13. Para Mí

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Capítulo 13

Para Mí

Robín

Conociendo a Lía, sabía que no vendría, pero de todas formas la abordé antes de clase y le propuse que nos encontráramos. El fin de semana mi cabeza estuvo hecha una mierda, no pude ni por un microsegundo dejar de pensar en su maldita boca tentadora. Tenía que quitarme aquello de encima y la única manera era probar, ya lo había hecho con otras chicas. En el momento que todo había sido consumado, solo paso a ser otro ligue más. Lo que diferenciaba la situación era que si hacía esto con Lía no podría alardear con nadie o sería la burla de todos. Me senté sobre una de las mesas y esperé con paciencia a que la susodicha apareciera. Observé el reloj un par de veces; las clases habían concluido solo hacía un par de minutos y corrí aquí como si me persiguiera el mismísimo diablo. Contuve el aliento cuando giraron el pomo de la puerta, bajé con rapidez de la mesa y me acerqué para comprobar si era mi presa y si allí estaba ella en todo su esplendor y algo asustada. Mierda, eso me excitaba.

—Entonces, ¿Qué es lo que en verdad deseas? —Trató de sonar dura, cosa que solo hizo que mi pene palpitara.

Bueno, cuando al fin pude asegurar la puerta, me acerqué a ella por detrás y dejé que mi aliento golpeara su nuca.

—A ti —contesté con voz ronca.

Se giró para enfrentarme.

—Esto tiene que ser una maldita broma. A ver, Robín, ¿Dónde están tus jodidos amigos? Que salgan de donde mierda estén y terminemos con esto ahora.

Cruzó las manos sobre sus pechos, acción que los destacó solo un poco. El primer botón estaba abierto, así que sí estaba jodidamente duro con esa muestra.

Caminé despacio hacia ella. Se alejó de mí con cada paso que daba. Mis labios se curvaron en una sonrisa. Lía no tenía escapatoria y estaba tan ansioso que quería acabar con esto de una buena vez. Cuando su espalda chocó con la pared, sus ojos se agrandaron. Se dio cuenta de que no tenía escapatoria. Mierda, no la dejaría escapar.

—No hay juegos, Lía, solo necesito que salgas de una jodida vez de mi cabeza.

Entonces me incliné, la tomé por el cuello y atrapé su boca con la mía.

—Robín...

Empuñó mi camisa e intentó apartarse, pero ya era demasiado tarde. Abrió más su boca y me permitió entrar. Todos los pensamientos sucios que tuve con su labio inferior los hice en ese instante. Su lengua y la mía comenzaron una pelea. Dios, esta chica sabía bien, era como un manjar saborear sus labios. Podía percibir que era inexperta, pero aun así esto estaba perfecto. La levanté y pensé que estaría pesada, pero no, se sintió demasiado bien subirla y llevarla a la pequeña mesa, donde la deposité y después me metí entre sus piernas. Parecía que no acababa de tener todo de ella, solo quería saciar el deseo que tenía. Nada era mucho ahora que la había besado.

Metí la mano por debajo de su falda, pero ella se separó de mis labios, haciéndome sentir huérfano.

—No —jadeó con los ojos muy abiertos—. No. Demonios, no, Robín.

Mi corazón latía a mil por hora.

Ver sus labios hinchados solo hizo que me encendiera más, pero el miedo en su mirada me paralizó.

Se bajó de la mesa y acomodó su falda, recogió la mochila del piso y caminó hacia la puerta. Antes de girar el pomo, me miró con dureza y preguntó:

—¿Obtuviste lo que querías?

No esperó que contestara y tampoco pensaba hacerlo.

Ahora esto se había puesto mucho peor, no solo quería tenerla en todo su esplendor, quería a Lía Montgomery para mí.   

Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora