Capítulo 9

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Mavi despertó por el dolor cuando su cuerpo fue movido, abrió los ojos asustado y se aferró a la cama cuando quedó bocabajo totalmente estirado, esa posición le resultaba imposible de tolerar. Había gritado y no quiso hacerlo de nuevo cuando vio a Kairos a su lado mirándole con seriedad, como una clara advertencia de que debía cerrar la boca.

La enorme mano de ese hombre se posó en su espalda y bajó al inicio de su trasero haciéndole estremecer por el dolor que aumentó al presionar la zona afectada.

Kairos suspiró y le soltó al instante, luego tomó el par de glúteos separándolos y le observó, no estaba tan mal como había pensado, en realidad aquel problema en su espalda debió ser provocado por una torcedura, follarlo mientras estaba inconsciente no le permitió saber si le causaba daño, seguramente se recargó más de lo que el chico podía soportar o levantó su cadera de forma incorrecta, pero al menos no le rompió la columna o algo así, solo estaba inflamada cierta parte debajo de su cintura, parecía ser una contractura muscular y eso pasaría en unos días.

Se levantó dejando al chico en paz, no había querido despertarlo, pero la duda no le permitió dormir demasiado y después de dos horas mirándolo ya no pudo esperar más.

—Si te incomoda esa posición, trata de acomodarte. —le indicó sacando algo de un mueble. Volvió hacia Mavi observando como giraba con una expresión adolorida y asustada, logró ponerse de lado y abrazó las sábanas pegándolas a su pecho con la mirada puesta en el pequeño pomo con el cual Kairos se acercaba.

— ¿Qué es? —preguntó encogiéndose cuando Kairos lo abrió, pues inmediatamente un aroma extraño se esparcía por la habitación.

Pensó lo peor cuando recordó aquel aceite que el emperador vertió en su trasero para entrar, no quería hacerlo de nuevo, no se sentía bien y no iba a soportarlo. Lo menos que esperaba era ver una extraña amabilidad en su mirada mientras se sentaba mostrándole de cerca el contenido.

—Es una pomada que será útil para que mejores. —explicó Kairos dejándole ver que el frasco en realidad era una especie de contenedor de vidrio con bastante cantidad de aquella sustancia, tenía un color verdoso y oscuro, el olor a hiervas medicinales tranquilizó a Mavi. —Tengo qué ponerla, puedes quedarte así, solo no te acuestes bocarriba en un rato o tu cuerpo no absorberá nada.

—Estoy bien así, me duele si me estiro. —murmuró Mavi para dejar claro que no se movería.

Kairos asintió y se levantó para rodear la cama, sentándose nuevamente pero ahora tras el menor. Tomó suficiente pomada y la untó en la zona afectada esparciéndola con un masaje suave, mientras lo hacía notó algo extraño, a lo que no le había prestado mucha atención y era porque no lo había visto, en la espalda del chico había delgadas cicatrices que sobresalían un poco, aunque resultaba difícil verlas porque tenían el mismo tono de su piel y eso las ocultaba, al tocarlo de esa manera las pudo detectar.

Le confundió bastante, había escuchado que Larzen no acostumbraba a dar castigos físicos a ese muchacho, ¿por qué tenía esas marcas? Se abstuvo de preguntar pensando que no era asunto suyo, pero le molestaba, esa piel perfecta había sido lastimada al punto de tener cicatrices.

A pesar de eso, Kairos seguía viendo un cuerpo único y muy deseable como para ser arruinado por unos cuantos rasguños. Dejó a Mavi descubierto en esa área y se levantó para dirigirse a otro espacio dentro de la misma habitación, se sentó frente a un escritorio y comenzó a revisar algunas cosas que había dejado pendientes antes de salir de la ciudad.

En instantes levantaba la mirada encontrándose con la del muchacho que poco a poco se fue quedando dormido, al menos ya no parecía morir de miedo cuando le veía, incluso lucía más tranquilo, quizá algo agradecido.

Cuando el alma es quebrantada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora