Capítulo 23

4.8K 468 100
                                    


— ¿Acaso no escuchas?

El menor negó de prisa y, a pesar de saber lo que podía provocar, dio varios pasos atrás conforme Admes se acercaba.

—Está en tus manos que esto sea fácil o difícil. —advirtió el faraón cuando le acorraló contra la puerta de cristal que daba al balcón. —Sabes lo que tienes qué hacer, antes suplicabas para que sucediera, ¿o es que ya olvidaste por qué estás aquí?

Sirey se quedó quieto y jadeó amedrentado cuando la mano de ese hombre rozó su mejilla, tenía muy claro lo que significaba ser el esposo de Admes, antes habría dado cualquier cosa con tal de que él le buscara de esa forma al menos una vez, pero ignoraba lo violento que podía ser y ahora tenía miedo, mucho miedo, que incluso le cortaba la respiración.

—Es tu última oportunidad, te quitas esa jodida bata y haces todo lo que te ordene, o lo haremos a mi manera, como la otra vez. Después de que acabe podría enviarte con los guardias que han pasado toda la noche buscándote por tu estupidez de esconderte en el tocador, ¿qué te parece? Seguramente ellos agradecerán la recompensa.

El menor le miró con pánico y no tardó ni dos segundos antes de reaccionar, dejó caer la bata quedando enteramente desnudo ante Admes, quien dirigió una mano hacia su nuca haciéndole bajar e hincarse. Cuando el faraón se retiró el cinturón que sostenía la toga inferior, Sirey tomó valor deseando que eso terminara lo antes posible.

—Empieza con tu boca y más te vale hacerlo bien. —advirtió aquel hombre sin ninguna empatía ante la expresión insegura y temerosa del pequeño, aquel que nunca le había rechazado, ahora temblaba conforme comenzaba a complacerle.

Apenas era el inicio, Sirey tendría que acostumbrarse o nada acabaría bien para él.

La boca del chico era pequeña, pero bastante hábil aún cuando no estaba poniendo mucho de su parte, en un breve momento el miembro de Admes estaba duro, entonces le hizo detenerse y le pidió que se levantara. Sirey tenía moretones recientes en el brazo que él apretó poco antes, fuera de eso su piel resultaba tan pura, ninguna herida ni golpe había quedado después de las semanas que pasaron desde la primera vez, y Musim no le hizo daño alguno cuando lo forzó a tomarle.

Al ir observando el torso del menor, Admes notó que sus pezones estaban ligeramente inflamados y rojizos, dedujo que era por el embarazo según lo que había leído al respecto.

Sirey bajó la mirada encontrándose con eso que él mismo notó en los últimos días y los cubrió creyendo que Admes se molestaría por verle así. Se ladeó un poco evitando que le tocara, no quería que le hiciera daño, se habían vuelto mucho más sensibles y las intenciones del faraón eran claras cuando acercó sus manos. No sirvió de nada, Admes se molestó y forcejearon apenas unos segundos antes de que lograra su cometido.

—No esperaba que se pusieran así tan pronto. —se burló apretando con una mano las muñecas del menor, mientras deslizaba la otra por las costillas, utilizando solo el pulgar para rozar insistentemente uno de esos botones que por primera vez llamaban tanto su atención.

—Es por el bebé... —susurró Sirey quedándose completamente quieto, miró a Admes con súplica y su rostro se deformó cuando los dedos de ese hombre se apretaron sobre su pezón, la presión aumentaba, no podía soportarlo, pero si le decía algo podía provocar que persistiera más.

—Por supuesto, en unos meses estarán llenos. ¿Crees que saldrá algo si continúo?

—No... —jadeó encorvándose.

— ¿Lo has intentado? —presionó tanto como si quisiera arrancarlo.

— ¡No! —Sirey gritó revolviéndose hasta que Admes liberó su pecho, el dolor fue tal que la zona se había adormecido y al mirarse vio su pezón morado a causa del daño.

Cuando el alma es quebrantada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora