Capítulo 4

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Aquel chico pelirrojo pasó una noche terrible, su dueño no atendió la fiebre que tenía a causa de su horrible castigo, apenas tuvo la gentileza de vestirle con ropa seca y lo echó a la orilla de la cama que solían compartir. Mavi temblaba de frío conforme la mañana llegaba, estaba más cansado que antes y sus ojos pesaban demasiado.

Al menos agradecía que Larzen no decidiera tomarle para terminar aquel castigo, pues eso era lo que solía hacer y no era amable cuando se trataba de darle una lección. A pesar de su mala condición de salud, Mavi se puso de pie y como pudo logró caminar hasta la puerta, debía ir por el desayuno de su dueño, tal vez con suerte le permitiría descansar un poco más por la tarde, pero primero debería cumplir sus deberes matutinos.

Le dolía todo el cuerpo y sentía la garganta demasiado cerrada, le costaba trabajo respirar.

Apenas llegó a la cocina y las chicas que se encargaban de preparar la comida bajaron la mirada, eso era frecuente, Larzen les había dejado muy claro a todos los que trabajaban ahí, que no debían hablar con Mavi, ni tener ninguna clase de contacto con él, eran muy pocos los que aún se atrevían a desobedecerle, pues cuando Larzen los descubría ejercía violentas reprimendas.



Musim abrió los ojos sintiendo un peso sobre su espalda y algo entrando en su trasero, se estremeció tratando de ver lo que sucedía mientras recordaba dónde estaba, al pensar en su situación ni siquiera intentó luchar, supo inmediatamente de qué se trataba.

Se mantuvo quieto, bocabajo, apretando las sábanas conforme comenzaba a ser embestido. Aún tenía sueño, pero su labor comenzaba cuando el faraón así lo decidiera. Sentía su aliento en el cuello, ladeó la cara evitando mirarle y esperó a que acabase, notando entonces la cadena que llegaba al collar de oro que ese hombre le había puesto.

No le gustaba, pero tampoco tenía elección, debía tolerar cualquier cosa que sucediera, tenía que resignarse.

Mientras soportaba aquello, observó la luz que entraba por una ventana y le pareció extraño, parecía algo tarde, ¿cuánto tiempo le había permitido dormir? Debió ser toda la noche y parte de la mañana.

Jadeó al sentir que el faraón aumentaba la fuerza con la que le tomaba, su respiración comenzó a entrecortarse, tras algunas estocadas algo violentas, dejó de sentirse preso debajo del cuerpo de Admes cuando éste salió de él, le había llenado de nuevo y aún tenía rastro de lo que había sucedido el día anterior por varias horas.

Musim no se movió, no tenía ganas de nada, además, pensaba que el faraón no le dejaría en paz tan pronto. Su estómago dolía demasiado y se sentía débil, haber pasado días sin comer y que su alimentación comúnmente fuese pésima, no le permitía tener mejor resistencia, su dueño limitaba mucho las cantidades para cada esclavo.

Se encogió al sentir un nuevo contacto por parte de Admes, esta vez había tomado con rudeza su glúteo lo estrujó, sin causarle gran daño, pero seguía siendo doloroso.

— ¿Crees que voy a tolerar que sigas con ese odioso silencio? —cuestionó el faraón dándole una palmada con la mano abierta en el mismo lugar que había tocado. — ¡Habla de una maldita vez! Es una orden, ¿acaso también fingirás que no escuchas?

El chico no hizo nada, absolutamente nada, siguió con la mirada perdida hacia el lado contrario de donde estaba Admes. Aquello era algo imposible de cumplir, ni siquiera él mismo sabía con certeza lo que le hacía bloquearse de esa manera, pero por más que lo había intentado cuando su dueño le torturó intentando que hablara, simplemente no pudo.

Cuando el alma es quebrantada.Where stories live. Discover now