20. Visita Inesperada

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Capítulo 20

Visita inesperada

Lía

Aquel sábado por la mañana mi madre se había marchado temprano, tenía una mierda de no sé qué con el grupo de viudas de los caídos en guerra al cual pertenecía. Odiaba algunas mujeres de ese grupo, pero lo que más detestaba era que Lucy sintiera que les debía su recuperación de lo de mi padre a ellas. Por Dios, solo se reunían allí para acabar con medio mundo.

Fui a echar un ojo a Emma, que aún seguía dormida sobre las mantas en el suelo.

Las lágrimas me dejaron tan agotada anoche que solo desperté cuando mi madre me llamó esta mañana.

No era experta en desayunos, pero, ya que mi madre dejó nada listo, me dispuse a preparar algo para Emma y para mí. Los panqueques eran buena idea, pero una demasiado trabajosa, así que opté por sándwiches de jamón y queso. No había que ser un experto para preparar tal manjar.

Me sorprendí y dejé derramar un poco de jugo cuando el timbre comenzó a sonar. Miré de soslayo donde estaba mi pequeña hermana, pero aún seguía dormida como una roca. Roth y ella eran muy parecidos en el asunto.

Abrí la puerta sin siquiera comprobar quién era, pensé que podría ser la oficina de correos, pues esperaba algo muy importante de Los Ángeles, pero quien estaba de pie allí no tenía nada que ver.

No esperaba ver aquella cara.

—Lía. —La voz de Robín se escuchaba áspera y rasposa, su rostro estaba algo demacrado y sus ojos inyectados en sangre.

Me dio una pista de que quizás anoche se pasó de tragos.

Traté de cerrar la puerta, pero él lo impidió al colocar su mano sobre ella. Me hice un poco para atrás por el impacto que causó aquel acto. No me lo esperaba, lo último que me esperaba el día de hoy era que el chico por el cual prácticamente me había pasado la noche en vela y con lágrimas en los ojos estuviera de pie frente a mí tratando de impedir que le cerrara la puerta en la cara.

—Vamos a hablar —habló con suavidad.

Todas mis entrañas se contrajeron.

Tomé una larga respiración y terminé de ceder para que entrara.

—No sé qué demonios haces aquí, pero lo que sea escúpelo rápido y lárgate —espeté a la defensiva mientras él se acomodaba en uno de los taburetes—. No dije que podías sentarte.

No me hizo el más mínimo caso y se quedó allí sentado. Qué descaro.

—Llamaron de AJ Récords.

Le di la espalda y me dispuse a terminar el desayuno. Lo escuché resoplar con fuerza, pero no me giré, no tenía fuerzas para mirarlo.

—Son rápidos —solté y proseguí en lo que hacía—. En verdad que me sorprenden.

Mis manos se movían rápido y con nerviosismo, pero en ningún instante me permití girarme. No obstante, él tenía otros planes y solo me percaté de lo cerca que estaba cuando su aliento acarició mi nuca con suavidad. Mierda, podía sentir el calor de su cuerpo detrás de mí.

—No puedes seguir dándome la espalda. —Sus palabras acariciaron cada parte de mi cuerpo. Mi entrepierna comenzó a jugar sucio—. Si sigo mirando tu culo, juro que te quitaré esos pequeños pantalones y te cogeré aquí mismo en la encimera.

Me giré de repente y nuestras caras quedaron solo unos centímetros de la otra.

Ahora hecha toda una mierda me daba cuenta de que todavía llevaba puesta mi piyama, la cual constaba solo de un corto pantalón de tela y una franela minúscula.

Los ojos de Robín me recorrieron con malicia. Cada parte de mí tembló. Humedeció sus labios y yo entreabrí los míos ante aquel deseo desenfrenado de sentirlo, entonces solo se inclinó y terminó con mi martirio. Cuando nuestros labios chocaron, sentí una explosión en todo el cuerpo y sentí su erección palpitante en mi estómago. Casi morí al saber que yo la había provocado. Su lengua entró en busca de la mía y, cuando se encontraron, se enredaron como si fueran una sola. Sabía bien; una mezcla de su dentífrico y los residuos del alcohol en el cual se ahogó anoche. Agarró mi culo con fuerza y mis pezones se endurecieron en el acto. Un recuerdo nubló mi cabeza y lo aparté.

Todo lo de la noche anterior llegó a mí como una bofetada.

No necesitaba las sobras de Asheley.

Mierda, no le permitiría usarme.

—¡No! —Levanté la mano para mantenerlo apartado cuando intentó acercarse a mí de nuevo y vi cómo el dolor nublaba sus ojos.

—Lía... —Traté de que su suave voz no me sedujera. Esto no podía pasar—. Demonios. —Pasó la mano por su cabello en señal de frustración—. Me gustas demasiado, mujer. Diablos, Lía. —Se acercó y contuve la respiración cuando volví a sentir lo duro que estaba—. Anoche, mientras cogía a Asheley, solo pensaba en ti.

—Cállate.

Alcé mis manos y cubrí su boca con ellas. Una maliciosa sonrisa se formó en su cara. Las apartó de la manera más caliente que alguien podía hacerlo y sentí cómo si un río corriera por mis piernas desnudas.

—Solo deseaba clavarme en ti —pronunció sobre mi boca.

La voz adormilada de Emma hizo que saltara lejos de mí.

—Lía... —se estrujó los ojos. Corrí junto a ella para protegerme de toda aquella situación fuera de control— este no es Jack. —Miró entre Robín y yo.

El semblante de Robín cambió por completo; la lujuria en su mirada se fue para darle paso al enojo, cosa que me tomó por sorpresa y que me hizo sentir cierta esperanza.

—Gracias... —pude sentir la rabia en sus palabras— por lo de la disquera.

Agarró mi móvil de la encimera para hacer un par de cosas con él y lo devolvió a su sitio.

En este momento en específico odié que no tuviera una contraseña para poder acceder a él.

—Nos estaremos viendo, Montgomery.

Caminó hacia la puerta y se marchó, dejándome totalmente desubicada con sus últimas palabras.

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