46: Día después

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El sol todavía no salía cuando Katsuki despertó.

No había sonado el despertador, lo que significa que su racha de despertar antes de hora seguía en pie. Apagó la alarma de su celular y estiró su cuerpo acostado en la cama.

Maldición, no durmió nada bien.

Aún en la cama, esperando unos cinco minutos para por fin levantarse, miró de reojo el piso. Ahí estaba Izuku, hecho bolita con solo una sábana, cubierto hasta la cabeza dejando ver un poco su rostro y su revoltoso cabello. Estaba babeando como un bebé, Katsuki se molestó un poco, pues era su almohada. Ya no volvería a dormir con ella.

Se levantó a todas penas, arrastrando los pies por el piso. Tomó su uniforme, y salió para ir a tomar una ducha. No duró ni veinte minutos cuando regresó al cuarto con la mitad del uniforme puesto. Acomodó su cabello, se puso el saco del uniforme, y bostezó.

Miró a Izuku una última vez antes de tomar su mochila. El idiota no se había movido ni un centímetro en esa media hora. Katsuki aún estaba muy confundido con las elecciones y sentimientos de Izuku, ciertamente le molestaba, pero también sentía la necesidad de intentar comprender el porqué de sus actos.

Con cara de pocos amigos, buscó en su armario una camisa, unos pantalones y unos bóxer. Intentó que fuera ropa que casi ya no usaba, o que le quedará pequeña. Después de eso jamás volvería a usarla. Sin piedad, le lanzó la camisa a Izuku en la cara, al no recibir respuesta lanzó el pantalón consiguiendo despertar al pecoso.

—¿Eh? —el pobre se quitó la ropa de la cara y talló sus ojos con sus nudillos—. ¿Kacchan?

—Me largo —fue lo único que respondió el rubio y salió del cuarto sin cerrar la puerta. Sin despedirse de sus padres salió directo a Yūei.

Izuku quedó en el piso, dormitando un rato más. Después de todo no entraba tan temprano a trabajar, pero hacía falta su rutina de ejercicio. No quería, no tenía la energía suficiente. Se dió la vuelta y volvió a dormir unos cinco minutos, minutos que se convirtieron en horas.

Recién había siquiera despertado, no había procesado lo que pasó en la mañana. Ya tarde, al despertar, se dió cuenta de lo que significaba. Katsuki le había lanzado ropa para que se cambiara.

Katsuki había sido considerado... aunque dijo que no lo sería.

Con la felicidad de punta por aquello tan trivial se levantó checando la hora en su celular, solo tenía una hora antes de entrar a trabajar.

—¡¿Eh?! —era demasiado tarde, pero al menos había dormido el tiempo debido. Se levantó con rapidez, tomó la ropa y bajó a saludar a los padres de Katsuki que estaban en la sala—, ¡Buenos días!

—Buen día Izuku, el desayuno está listo —dijo Mitsuki. Habían preparado una gran manjar para ser tan temprano, en su casa ni él ni su mamá desayunaban tan sofisticado, solían comer algún postre con leche.

—Comeré en el camino. Debo bañarme para llegar a tiempo al trabajo —disculpándose con una pequeña reverencia, se dirigió al baño dejando a la mujer con la palabra en la boca.

Debía apresurarse, entrando al baño se quitó la ropa y se quedó unos minutos sentado en el retrete pensando, pero sin desperdiciar el tiempo.

Le parecía maravilloso. El día anterior había por fin convencido a Katsuki de ser su amigo, era el mejor día y estaba de tan buen humor que durmió increíblemente bien.

Las lágrimas derramadas durante toda su vida habían valido la pena por ese momento.

Terminando de hacer lo que estaba haciendo, se bañó tan rápido como nunca antes. Sintió escalofríos cuando tomó el shampoo, imaginando que Katsuki se ponía ese en su rubio y hermoso cabello.

Ya fuera, se miró desnudo en un enorme espejo que tenían en su baño. Se sintió incómodo, su mamá no tenía de esos en casa, no solían mirarse a sí mismos.

Katsuki tenía razón, era demasiado delgado para alguien de su edad ¿Eh? El ejercicio que hacía parecía ayudar en su resistencia y en su humor, pero no sumaba músculo. Tal vez debería pedirle a Katsuki consejos para eso.

La parte más difícil fue ponerse la ropa una vez seco, intentó ponerse aquel bóxer con la mente en blanco, pero le traicionó imaginando tantas cosas que su madre se desmayaría si se enterara.

Salió del baño con la ropa bien puesta, curiosamente no le quedaba tan grande. Con la cara completamente roja regresó al comedor para robar algunos sandwiches.

—¿Necesitas un aventón? Pareces apurado —Ofreció Masaru, que apareció por el umbral de la puerta con el cabello despeinado y rostro de sueño, pero ya con su ropa de salir puesta.

—Oh, n-no debería molestarse —negó apenado, si se iba ahora corriendo podría alcanzar el tren a tiempo para no llegar tarde.

—Vamos Midoriya-kun, ya me estoy poniendo los zapatos —dijo Masaru en el genkan, Izuku no tuvo de otra más que aceptar.

Subieron al auto, arrancó directo al centro de la ciudad, y el pecoso iba dirigiéndole para no perderse—. Es aquí... —dijo algo avergonzado.

—¿En serio? Está un poco lejos de tu casa ¿No? Casi tan lejos como Yūei.

—S-sí, en realidad sí ¡Muchas gracias por traerme! —dijo, con algo de prisa se bajó del auto entrando rápido al establecimiento, escuchando momentáneamente la despedida del hombre que de nuevo se alejaba en su auto.

—Midoriya kun, vas cinco minutos tarde —regañó Karin, quien ya llevaba el uniforme puesto.

—¡Lo siento! —hizo una gran reverencia apenado. Escuchó una risita y desconfiado levantó el rostro con duda.

—Jajaja, no te preocupes. Ni siquiera han llegado clientes, apenas estamos abriendo la cuenta de hoy —bromeó Karin, quien estaba acomodando las sillas del restaurante para los clientes. Instantáneamente notó el aura llena de positividad que emergió del niño, contagiándole la sonrisa.

—¡Muy buenos días entonces! —vociferando, corrió hacia los casilleros para dejar sus pertenencias y ponerse a trabajar, Mimi lo vió por la ventana de la cocina dándose cuenta también de la muy evidente felicidad del pecoso.

—¿Qué habrá sucedido? —preguntó la más pequeña, curiosa por su amigo.

—No preguntes, solo hay que disfrutar que esté así de feliz —respondió Karin, muy feliz por el pequeño Izuku.

Aquella positividad había sigo lo mejor que había pasado para el restaurant, de alguna manera, Izuku feliz era jodidamente lindo y todos los clientes estaban encantados con el servicio que les brindaba.

Algunos clientes habituales le hicieron saber con comentarios y cumplidos que el día de hoy se veía genial, aquellos quienes lo veían por primera vez eran contagiados y salían satisfechos del lugar, y sorpresivamente algunos habían regresado después de un rato con un nuevo compañero.

Uno de ellos tuvo el descaro de pedir a "Midoriya kun maid".

Pasó rato hasta que su primer descanso llegó. Se sentó en la mesa de descanso para los trabajadores. Mientras comía los sandwiches, repasaba una y otra vez la noche anterior, con Katsuki incluso dejándole tocar su bicep.

Recordaba muy vividamente que incluso se dijo a sí mismo que podría realmente gustar del chico, solo esperaba que su renaciente amistad no hiciera que sus sentimientos evolucionen a algo más complejo, o estaría frito. Ni siquiera era capaz de imaginar algo así, "romántico", con su persona especial. Debía agradecer lo que tenía y aprecierlo. Decidió que no pensaría más en ese tema y solo disfrutaría.

Estúpido QuirklessKde žijí příběhy. Začni objevovat