36. Su Confianza en mí

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Capítulo 36

Su confianza en mí

Robín

Pensé que las iniciaciones en las casas fraternidad eran algo extremas, como en las películas, que te ponían una serie de pruebas que muchas veces se hacían difíciles de superar, pero en la vida real era distinto. En medio de aquel mar de gente me sentía fuera de lugar. La música era exagerada y cabía destacar que me pasé gran parte de mi vida haciendo música, sin embargo, aquello era incómodo. Los chicos tomaban como si se les fuese a acabar la vida y las chicas, bueno, dejaban muy poco a la imaginación.

—Oye, Hills, quita esa cara, no es tan malo. —Ethan me pasó un brazo sobre los hombros y su aliento con olor a ron me causó un poco de malestar—. Mira, sé que estás acostumbrado a una vida de chico estrella y toda esa mierda, pero ya que decidiste vivir con los plebeyos disfruta lo que tienes en las narices. —Lo miré con poca confianza.

Se alejó de mí y soltó un bufido.

Si hubiese sabido que de esto se trataba, hubiese elegido otro día para instalarme en aquella casa. Aunque necesitaba distraerme, esta no era la clase de cosa que deseaba hacer para despejar la mente. Lía daba vueltas en mi cabeza; su actitud me dejó un poco incómodo, pero no la culpaba, hice cosas de las cuales no estaba para nada orgulloso. Rechazarla, poner por encima circunstancias sin sentido antes que su amor, era lo más estúpido que había hecho en la vida. Podría haber hecho un equilibrio entre las dos circunstancias, pero ahora no era el momento de lamentarse, sino de luchar por lo que en verdad valía la pena.

Llevé mis pasos hacia la cocina. Como el lugar en sí se encontraba atestado de personas, hice a un lado a unos chicos, que se daban el lote sobre el refrigerador, y les regalé mi mirada más severa. A la chica se le iluminaron los ojos al mirarme y el tipo solo soltó un bufido y la haló del brazo para alejarla de mí. Entorné los ojos ante aquella actitud tan mierda y dejé de prestarles atención. El refri estaba hasta el tope de cerveza, pero hurgando en lo más profundo encontré una triste y desolada lata de refresco.

«Bingo».

—Hey, Montgomery —escuché decir a mi espalda y me erguí.

El corazón comenzó a latirme desbocado, pero aquello podría haber sido producto de mi loca cabeza. Lía odiaba las fiestas. Los lugares ruidosos y llenos de gente la molestaban. Sería demasiado extraño que estuviese aquí. Me giré como el que no quería la cosa, pero seguía con la mirada pegada al suelo. Me armé de valor y levanté la vista. Preferí no haberlo hecho. Lía estaba allí, pero no sola. Jack Howard la sostenía por la cintura y ella ni siquiera se mostraba incómoda con aquella cercanía. Eso me hizo hervir la sangre. Como si me hubiese leído el pensamiento, Jack miró en mi dirección en aquel momento y aflojó el agarre que ejercía sobre Lía.

—Pero mira nada más qué tenemos aquí.

A pesar del alto volumen de la música, muchas personas miraron en nuestra dirección. Marcus había dicho aquellas palabras casi a gritos. Observé por encima de su hombro, Lía también miraba.

—No estoy buscando problemas, Marcus. —Le regresé la mirada—. Haz de cuenta que no estoy y fin de la historia. —Intenté alejarme, pero él me tomó con fuerza por la camisa.

—Es que el problema ya está, Robín. Arruinaste mi vida, y todo por esa puta —señaló a Lía.

La rabia me consumió por completo.

Levanté el brazo y le propiné un puñetazo en la cara. Trastabilló e intentó golpearme, pero lo esquivé y volví a golpearlo ahora con más fuerza. Cayó de lleno al suelo. Miré por el rabillo del ojo que Jack se aproximaba hacia nosotros, pero me encontraba tan eufórico que no me importaba lo fornido que pudiera ser aquel chico y que pudiese dejarme noqueado, solo le tenía unas ganas inmensas por el simple hecho de poner los ojos en mi chica.

—Ya déjalo, Hills, no vale la pena. —Jack se colocó en medio de Marcus y yo.

Marcus comenzó a ponerse de pie y se pasó la mano por el labio inferior, el cual empezaba a sangrar.

— ¡Ni te atrevas! —dije exaltado—. Como te atrevas a ofenderla de nuevo, Marcus, no lo contarás, yo me encargaré de ello.

Aparté con un golpe de hombro a Jack de mí, que levantó los brazos para mantener la distancia, y me acerqué a Lía. Ella tenía los ojos cristalizados y temblaba un poco. Odiaba a Marcus por sacar lo peor de mí y provocar con esto que ella se asustara. Lo último que deseaba en la vida era que Lía me tuviera miedo. La contemplé a los ojos y le extendí la mano. La estudió indecisa por un instante, pero al final la agarró. Era lo único que necesitaba, saberme dueño de su confianza.  


Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora