30: Río

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—¿Me podrías pasar la sal? —dijo la mujer rubia al pequeño pecoso.

Con timidez le pasó el condimento, sin atreverse a mirarla.

Estaban a plena hora de la comida. Los Bakugō habían preparado la parrillada, era su deber debido a sus extraños poderes en la cocina y su increíble sazón.

—Bueno, conociendo estos lugares, hay que preparar las camas antes para que no tengamos problemas con la oscuridad —comentó Masaru, quien acababa de terminar su comida.

—Estaba pensando que las mujeres duerman en una casa, y los hombres en otra —dijo Inko en un extraño plan de conspiración contra Izuku—. Después de todo los niños ya están muy grandes y son hombres bien formados, ya no deben dormir con su mamá jaja —rió adorable.

—Ni que fuéramos unos pervertidos —gruñó el rubio, habiendo pensado las cosas de más. Se calló en cuanto un golpe dió a parar en su nuca.

—¡No digas esas tonterías! —le recriminó su madre, avergonzada con Inko por culpa del mal vocabulario de su hijo.

—Y-yo no me refería a eso —balbuceó aún más avergonzada la señora Inko, cubriéndose la cara con ambas manos.

Izuku y Masaru solo miraron, evitando comentarios. Eso les había incomodando suficiente.

Pero así quedó, los tres hombres se acomodarían en la casa más grande, y las mujeres en la otra.

Después de comer acomodaron cada quien sus cosas en cada casa, básicamente ya no tenían más para hacer mas que pasar el rato disfrutando el paisaje.

—Kacchan, ¿Quieres ir a explorar al bosque? —se acercó temeroso el pecoso al rubio que se encontraba parado en medio de la nada sin hacer nada. Lo volteó a ver enseguida, y ni siquiera meditó su respuesta.

—No.

—¿No? Vamos, hace mucho que no salimos y tengo ganas de ir por allá —señaló la arboleda llena de misterios, insistente.

—Yo no tengo ganas —respondió esta vez mirando al lado contrario, evitando ver el molesto rostro de decepción de Izuku.

—Eh... Está bien —Izuku ni loco iría solo, así que solo le quedó rendirse y esperar a que todo terminase.

Estaba por darse la vuelta y regresar, cuando presenció a un libro bastante grande golpear la cabeza del rubio. Se sobresaltó asustado y preocupado.

—¡Agh!—-rápidamente se sobó la cabeza—. ¡Maldita vieja loca! ¡¿Por qué mierda has hecho eso?! —gritó totalmente colérico a su madre, quién había lanzado el libro desde su asiento fuera de la casita de acampar.

—¡Más te vale acompañar a Izuku al bosque si no quieres dormir en la intemperie! —gritó también muy colérica. Los otros tres solo observaron como madre e hijo se gritaban como animales, ya estando acostumbrados.

—¡¿Por qué mierda debería de hacerlo?! ¡No me interesa!

—¡A mí sí! ¡Soy tu madre y hazme caso engendro del demonio!

—¡¿Por qué a ti te interesaría?! ¡Bruja loca! ¡No puedes obligarme!

—¿A no? —preguntó aquello de forma sarcástica, en un tono de voz bajo. Cosa que asustó por completo al pequeño y desobediente rubio.

—Ash, está bien, joder —cedió, dándole a entender a todos que, cuando Mitsuki hablaba de forma seria, significaba peligro.

De forma furiosa y con fuerza, tomó a Izuku del brazo para arrastrarlo dentro del bosque. Al contrario de sentir miedo, Izuku se regocijó en su suerte.

Estúpido QuirklessWhere stories live. Discover now