Solo sé que te amo

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Las grandes ventanas del palacio les fueron útiles a los rebeldes, que ahogados por la presencia de cientos de darkgars, se vieron forzados a huir, destruyendo las enormes piezas de vidrio que se alzaban como montañas en las paredes laterales del recinto. Cuando las murallas transparentes, fueron embestidas por los dragones, los trozos de material brillante se incrustaron en los cuerpos de varios de los invitados de Naoki, quienes lanzaron gritos infernales mientras los pedazos de vidrio se clavaban en sus cuerpos.

Astrid, quien era fuertemente sujetada por Sei, era incapaz de creer que la espantosa escena que presenciaba fuera real. Los cuerpos de los aristócratas eran clavados en el suelo por los fragmentos transparentes de los ventanales, y los gritos de estos eran emitidos con una fuerza tal, que a la rubia se le congelaban la sangre, pero, los soldados fieles a Naoki, ni se inmutaban, estos hacían caso omiso al sufrimiento de las personas; su único objetivo era reducir a los rebeldes. La frialdad de los darkgars paralizó a la vikinga, pero su estupefacción se vio rápidamente truncada por los hijos de Kyo, quienes cargaron a la asustada muchacha y la lanzaron fuera del palacio.

El golpe y los rugidos de los dragones que huían hicieron reaccionar a Astrid, quien no tardo en incorporarse a la causa de los rebeldes fugitivos.

Mientras escalaban los muros para salir, los gemelos Ryu y Sei, oyeron unos leves gemidos bajo una mesa que yacía tirada a tan solo un metro de distancia de ellos. Tras mirar fugazmente a su padre y a los guerreros fieles a Naoki, que avanzaban hacia ellos, decidieron saltar, y sin darle importancia al desdén con el que los darkgars los miraban, corrieron hacia los vikingos que se encontraban bajo el mueble.

—los sacaremos —murmuraron, Sei y Ryu al unísono, mientras tomaban la mesa que aplastaba a los jóvenes rubios.

Los ojos de los vikingos se abrieron de par en par cuando lograron divisar entre la cortina de humo que cubría el lugar, a un par de hermanos, chico y chica, tal como ellos, y casi de la misma edad. Pero no fue solo el acto heroico, lo que cautivo tanto a Brutilda como a Brutacio, la atracción que sintieron los vikingos por los chicos de cabellos oscuros fue motivada por algo que se acercaba mas a lo sobrenatural; fue como un chispazo, una llama que surgió desde sus pechos y que invadió con la velocidad de un rayo sus cuerpos, ¿amor a primera vista quizás?

Sei – Ryu tomó con fuerza los brazos de Brutacio, mientras que la hermana del segundo fue ayudada por Ryu – Hei, quien era detenidamente observada por el vikingo de cabellera suciamente dorada.

—¿estas bien? —le preguntó la morena al vikingo, mientras arrastraba a la gemela de este.

El mirar brillante de Brutacio, fue lo único que Ryu obtuvo como respuesta. Pero el embobamiento del muchacho fue interrumpido por un joven darkgar, que corría a toda velocidad hacia ellos con su espada en alto, lista para ser clavada en uno de ellos.

—¡Ryu! —exclamó Kyo, quien, tras esto, le lanzó un hacha vikinga a el joven guerrero que estaba dispuesto a apuñalar a su hija.

El arma se clavó en el pecho del adolescente, quien tras recibir el impacto se desplomó en el suelo, pero después de unos segundos, continúo movilizándose hacia Ryu, arrastrándose a duras penas, mientras dejaba un rastro de sangre tras de sí.

Al ver tan acto de determinación, el cuarteto de gemelos, se precipito hacia la vía de escape que la embestida de dragones había construido.

Con la ayuda de Kyo, los jóvenes salieron vivos de aquel palacio. Sin embargo, algunos de los rebeldes no corrieron la misma suerte, y fueron capturados por los darkgars, mientras se abrían paso hacia el exterior.

La escasa maleza que crecía entre las grietas de las rocas de Lemen, les dificultaba el trabajo a los vikingos y rebeldes que intentaban escabullirse hacia el palacio; los pequeños arbustos le hacían imposible el trabajo de ocultarse de los darkgars, quienes ya habían desplegado sus fuerzas por toda la isla, y también en las otras que formaban el archipiélago.

Corazón de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora