12. Absolutamente Jodido

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Capítulo 12

Absolutamente Jodido

Lía

El lunes por la mañana me sentía rara. Todo el fin de semana mi cabeza iba de un lado a otro. Estaba tan metida en mi mierda que ni siquiera le reclamé a Roth por llevarme engañada a aquella fiesta y traté de estar en sintonía el domingo por la tarde antes de que se marchara, pero mi atención estaba centrada en otra cosa. Jack despertó cosas en mí, no podía negar la atracción que sentía por el chico, pero entonces Robín Hills llegó a opacar todo eso con su perfecta cara y sus hermosos y tentadores labios.

—¡Lía! —vociferó Emma casi en mi oído, sacándome de mi estupor—. ¿Me escuchas? Se nos hace tarde.

Mi madre me miró con confusión y entrecerró los ojos con sospecha, luego sacudió un poco su cabeza como para recuperar la consciencia y llevó sus ojos a Emma, que ya estaba lista para irnos.

—No probaste tu desayuno —comentó mi madre con desaprobación—. ¿Dónde está tu cabeza hoy?

Su pregunta me sacó un poco de mis cabales, así que contesté con más dureza de la pensada.

—¡En ningún sitio, mamá!

Tomé a mi pequeña hermana de la mano y la arrastré a la salida.

Me sentí desprotegida cuando mis pies tocaron el pavimento del estacionamiento de la escuela. Los acontecimientos del viernes llegaron a mí con una fuerza descomunal. Hoy tenía que ser lunes, no podía escabullirme, aunque quisiera. La clase de la señorita Cristal sería un infierno. Por un lado, estaba Jack interesado por mí, todo grande, fornido y bello, pero quien me tenía más preocupada era Robín. Por más que el otro estuviera bueno, más que bueno en todo su esplendor, Robín había hecho que algo dentro de mí se quebrara. Corrí para llegar a mi casillero. No deseaba comenzar la mañana con esa sensación extraña que me acosó todo el fin de semana. En este momento debería odiar a Robín por sus crudas y duras palabras, aquellas que expresó con asco cuando Jack le preguntó si intentaba besarme.

«¿Estás loco? Nunca besaría a "Trasero gordo" Montgomery».

Dios, eso había dolido, pero no podía sacarme su rostro de la cabeza.

—Buh —dijo alguien suave en mi oído.

Sí, aunque no fue estrepitoso, me asustó. No obstante, lo que me causó más terror fue la descarga eléctrica que recorrió mi cuerpo; apretó e hizo palpitar mi bajo vientre.

Me quedé petrificada con la palma puesta sobre la puerta de mi casillero y sin poder moverme. Por el rabillo del ojo vi cómo el desordenado cabello de Robín se ondeaba. La brisa también golpeaba en mis piernas desnudas y mi estremecimiento fue cada vez mayor. Saqué fuerzas de donde no las tenía y levanté el codo para poner distancia entre él y yo. Maldita sea, no podía hacerme esto.

—¿Qué demonios quieres, Hills?

Me giré con brusquedad hacia él y me encontré con su mirada; ojos marrones me estudiaban con determinación. Contuve la respiración. Aquellos orbes recorrieron mis piernas hasta llegar a mi cara.

—Encontrémonos después de la escuela, salón de música.

Lo miré estupefacta. Podía sentir la ansiedad en sus palabras y, Oh, por Dios, caí en la cuenta de que le hablé. Mierda, mi cerebro fallaba.

—¿Por qué debería? —Traté de sonar irritada.

—Porque, demonios, Lía, no pude siquiera meter mi pene en Asheley en todo el maldito fin de semana porque pensaba en cómo se sentiría esa boca tuya ahí. Esto está mal, pero tengo que comprobar algo.

Se me acercó con decisión, no sin antes mirar a nuestro alrededor, y se apretó con fuerza encima de mí. Quedé con la espalda pegada al casillero. Un gemido se escapó de mis labios cuando sentí cuán duro estaba y mi parte más profunda comenzó a revolotear.

—Esto, digo-o, ¡oh, rayos, Robín!, no está bien.

Mi boca se secó, pero no se apartó hasta que susurró en mi oído de manera caliente:

—Salón de ensayos después de clases.

Se marchó como una bala y tuve que poner una mano sobre mi pecho para poder calmar los temblores que emanaban de mí.

Esto no estaba bien.

Esto estaba absolutamente jodido.

Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora