14: visita a los Bakugō

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Ambos peliverdes llegaron, una emocionada y otro nervioso. Tocaron el viejo y melancólico timbre, y rápidamente les abrió la mujer del hogar.

—¡Inko san! —la rubia se lanzó a los brazos de la pequeña mujer. La restregó contra sí, como si un gato estuviera pidiendo amor.

—Mitsuki, hace tanto tiempo... —le regresó el abrazo. Mitsuki miró a Izuku, sonrió, y luego lo abrazó a él.

—¡Santo cielo, Izuku! Estás tan grande que no te reconocí.

—Es un gusto volver a verla...

Pronto salió a saludar el esposo de Mitsuki. Todos entraron en la casa de nuevo, y se dirigieron a la sala para hablar un poco antes de poner manos a la obra.

—¡Katsuki! —gritó Mitsuki, con todo pulmón, así solía acostumbrar—. ¡Baja que llegaron los Midoriya!

—¡Cállate! —se escuchó desde arriba, una voz igual de potente que la de su madre.

Aún así Katsuki bajó. Solía discutir, pero después de todo hacía caso.

No saludó, ni volteó a ver a Izuku, pero no logró escaparse del abrazo que Inko le regaló. Después de todo era el hijo de su amiga y el querido amigo de su hijo propio.

A pesar de todo, seguía teniéndole cariño.

—¡Bien! Compramos ya los ingredientes para el Katsudon, pero aún debemos prepararlo. Katsuki, ¿Por qué no llevas a Izuku a tu habitación mientras hacemos la cena? —comentó el hombre mayor de la casa, que estaba igual de emocionado que Mitsuki.

—Tks, ¿Por qué debo llevarlo? Que se quede a ayudarles —rezongó.

—¡Hijo de la... ! —Mitsuki aprovechó para darle un golpe en la nuca al rubio—. Hazle caso a tu padre. Que queremos quedarnos los adultos solos.

—Vete al carajo, vieja bruja.

—Maldito mocoso desgraciado —de nuevo la mujer golpeó a su hijo, con más fuerza.

Sin más, Katsuki subió las escaleras de nuevo. Mitsuki empujó a Izuku del hombro para que lo siguiera, aunque el pecoso se sentía muy inseguro. Terminó yendo detrás de su amigo.

Se sorprendió cuando Katsuki entró a su cuarto sin cerrar la puerta. Primero dudó si entrar, pero no quería que Katsuki le gritara un "¿Qué esperas?" o algo por el estilo. Entró, con los nervios de punta. Sus nervios lograban disimular muy bien su felicidad.

Se sentó en el suelo, sin decir nada. Katsuki se había lanzado a su cama, tomando su teléfono e ignorando el hecho de que Izuku estaba ahí, hasta que miró la puerta.

—Cierra la puerta, hasta para eso eres inútil.

—¡Ah! Eh, sí —Izuku se levantó rápido y la cerró. Ni siquiera lo había pensado. Esta vez se quedó parado en medio del cuarto, esperando a ver qué pasaba.

Nada. Se rindió y volvió a sentarse en el suelo, mirando el cuarto del rubio. Era exactamente igual a como lo recordaba. El mismo único poster de All Might frente al escritorio, sus libros viejos de la secundaria, su ordenador, una figurita de All Might en su mueble... Era tan simple y ordenado.

Después de unos pocos minutos Izuku se aburrió. No traía consigo su teléfono, y Katsuki lo estaba ignorando. Lo mejor sería comenzar con su elaborado plan de convivencia.

Con gente como Katsuki era mejor insistir. Aunque se enojaban, terminan cediendo. Katsuki, por su parte, eran de los que siempre quieren que los demás cedan ante sus caprichos, o sea, se le tenía que dar la vuelta.

Estúpido QuirklessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora