré decirte más.

-De acuerdo, gracias Wilson.

Se acercó a Dennis, quien había terminado de hablar con la sirvienta.

-Ey, ¿Qué te ha contado?

-Nada que nos ayude mucho... Los chicos se llamaban Antonio y Francisco Granados, gemelos y sin familia. Vinieron de España el año pasado para intentar labrarse un futuro en la música, y parece que empezaban a ser conocidos. Según su asistenta eran unos chicos encantadores, se llevaban bien con todo el mundo y no sabe quién puede haberlo hecho. Esta es la compañía con la que trabajaban, Roadhouse Records – dijo mientras les entregaba una hoja de papel con el logo de la empresa.

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