Epílogo

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"Todo acabo, ya no hay nada porque luchar..." pensó Ryu – Hei mientras se abría paso por unos lúgubres pasillos, pero, la morena era incapaz de creer en sus mentiras, desde niña supo que había nacido con un don que le permitía percibir situaciones desafortunadas, sus huesos temblaban y su cuerpo se tornaba más débil de lo usual cada vez que sentía que algo malo sucedería.

—Esto, aun no termina...—se dijo en voz baja, mientras paraba en seco, pues, un sonido proveniente de los aposentos de Naoki la había sacado de su ensoñación.

Sigilosamente, la pequeña joven penetro en la gran habitación que había pertenecido al carbonizado monarca, dentro del recinto, un hombre moreno, de cabello sucio, y cuerpo robusto se encontraba robando todo tipo de tesoros. Las joyas a Ryu – Hei no le importaban, su madre se había empeñado en enseñarle el valor de la sencillez, sin embargo, lo que el vikingo tenia entre las manos la desconcertó, nunca había visto una herramienta semejante. "¿Sera una espada? ¿Algún tipo de brújula?", se preguntó, mientras caminaba hacia el escandinavo. Pero sin que pudiera advertirlo, un abrazo tosco pero tierno, le impidió continuar su cometido.

—¡¿A...Akise?! —se sobresalta la muchacha, causando que el escandinavo se asustara y escondiera los artefactos robados tras su enorme espalda.

El muchacho de ojos felinos no respondió, solo se limitó a besar dulcemente a la morena en la frente y tras ello, se acerco al vikingo que intentaba escapar.

—¿Eres Ivar? —le pregunto el muchacho, el cual, a pesar de tener el rostro colmado de cicatrices mantenía parte de su galantería.

—Si...así es muchacho, eres listo, muy listo...—dijo nervioso el moreno.

El muchacho sonrió sarcásticamente.

—Devuelve lo que te llevas....

—Llévatelo...—interrumpió Ryu – Hei a Akise — tus hombres...y tu...hicieron un gran trabajo a los berkianos, te mereces esos tesoros...

—¡Ryu – Hei! —exclamo el joven ryuense —¡Sabes que Sei - Ryu se molestara mucho por eso!

—El...me pidió que buscara tesoros para Ivar...—explico la morena tranquilamente.

—Claro, esto, ya me voy...—el vikingo comenzó a caminar apresuradamente, pero la pequeña figura de Ryu – Hei le impidió continuar la huida.

—Hay una cosa que creo que no debes llevarte...—dijo la muchacha.

Ivar quiso golpear a la joven, pero tras mirar a Akise, quien se encontraba listo para defender a su amada, se arrepintió.

—¿Qué necesita la próxima reina de Ryu? —pregunto sínicamente el vikingo con una sonrisa forzada decorando su rostro.

—Creo que Sei – Ryu se molestara mucho si te llevas una de las coronas, hay muchas, lo sé, pero el me pidió que no te las entregue, además, mi hermano planea dárselas a mi padre como ofrendas...—pidió la chica, sonriendo dulcemente.

Ivar se sintió aliviado, temía que la joven reclamara el artefacto extraño que había encontrado, por lo que, sin reproches, entrego las coronas que planeaba llevarse.

—Allí tienes preciosa...—soltó Ivar para luego sonreírle a Akise, quien no fue capaz de devolver el gesto.

—Gracias...—le respondió la morena, a un Ivar que como una criatura salvaje se alejaba del lugar.

Cuando el moreno se perdió, Akise corrió hacia Ryu – Hei y la abrazo como si de ello dependiera su vida, pero la chica no fue capaz de responder la muestra de afecto, pues el mal presentimiento aun la aquejaba. Pero cuando bajo la mirada y vio los pies descalzos de Akise, se olvidó de sus corazonadas, y poso su preocupación en el muchacho.

Corazón de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora