23. Fría por dentro

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Capítulo 23

Fría por dentro

Lía

Los jueves en la noche se habían convertido en una especie de cosa especial entre Jack y yo. Me comenzó a llevar a sus reuniones de fut en Mike's. Como no podía decir que no al chico, pues aquello se convirtió en rutina, teníamos un trato, el cual tracé un par de semanas antes, mucho antes de mi encuentro con Robín, mucho antes de sentir celos por Asheley, cuando aún lo miraba como un posible candidato para mi primer amorío. Lo acompañaría a Mike's todos los jueves hasta que el curso terminara, sin ninguna otra intención, solo la de sentarme a su lado y proporcionarle más confianza de la que ya tenía. Por Dios, era el tipo más duro de toda la escuela.

—Lía, ¿y a cuál universidad vas asistir? —cuestionó Henry Mendieta, el mejor receptor, según Jack y uno de los pocos que me trataba con respeto y simpatía.

—Aún no lo sé —contesté algo apenada—. No me decido, estoy entre la Estatal o la USC de California, pero está en veremos. No quiero dejar a mi madre y hermana pequeña solas.

Cuando levanté la mirada, todos me observaban con los ojos bien abiertos.

— ¿La USC te ha aceptado y tú dices que no sabes si irás? —Henry se pasó la mano por el rostro con algo de mortificación—. Demonios, Lía, nosotros no pasaremos de la Estatal —comentó aquello último decepcionado.

—Carolina del norte los necesita. Sé que serán los mejores jugadores de fútbol americano universitario de la historia, así que no me miren como si fuese una especie de genio.

La campanilla de la puerta de entrada nos distrajo de nuestra conversación. Sin poder evitarlo, todos miramos hacia la puerta. En aquel momento en específico quería que la tierra me tragara, que se abriera un gran hoyo y que me succionara por completo, más cuando la caliente mirada de Robín se posó en mí para luego endurecerla al fijarla en Jack.

—Pero qué grata sorpresa —habló Marcus con evidente sorna y se dejó caer junto a Jack—. Los chicos fut y "Trasero gordo" Montgomery.

Apreté las manos en puños debajo de la mesa y respiré hondo. No le permitiría ver cuánto me dolían sus palabras.

Jack apretó su puño y estuvo a punto de estamparlo contra la cara de Marcus, pero lo retuve.

—No vale la pena —mascullé y aparté la mirada de Marcus Lowell para mirar a Robín.

— ¡Ay, ¡Dios, no! La chica más mierda de la escuela ha dicho que no valgo la pena. Prometo que me daré un tiro por eso, pero antes... —miró entre Robin y yo y sonrió con malicia a Jack, que estaba siendo retenido por Henry y un Clay Devont pálido como un papel— primero los agradecimientos. —Un nudo se apretó en mi estómago—. Quiero agradecer a la señorita aquí presente por ser una de las propulsoras para que Project 55 pudiera firmar un contrato. Aplausos para ella. —Comenzó aplaudir, acto que no fue seguido por nadie, todos lo miraban en absoluto silencio.

—Déjalo ya, Marcus —espetó Robín.

Su rostro estaba rojo por el enojo, pero esto no detuvo a Marcus Lowell.

—Vaya, y aquí está la segunda persona a la que debemos agradecer. —Robín observó a su amigo lleno de confusión. Algo muy dentro de mí sabía que esta noche recibiría la más grande humillación de mi vida—. Por tu sacrificio, hermano.

— ¡Dije que ya basta! Con un demonio, yo me largo de aquí.

Caminó hacia la puerta, pero antes siquiera de que pudiera salir, las palabras de Marcus hicieron que se detuviera.

—Me imagino que vomitaste después de besar a Lía, Robín. —Sentí arcadas y llevé las manos sobre mi estómago—. Mi pobre amigo tuvo que sacrificarse para que pudiéramos conseguir ese contrato. Eres mi ídolo.

En una fracción de segundo, Jack se había soltado del agarre de sus amigos y su deseo de estampar el puño en el rostro de Marcus se hizo realidad.

Mis ojos y los de Robín se encontraron de nuevo; no pude percibir nada en su mirada, se encontraba vacía. Comencé a desmoronarme por dentro. Sin embargo, ¿de qué me quejaba? Sabía con certeza que no podía esperar nada más de él, estaba más que clara con el asunto, pero aún me mentía diciendo que quizá podría ser que Robín grandioso Hills sintiera algo por mí. Sus besos y caricias me decían una cosa, pero ahora aquí de pie mirándolo fijamente sabía que estaba más que equivocada.

Salí de mi estupor y corrí a apartar a Jack de Marcus. Los chicos del fut eran más grandes y fuertes que yo, pero sabía que mis palabras lo tranquilizarían. Mi mirada lo calmaba por completo, así que usaría ese poder para sacarnos de allí.

—Detente. —Mi voz salió como un susurro pesaroso—. ¡Deténganse ya! —grité ahora a todo pulmón.

Todos me prestaron atención.

Agarré mi suéter y la pequeña mochila y miré con la vista nublada los ojos de Jack.

—Llévame a casa —articulé.

Se acercó con rapidez y me envolvió en sus brazos, pero su calidez no apartó el frío que sentía por dentro.  

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