Capítulo 7

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Habían pasado solo dos semanas desde que Admes llevó a Musim al palacio y, como solía ser desde entonces, la sirvienta encargada de llevarle los alimentos le pasaba el reporte de que seguía sin comer más que un par de bocados y solo bebía una escasa cantidad de agua.

Pensaba pasarlo por alto, hasta que el médico llegó a informarle sobre el delicado estado de salud que Musim presentaba, advirtiendo que para mejorar necesitaba alimentarse correctamente, tenía una fractura en la pierna y otras tantas en la costilla, por suerte su brazo solo estaba muy dislocado, pero no roto. Admes salió del salón principal y fue a su propia habitación pensando que tal vez era el momento de dejarle clara su posición, no iba a permitir que Musim continuara rechazando los alimentos cuando debería agradecer el poder recibirlos.

Tras tomar fue rumbo al cuarto donde había instalado al menor.

Entró y echó a la última sirvienta del día, que batallaba tratando de ofrecerle un tazón arroz con carne. Ella salió de inmediato y Musim le observó un breve momento antes de desviar su triste mirada.

—Me han dicho que no quieres comer. —dijo Admes sentándose a su lado. Musim se quedó callado mirando un punto fijo del lado contrario. —Es una molestia, no tengo tiempo para venir personalmente cada que tenga quejas al respecto.

Más silencio, el chico no pretendía debatir. Admes se inclinó hacia él y tomando su cabeza le levantó un poco pasando algo hasta su cuello, entonces esos ojos chocolate volvieron a cruzarse con él como si quisiera preguntar qué sucedía. No era tan necesario leer sus pensamientos después de todo, la expresividad del menor podía ser suficiente.

Musim llevó una mano a su cuello y sintió el collar que había sido puesto, entonces entendió y volvió a desviar la mirada, quejarse no tenía caso.

— ¿Por qué no aceptas la comida? ¿Acaso crees que puedes desperdiciarla de esa manera? —cuestionó Admes, no escuchó nada por parte del chico y molesto le tomó la cara obligándole a voltear.

Un quejido y la mirada angustiada fueron suficiente para entender, el rostro de Musim aún tenía grandes moretones, al menos su ojo se había desinflamado bastante, pero eso no quería decir que estaba completamente bien. El faraón le soltó entendiendo lo que sucedía.

— ¿El médico ha dejado las infusiones para el dolor?

Musim asintió sobándose un poco, pero al tocarse se lastimaba y no dejó de hacerlo.

—Abre la boca. —ordenó Admes y se acercó pretendiendo obligarlo cuando él no respondió.

—No puedo. —murmuró al fin.

El faraón pudo notar lo poco que separó los labios al hablar, tal vez su mandíbula no se encontraba bien.

—Tampoco puedo comer. —siguió Musim pensando que era mejor explicarle.

— ¿Se lo has dicho al médico?

—Y a las sirvientas. —dijo tras asentir.

—Te cuesta trabajo hablar, imagino que comer es más difícil. —comentó Admes meditándolo un momento. —Pediré que te den alimentos blandos y de fáciles de tragar.

Musim le miró sorprendido. Ni el médico, y mucho menos las sirvientas, le hicieron caso cuando trató de decirles que le dolía, el primero solo argumentó que se le pasaría en unos días y no hizo nada más al respecto. Moría de hambre, y aunque deseaba su propia muerte, esa forma de hacerlo era demasiado cruel incluso para él, jamás se atrevería a rechazar los alimentos si no había una razón suficiente, y esa fue que al intentar comer solía ahogarse por no masticar, el dolor que le provocaba toser o vomitar por tragarse la comida entera era insoportable.

Cuando el alma es quebrantada.Where stories live. Discover now