8. Familia

4.1K 495 19
                                    


Capítulo 8

Familia

Lía

Jack Howard me sujetó del brazo. Un rayo electrizante recorrió todo mi cuerpo. Primero observé cómo sus dedos se cerraban alrededor de mi carne descubierta y luego levanté la mirada para mirar aquellos hermosos ojos que me suplicaban algo. No sabía qué, pero podía ver la súplica en ellos. Me sentí desnuda y solitaria cuando me soltó despacio. Miré con detenimiento los pocos metros que faltaban para llegar a mi coche y me planteé huir, pero mi yo egoísta quería saber todo lo que el hombre frente a mí quería decirme.

—Lo siento —dijo al fin cuando sus manos estuvieron fuera de mí.

—Está bien. —Provoqué con esto que sus ojos se agrandaran.

Una sonrisa adornó su rostro, su perfecto y esculpido rostro de jugador de fútbol.

—Bueno, este, yo... —soltó algo atropellado.

Levanté una ceja ante su torpe actitud. No podía negar que todo dentro de mí se removió. Era la primera vez que un chico se ponía nervioso en mi presencia, aunque tampoco quise hacerme muchas ilusiones.

—Esta noche daré una fiesta en mi casa. Un amigo de mi hermano mayor está en la ciudad y van a tener una especie de reencuentro fiestero. Blake me pidió encargarme de todo, así que invité a algunos chicos de la escuela y quería saber si te gustaría venir.

Me sentí halagada y sorprendida. Nadie nunca, excepto aquella vez, me invitó a algo. En este momento me encontraba ansiosa y desconfiada. Mi círculo social se redujo a mi familia y a los personajes de los libros que leía. Sabía que Jack me miraba, también tenía bien claro que tenía algún tipo de sentir por mí, aun así, no di mi brazo a torcer.

—Gracias, Jack. —Me alejé unos pasos de él y su rostro cambió por completo—. Sé que lo haces de buena fe, pero no asisto a fiestas, mucho menos donde hay personas de la escuela. —Con esto último, giré sobre mis talones y casi corrí a mi auto.

Cuando estuve dentro, solté el aire que tenía retenido y llevé la mano sobre mi pecho, donde mi corazón latía a mil por hora.

Dos cosas habían ocurrido en aquel instante con Jack; lo primero era que lo decepcioné por completo ante mi negativa con respecto a su invitación y lo segundo era que se dio cuenta de que no le era indiferente. Había dicho más de dos palabras frente a él y sabía que eso lo tomaría como ventaja.

Unos ruidos extraños llamaron mi atención en cuanto puse un pie dentro de la casa.

El auto desconocido estacionado en mi lugar me decía que mamá y Emma no se encontraban solas.

Pensé vociferar como todos los días, pero las carcajadas desde la cocina me hicieron cambiar de opinión.

—Sweet pig, llegaste al fin.

Roth se encontraba sentado en uno de los taburetes con Emma en las piernas mientras mi madre lo miraba con exagerada admiración. Entorné los ojos y me acerqué un poco más.

—Podrías, no sé, haberme dicho que vendrías a casa —expresé con tosquedad.

Roth, como siempre, puso los ojos en blancos.

—Dios, tienes que hacer algo con esa maldita actitud tuya Lía.

—¡Roth! —sentenció mi madre, que miró en dirección a mi hermana pequeña.

—Ah, no has escuchado eso, pequeña Emma. Las malas palabras no deben decirse y menos salir de la boca de una nena tan bella como mi hermanita.

—Sí, claro —repliqué con desdén y todos me miraron como si fuese una criminal.

—Lía, Roth se quedará por el fin de semana —opinó Emma, de ocho años, con un entusiasmo que mataría a un diabético.

—Ah, ¿sí? ¿Y dónde piensa dormir el príncipe de España? —Observé a mi madre, que había comenzado a morder sus uñas de manera inquietante—. No me jodas, mamá —dije cuando caí en la cuenta de que le dio mi habitación.

—Solo es por el fin de semana —justificó Roth a la defensiva—. Además, tú y yo, señorita, esta noche vamos a salir. —Lo contemplé amenazante—. Solo es una cena con un viejo amigo en las afueras, Lía. Sé lo que estás pensando, pero Emma es muy joven y se aburriría y mamá, bueno... —Miró a mi madre, que tenía las manos cruzadas sobre su pecho a la espera de la idiotez que Roth iba a soltar—. Mamá tiene que cuidar a Emma. Please, Lía, solo ve conmigo. —Juntó sus manos en forma de súplica.

Me incorporé de repente y me acerqué a él.

—Ok, Roth. —Sus ojos se iluminaron—. Vamos a lo que sea que tengas esta noche.

Me haló con fuerza del brazo y me hizo reposar la cabeza sobre su hombro.

Mamá no tardó en unirse al abrazo familiar.

Me sentí por primera vez cálida y aceptada. Aunque mi relación con Roth era más que buena, estar unidos no era solo un momento especial, era lo que representábamos juntos; éramos una familia, lo que realmente importaba. 

Ruidoso Silencio ( Chicas Gordas #1) Disponible en AmazonWhere stories live. Discover now