Capítulo 16

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Había llegado la noche y con ello terminó una larga tortura para Sirey.

El chico apenas sollozaba, tratando de contenerse para no fastidiar a Admes, quien acababa de soltarle por completo después de un último polvo. Todo su cuerpo dolía demasiado como para soportarlo, pero fue peor cuando escuchó al faraón levantarse y segundos después le vio frente a él tomándole del brazo bruscamente.

— ¿Qué mierda estás esperando? —cuestionó Admes sacándole de la cama. —Recoge tu ropa y lárgate.

Sirey sintió un vuelco en el estómago ante esa orden, bajó la mirada y como pudo se alejó de él cubriéndose avergonzado hasta llegar a los tirones de tela que quedaban de sus prendas, las levantó haciendo el mayor esfuerzo posible para resistir, tratando de encontrar la manera de vestirse con eso, pero era imposible, había quedado deshecha por completo.

— ¿Acaso no entendiste? —inquirió el mayor dirigiéndose hacia él de forma agresiva, arrebatándole la prenda para ponérsela él mismo y echarlo de ahí. Al hacerlo, notó lo que era obvio y suspiró molesto.

Se alejó de nuevo hasta llegar a la cama y tomó una de las sábanas, arrojándosela al muchacho.

—Cúbrete con esto, será suficiente para que llegues a tu habitación. Y más te vale no detenerte en el camino.

Sirey asintió envolviéndose como pudo en la sábana y caminó muy lentamente hacia la puerta, sin volver a mirar a su esposo.

Admes, por el contrario, no despegó su atención del menor, siendo testigo de las condiciones en las que le había dejado. Aquella última advertencia no la decía precisamente porque le preocupase que Sirey intentara hacer alguna estupidez como querer marcharse, lo conocía tan bien, que estaba seguro de que algo así no pasaría por esa pequeña cabecita, pero sabía que los guardias seguramente notarían su condición, justo por eso le permitió cubrirse con algo antes de echarlo.

Era una sorpresa que, a pesar de haberlo violado cruelmente, Sirey siguiera sintiendo lo mismo por él, aunque ahora estaba asustado y confundido, el chico no entendía por qué le había hecho tal cosa, incluso se culpaba y recriminaba mentalmente, creía que Admes actuó así por algo que él mismo hizo mal.

Después de que Sirey cerrara tras salir, Admes fue a darse un baño, se vistió y fue al comedor, encargándole a una empleada que limpiara su habitación de inmediato, pues volvería después para descansar. Ahora se quitaba un peso de encima, sabiendo que había arruinado los planes de Carl, además, esa alianza con el otro faraón no sería posible.

Aprovechó la poca discreción de los sirvientes para que se corriera la voz de que Sirey había sido tomado por él, eso llegaría muy pronto a oídos de quienes manejaban los asuntos legales dentro del reino, seguramente ese sería un motivo de peso para detener la anulación.


Sirey llegó al salón principal del harem sintiendo que la cara se le caía de vergüenza ante las miradas burlonas de todos, suficiente humillación sintió antes escuchando los vulgares comentarios de los guardias. Le costaba mucho caminar, pero siguió hasta llegar a su cuarto y entró dejando atrás la fuerza que le quedaba.

Apenas pudo llegar a su cama y se acomodó en ella cerrando los ojos para contener el llanto que paró durante su trayecto. No quería que nadie notara lo mal que se sentía, ni siquiera su cachorro que subió a la cama y le lamió las mejillas tratando de jugar.

El muchacho se encogió gimiendo de dolor y aferró más la sábana que sostenía contra su pecho.

Quiso pensar que quizá no era tan malo lo que había ocurrido, su esposo había tomado lo que le pertenecía, pero eso no ayudaba a que se sintiera mejor, aún si trataba de verlo por el lado bueno, creyendo que, al consumar, la disolución del matrimonio no se realizaría.

Cuando el alma es quebrantada.Where stories live. Discover now