28. Dejarlo todo... Por ella

3.6K 417 6
                                    

Capítulo 28

Dejarlo todo... Por ella

Robín

Ocho meses después

«No todo lo que quieres es lo que tienes».

Habían pasado unos largos ocho meses desde que mi vida cambió por completo. Project 55 se encontraba en la cima de la cúspide y el abrumador drama del día a día de una superestrella me había consumido por completo; nubló mi mente no dándome tiempo para pensar con claridad, pero la verdad, que estaba cubierta con una venda oscura, llegó a mí y me golpeó con una fuerza inhumana cuando una chica casi igual que Lía se acercó a nosotros un día de firmas de autógrafos. No era completamente igual, ninguna podía ser comparada con mi chica, pero ahí me di cuenta de que estaba vacío, de que la extrañaba en sobremanera y de que su ausencia dolía demasiado.

Dejar la banda no fue una decisión fácil, lo peor era cómo iba a decirle a mis compañeros que los abandonaría. Los cuatro meses que restaban del contrato los cumpliría, luego me largaría. Prefería echar por la borda todo esto de la fama y el dinero a no arriesgarme a luchar por Lía. Cada noche era una tortura; miraba su hermoso rostro al cerrar los ojos y el resto solo eran amargas pesadillas. Perderla a ella era más aterrador que lo que estaba a punto de decir a mis compañeros de grupo.

—Dejaré la banda —solté sin más.

Los chicos dejaron cualquier cosa que estuvieran haciendo y me prestaron mucha atención.

Marcus frunció el ceño y apretó su mandíbula.

—Has pensando mucho en el asunto, ¿verdad, Robín? —pronunció aquellas palabras con dureza, pero tenía toda la razón.

Pensaba eso desde el día en que los puse a ellos por encima de la mujer que amaba.

—Solo no seas una mierda y deja que hable. Yo sé que tiene sus razones para hacer esto. —David, nuestro bajista, me observó con comprensión y a la espera de que revelara qué me llevaba a esto.

—Sé que pensarán que soy egoísta, pero debo regresar a Carolina del Norte. Me estoy muriendo poco a poco de tristeza aunque no lo muestre, aunque trate de parecer duro, chicos. Amo a Lía y si la pierdo, perderé mi vida en el proceso.

Marcus se puso de pie y caminó de manera amenazante hacia mí.

Me incorporé para enfrentarlo, ya estaba cansado de su mierda.

— ¿Esa asquerosa gorda inmunda es por lo que nos estás dejando? Porque lo que haces a un lado tu carrera, tus sueños, Robín. Me estás jodiendo, ¿verdad? Porque esto tiene que ser una jodida broma. —Sus ojos eran un afilado cuchillo y sus palabras resonaran en mi cabeza con fuerza.

Le partiría la cara por ofender a Lía.

—Mi sueño es estar junto a Lía. No me importa perder todo esto, no me importa tener que estudiar una carrera de mierda en la universidad para estar a su lado, tuve mi momento de gloria y no lo he disfrutado para nada. ¿Para qué quiero esta maldita vida si ni siquiera puedo disfrutarla? Y te lo advierto, Marcus Lowell, no intentes nada, ya que no daré marcha atrás. Haré todo para que les consigan una nueva cara, esto no tiene que terminar para ustedes.

Me tomó por el cuello de la camisa, pero David y Ethan lo separaron de mí antes de que la cosa se pusiera peor.

—Hasta aquí llegó nuestra amistad, cabrón de mierda. Me has jodido la vida, pero ¿sabes qué? Que te den por el culo, Robín Hills. —Golpeó la puerta que llevaba a la cabina del conductor—. Para el maldito autobús, Roger, tengo que salir de esta asquerosa pocilga.

Me regaló una última mirada y bajó del autobús al tiempo que este se detenía.

Me dejé caer sobre el mueble.

David y Ethan se quedaron allí en absoluto silencio.

Había perdido a mi mejor amigo, pero sabía con certeza que algo así ocurriría. Sabía que no podía tener ambas cosas para poder ser feliz; con una tenía que sacrificar la otra. Sabía que esta sería la última vez que hablaría con Marcus.

—Te apoyamos, hombre —opinó David.

Puso una mano sobre mi hombro y lo apretó un poco para reconfortarme.

—Ve por ella, tigre. Solo se ama de verdad una vez, y lo mereces. Ella también lo merece.

Enterré el rostro en mis manos y dejé que aquellas palabras calaran muy dentro de mí.

Sabía que no querría a nadie más como quería a Lía, y por eso me jugaría mi última carta por ella, por aquella mujer de curvas pronunciadas y gran trasero, por esa que me robó el aliento solo con un beso, por aquella chica silenciosa que traspasó todas mis defensas.

Ella merecía que dejara todo.

Ella era más importante que unos cuantos dólares en mi cuenta.  

Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora