10: Lo arreglé o lo empeoré

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—¡Hey! Tienes tus ojos hinchados, ¿estás bien? —preguntó Karin en cuanto vio a Midoriya llegar, con un aspecto deplorable.

—¿Ah? Sí, no se preocupe, jejeje —rió con falsa alegría, y con vergüenza.

Cuando salió de casa para ir al trabajo lo había hecho antes de la hora, sin comer, y con una despedida rápida para que su madre no le preguntara nada. Ahora tenía aquel problema en el trabajo, y seguramente cuando regrese a casa su madre se encargaría de descubrir lo que pasó.

—Bueno, lávate con agua fría, no puedes atender a los clientes así.

Le hizo caso y corrió a lavarse la cara en los baños del personal. El agua estaba bastante fría, le congeló los párpados un poco, e hizo que se sintiera mejor, un poco menos hinchado.

Se miró al espejo unos momentos, su reflejo en ese momento era la descripción exacta de lo que estaba sintiendo por dentro. Era un mar de emociones intentando fingir que estaban en orden.

Su cabello igual de desordenado que siempre, su rostro bastante pálido, sus párpados rojos e hinchados, sus ojos un poco caídos, desanimados. Aquella sonrisa que solía tener genuinamente, ya no existía. Se había extinto el espíritu de Deku.

¿Cómo puede caer tan rápido en un solo día? De un momento a otro, en unos cuantos minutos...

Tal vez siempre estuvo así, tal vez había logrado engañarse a sí mismo, creyendo que estaba subiéndose el ánimo, creyendo que realmente estaba haciendo bien las cosas.

Suspiró, profunda y tristemente. Secó su rostro con su propia camisa y se dirigió a los casilleros del trabajo para cambiarse el uniforme.

El resto del día procuró ignorar todos sus problemas y atender a los clientes con una sonrisa.

Terminando su trabajo, intentó hacer el mayor tiempo posible de horas extras, solamente logrando aplazar su partida media hora. Decidido había ayudado a recoger las mesas, a lavar platos y a acomodar las cosas en la cocina. También trapeó casi todo el lugar, comenzando donde las mesas hasta los baños.

—¿Y eso? Midoriya kun, hoy estuviste muy servicial —comentó Karin, que salía siempre al final, a diferencia de Izuku que era de los primeros en irse.

—Bueno... —se trabó un poco, pues no se le ocurría ninguna buena excusa—. Solo quise hacerlo, cuando llegué le di la impresión de que estaba un poco mal, pero quería demostrar que no.

—No deberías preocuparte ¿Sabes que no te pagarán por ello? Solo haz lo que debes y ya.

Asintió con la cabeza, aunque ese regaño era mejor que cualquier otro tipo de plática en esos momentos.

Pero el momento del día más evitado llegó. Estaba frente a la puerta de su casa. Hasta el momento su madre no le había mandado ningún mensaje ni llamado, considerando lo neurótica que era, debió de haberse contenido, porque lo más seguro era que estuviese preocupada por él desde que le vió salir.

Suspiró una vez más, y esperaba que fuera el último suspiro del día. Entró a su casa, y como siempre, su madre inmediatamente lo recibió.

—Izuku, bienvenido. Has tardado un poco —mencionó como era de esperarse. Lo había recibido con una sonrisa, pero su tono de voz era bastante deprimente.

—Me quedé a ayudar a limpiar un poco... —respondió corto, pero con la verdad.

—Bueno, está bien. Si puedes, para la otra avísame, por favor —la mujer decía todo ello y parecía que se estaba conteniendo de llorar, de ir y abrazar fuerte a su hijo.

Estúpido QuirklessWhere stories live. Discover now