¿Puedo confiar en ti?

1.1K 64 20
                                    


Los enormes y despampanantes luceros esmeraldas de Hipo se abrieron de par en par cuando la palabra "unirse" salió de la boca de su bella compañera rubia. Ponerse del lado de Drago era para el chico algo impensable e imposible. No comprendía que había motivado a Astrid a plantearse tal idea, ¿desesperación? Era probable, ¿miedo?, tal vez, ¿traición?, no, eso no podía ser, ¿o sí?

—¡¿Hipo me estas escuchando?! —gruñó la rubia, provocando que un eco fantasmagórico sacudiera la cueva.

—S...si...—respondió nervioso el castaño, con la vista pegada al fuego, que lentamente se desvanecía.

—Hipo tienes que memorizar cada detalle de la misión, no podemos fallar...—explicó Astrid con su dureza característica —No otra vez...

—Lo sé, pero, ponernos del lado de Drago...—la interrumpió el chico, levantándose —Suena arriesgado.

—¡¿Hasta cuando vas a continuar con la inseguridad?! —vociferó la vikinga a todo pulmón, acercándose a su compañero con las manos empuñadas, listas para lanzar un golpe letal —Primero, los dragones, luego los números, y ahora sales con esto —dijo la muchacha, apretando las manos con fuerza.

—Lo siento...—se disculpó Hipo, mientras analizaba el plan de Astrid. La rubia tenía razón, destruir a Drago desde el interior era lo más seguro para ellos, después de todo habían averiguando que los dragones no seguían fielmente al vikingo — Tu plan es muy bueno...

—Y no funcionará si tu no me ayudas Hipo...—añadió la chica, inclinándose para quedar a la misma altura de su compañero —Es hora de que dejes la cobardía, eres listo, no fuerte, pero listo, y la verdadera fuerza yace en la mente no, en los músculos — alentó al pecoso, para luego disparar un golpe en su brazo —No te olvides de eso Hipo...

Las palabras de la rubia penetraron hasta el fondo del corazón del castaño. Un ardor benigno y placentero invadió todo su cuerpo, lo que causó que sus mejillas se encendieran ligeramente.

—Te ayudare...—dijo el vikingo —¿Qué tengo que hacer? —consulto excitado por la curiosidad

Astrid posó su mirada en Hipo durante unos instantes. Sus grandes ojos azules reflejaban un gran desasosiego, se sentía preocupada por el chico, pues la tarea que pensaba darle era riesgosa y un tanto humillante.

—Tienes que...—soltó finalmente la rubia —Tienes que dejarte capturar...

Hipo trago saliva. El plan de Astrid era maquiavélico. Literalmente ella le había pedido rendirse cuando hace momentos atrás le había dado un sermón motivacional que logro convencerlo de que era poseedor de un vigor que realmente no tenía.

—Se lo que piensas...pero no, no es ridículo. Le diré a Drago que quiero formar parte de su ejército, y que le traigo un obsequio, el cual, serás tú, de esa manera confiara un poco más en mí y lo acabaremos de una vez por todas — aclaro Astrid, los pensamientos de Hipo, de la manera más breve posible.

—entiendo...—dijo el castaño, para luego posar sus ojos en los de Astrid —prométeme que esto saldrá bien — le pidió el chico a su compañera, con una mirada suplicante, como la de un gato indefenso.

—saldrá bien Hipo...—le prometió la chica, mientras tomaba entre sus manos el delicado rostro del joven pálido—lo prometo —susurro, para luego besar delicadamente la mejilla de este.

Las flechas mortíferas rozaban el cuerpo del furia nocturna, que a duras penas se abría paso entre las nubes de altamar. Su cuerpo, agotado por la persecución, se movía dificultosamente en el aire, sus alas se batían tan lentamente que parecía, que en cualquier momento lo dejarían caer en las frías aguas árticas.

Corazón de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora