Cuando salí de la ducha, cepillé y arreglé mi cabello. Era lacio por naturaleza, pero esta noche me hice unas cuantas ondulaciones desde el medio hasta las puntas, así podía dejarlo suelto.
Pinté mis labios con un color carmesí y arreglé un poco mis pestañas. Me puse el collar que le había regalado Homer en navidad y finalmente unos zapatos de tacón bajo.

Miré mi reflejo en el espejo y sonreí orgullosa. Las ojeras no se hacían muy visibles con la base que me apliqué, me veía bien, o eso creía yo.

Pasé leyendo un libro que tenía pendiente en mi librero. Siempre me llamó la atención eso de crear un blog para realizar reseñas de libros que leo, y compartir mi opinión con las demás personas. No diré que no he encontrado tiempo porque todos sabemos que soy una desocupada, simplemente imagino la responsabilidad que conlleva y desisto a la idea.

Escuché el timbre que indicaba la llegada de Homer y sonreí entusiasmada. Guardé la carta en mi bolso y tomé un abrigo por si hacía frío en las próximas horas.

Abrí la puerta y lo encontré con una camisa blanca, un pantalón de terno y una corbata que encajaba perfecto con su color de ojos.

-Hola - le dije estirándome para besar su mejilla.

-Te ves muy bien hoy - susurró dándome un repaso de pies a cabeza.
Le devolví el cumplido y cerré la puerta con llave.

Fuimos hacia su auto y cuando estábamos listos, sacó una venda del asiento trasero.

—Necesito que te pongas esto, es una sorpresa — solté un suspiro soñador e hice lo que me pidió con su ayuda.

—Gracias por esto, Homer — La verdad no tengo idea de a dónde vamos, pero era un lindo detalle de su parte.

Recorrimos las calles en un absoluto silencio mientras sonaba una canción romántica en la radio.
Después de lo que parecía ser media hora, se detuvo.

Me ayudó a bajar y con cuidado de no tropezar caminé a su lado.

Llevábamos unos pocos minutos caminando, entonces, sentí que una puerta se abrió y supuse que habíamos llegado. Me sentí sola durante un momento y escuché un fuerte ruido. Me sobresalté. Habían cerrado la puerta.

—¿Homer? — murmuré nerviosa mientras estiraba mis manos tratando de encontrarlo. Nadie respondió. —Vamos, Homer, di algo por favor — reí nerviosa y me di cuenta que la habitación no podía superar el metro cuadrado, pues mis brazos no podían estirarse del todo.

Saqué la venda de mis ojos mientras trataba de respirar mejor y noté todo oscuro.

La habitación medía menos de un metro. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y grité.

—¡Esto no es gracioso! ¡Sácame de aquí! — cerré los ojos mientras movía mi cabeza de adelante hacia atrás y trataba de alejar los recuerdos de mi mente. Esto no es verdad, él no me hizo esto. Si cierro los ojos aún más puedo aparentar estar en mi habitación.

—Homer — susurré con miedo — por favor, sácame de aquí.

La sensación de estar encerrada en una habitación tan pequeña estaba matándome. Olía a humedad, hacía calor y había olvidado mi bolso en el carro de él.

Escuché la risa de una mujer y se me hizo fácil reconocerla. Era ella.
Abrí los ojos y sentía que cada vez me quedaba sin aire.
Y cuando pensé que la situación no podía empeorar, empezó a oler a quemado.

Miré al suelo y encontré humo viniendo desde el agujero que había en la parte inferior de la puerta y el piso.
Grité por la desesperación y caminé torpemente hacia atrás hasta que topé con la pared que me encerraba. No es real, no es real, no es real.
Él no sería capaz de hacerme algo como esto, no es verdad.

—Oye, Ada, ¿Me escuchas? — dijo la voz de Carly llena de diversión. — Nos facilitaste el trabajo, ¿Sabes?. Íbamos a llamar a tus padres para decirles que te quedarías a dormir en la casa de Homer, pero él me contó que salieron de viaje esta mañana. ¡¿No es genial eso?! — rió escandalosamente y lloré negando con la cabeza.

—¡Por favor, quiero salir! — grité mirando el humo que no paraba de entrar. No era mucho, pero traía demasiados recuerdos.

—Oh no, linda, te quedarás ahí durante un buen rato más — asustada porque me dejaran más tiempo encerrada, golpeé la puerta con todas mis fuerzas. Era imposible que la noche de hace años no se reproduzca en mi mente.

Homer.

No lo hagas.

Tomé una respiración profunda y decidí seguir con el plan de un principio.

*Flashback*

—Necesito tu ayuda — se hizo a un lado dejándome pasar y empecé a contar la historia.

La casa de Carly era sencilla, pero no en exceso. Había estado aquí antes y la única razón por la que volví, fue para encontrar una forma de quitar el dolor.

—Déjame ver si entendí — mencionó poniendo una mano en su barbilla — Ada Nichols sufre claustrofobia — asentí y mostró una sonrisa escalofriante — Tengo el plan perfecto.

*Fin del flashback*

Cada segundo que pasé a su lado fue como estar caminando sobre un suelo lleno de clavos. No podía soportarlo, pero a la vez, creía que era necesario.
Ada creía que podía aparentar que nada había pasado, pero estaba tan equivocada.

Se veía hermosa. No podía negar que esta chica siempre fue una perdición para mí, pero las cosas se tornaron de un color oscuro desde el día que Mason murió. Nada volvería a ser como antes.

Me obligué a no pensar en su felicidad de esta noche, me forcé a no desistir.

Cuando llegamos, la ayudé a bajar y guié nuestros pasos por el pasillo diminutivo de una pequeña casa que le pertenecía al padre de Carly.

Entonces, todo empezó.

Llevaba casi veinte minutos ahí adentro y no paraba de gritar. Apreté los puños con fuerza y decidí que era hora de parar con el asunto del fuego.

Carly decidió prender una vela y quemar pequeños trozos de papel para que el olor llegara a través de la puerta. Habíamos tomado las precauciones necesarias para no iniciar un incendio, no llegaríamos a ese punto.

¿Qué estás haciendo? ¡Detente!

Respiré profundo y dejé todo a un lado.

—Creo que ya deberíamos sacarla — le dije en voz baja.

—¿Estás loco? Recuerda lo que le hizo a Mason — cerré los ojos sintiendo dolor y asentí con los dientes apretados — Vamos a dejarla esta noche aquí, es mejor que regresemos.

Miré al cuarto en donde Ada estaba y debatí durante unos segundos.

Suspiré y salí trotando hacia mi auto. Sabía que nadie iba a escuchar sus gritos, y no sé qué parte de todo esto me asustaba más.

Arranqué a toda velocidad y dejé que Carly se fuera en su auto. Necesitaba pensar mejor.

A falta de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora