35. Encuentro

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Capítulo 35

Encuentro

Lía

Me quedé estática mirando los ojos marrones de Robín. Mis pies parecían pegados al suelo y en ese momento todo a mi alrededor pareció desaparecer en una bruma inmensa de recuerdos; mi primer beso con Robín en aquella aula llena de polvo, nuestras intensas miradas ocultas frente a todos porque era más fácil fingir que no sentíamos nada el uno por el otro; yo por el simple hecho de no admitir que mi corazón ya le pertenecía y él porque sentía vergüenza de que alguien lo relacionara con la gorda de la escuela.

— ¿Qué haces aquí? —Aparté con brusquedad sus manos de mi rostro y me pareció una pregunta estúpida, pero no iba a permitir que viera mi contradicción.

—Sabes lo que hago aquí —contestó con cierto tono de disgusto.

Sabía que mi fría actitud lo había descolocado.

Y la verdad era que amaba al hombre de pie frente a mí, amaba el hecho por el cual se encontraba aquí. Él había renunciado a su vida de fama y lujos por mí. Quería recuperar aquello que alguna vez nos unió, pero no iba a ser tan fácil. Debía darme el valor que en verdad merecía y Robín debía demostrarme que sí valía la pena arriesgarlo todo para estar juntos. El dejar su banda, aunque podía sonar bastante egoísta, solo fue un pequeño paso en el largo camino que teníamos por delante. Sonaba bastante dramático, pero era la puta verdad.

—No será tan fácil, Hills.

Aparté la mirada de sus ojos para no flaquear y halé el brazo de Thessa, que soltó un grito por la brusquedad de mi tirón. Eso de jalonearnos entre nosotros se convertiría en el pan de cada día.

Nos detuvimos cuando perdimos de vista a Robín; yo para tomar una larga respiración y Thessa para masajear el brazo por el cual la arrastraba. Me clavó su feroz mirada, pero supuse que algo en mi rostro la hizo cambiar de opinión sobre lo que su gran boca venenosa estaba a punto de soltar.

—Entonces —soltó despacio y masajeó la parte maltratada de su brazo gordito—, ¿muchas cosas que contar? —Sentía que más que preguntar afirmaba que le contaría. Negué con la cabeza—. Esa mierda de Robín y Marcus me huele a que tú eres la manzana de la discordia. —Alzó una ceja gruesa y una sonrisa desdeñosa adornó su redondo, pero muy bonito rostro.

Había dado en el clavo, y eso la llenaba de satisfacción.

— ¿En serio hablaremos de esto en medio de un pasillo lleno de estudiantes cotillas paparazis y que lo único que les importa es llevar la vida del otro?

Esta vez fue su turno de arrastrarme a nuestro dormitorio.

Me reí por la forma tan infantil en la que muchas veces se comportaba Thessa. Era muy madura para muchas cosas, una de ellas defender con uñas y dientes su persona y, sobre todo, demostrar a la gente que ser diferente no era un delito, sino una virtud de la que muy pocos podían gozar. La chica en unas cuantas semanas que llevábamos juntas se ganó mi respeto y admiración. Me hubiese gustado haber tenido ese mismo coraje cuando las cosas se complicaron en casa.

—Oye, Thessa, ¿ya audicionaste para la puesta en escena de Peppa Pig? —vociferó un chico del otro lado del pasillo cuando estuvimos frente a la puerta de nuestra habitación.

Ella se giró, le sacó el dedo corazón y lo mandó a lavarse el culo, cosa que me hizo partirme de risa, aunque la persona en cuestión frunció el ceño.

—Esos malditos idiotas no entienden que mis kilos de más se pueden ir, pero que sus malditos y diminutos cerebros de mierda no tienen remedio. —Se dejó caer sobre su cama y yo hice lo mismo sobre la mía—. Puedes comenzar a hablar, soy toda oídos.

Escuchar aquello cambió mi humor de manera rotunda.

Observé el techo.

Había una larga y rara historia que contar, mas no sabía por dónde comenzar. No sabía siquiera si en verdad deseaba decirle a Thessa sobre lo que me unía a Robín, lo cual de camino le haría comprender por qué Marcus me odiaba inclusive mucho antes de que su grupo se fuera por el caño. No obstante, algo en lo más profundo de mí quería contarle a alguien esa historia. Ni siquiera Jack conocía a profundidad lo que ocurrió entre Robín y yo. A decir verdad, yo tampoco sabía que lo amaba hasta que sentí que lo había perdido aquella vez.

Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora