―No vamos a entrar ―le digo, empezando a entrar en pánico—. Vamos a hacer el ridículo y la gente va a mirarnos.

Nunca me opongo a acompañar a Valeria en sus locuras, pero a estas alturas de la película no quiero volver a casa con una denuncia en mano.

―Confía en mí ―me aprieta la mano.

Estoy a punto de quejarme cuando veo que ya es nuestro turno. Intento no parecer demasiado nerviosa ante la inspección rápida del señor de seguridad.

―Nombres ―pide con voz grave.

―Lidia y Vanesa Pérez ―responde Valeria rápidamente.

¿Pero qué...? A la cárcel por suplantación de identidad, una idea estupenda.

―Estas deben ser las camareras -su compañero le palmea la espalda mientras nos recorre con la mirada sin ningún tipo de disimulo—. Estos han hecho un buen trabajo.

Estoy alucinando

―¿Disculpa? ―inquiero, alzando ambas cejas y mirándole muy mal.

—Disculpa aceptada, encanto —me guiña un ojo.

—Cualquiera diría que sois hermanas —comenta el primero—. No os parecéis ni en el blanco de los ojos.

―Bueno venga menos charlita y más trabajar, compañeros -les dice Valeria, pasando por su lado y arrastrándome detrás-, disfrutad de la noche.

—O atragantaos con el champán —murmuro yo.

Valeria tira de mí hacia un lugar lo suficientemente alejado mientras sigo procesando lo que acaba de pasar.

—¿De verdad acabamos de colarnos en una fiesta de ricos?

―Por los pelos -sonríe de manera triunfal—, por un momento creía que no entraríamos ―confiesa.

Decidimos seguir nuestro plan a rajatabla para evitar posibles incidentes, el cual consiste en evitar preguntas y mantenernos alejadas de la entrada.

En teoría no parece muy complicado

Optamos por ponernos únicamente la identificación con el nombre de Lidia y Vanesa Pérez y disfrutar de la noche. Como dice Valeria, para cuando nos descubran, ella ya habrá ligado con alguno de los presentes que nos evitará tener que escondernos y nos permitirá disfrutar al máximo la experiencia.

―Lo nuestro es la definición de tener una flor en el culo —le aseguro entre risas—. Por cierto, ¿cómo has sabido que esos nombres estaban en la lista? ―pregunto.

―Se lo escuché decir a una chica, que irían ella y su hermana a trabajar en una fiesta privada.

―Eres increíble ―me río, negando con la cabeza.

Nos movemos distraídamente por el yate, estudiando las zonas más concurridas para no llamar la atención. También evitamos las zonas apartadas para no parecer unas marginadas.

Me fijo en que las personas que están a bordo tienen más o menos nuestra edad. En mi mente hay dos opciones: la primera, que sea una fiesta de cumpleaños a la que hay que asistir muy arreglado o, la segunda, que sea una fiesta de niños ricos.

Val me pasa una compa de champán rosa y brindamos.

—¿Lista para abrirnos paso entre la élite? —sonríe Val, antes de darle un trago largo a su copa.

Antes de que pueda responderle, una chica se acerca a nosotras con una amplia sonrisa.

―Aspiro a ser vosotras en la vida ―nos dice, alternando la mirada entre las dos―, os habéis colado sin ningún problema.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora