XXXVII

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Lyra no terminó de escuchar la historia que Tyler le comenzó a contar a Laura. Lo había visto todo ya. Sin embargo, volvió a conectarse con él como antes había hecho, y supo que estaba equivocada. Sí que habían sucedido más cosas.

Tras sobrevivir a la explosión, Tyler y los pocos sobrevivientes se asentaron en el Empire State, la base de operaciones más próxima. Aprendió esto en un par de segundos, tras ver una rápida secuencia de imágenes que los mostraban reordenando el sitio. Los vio viajar a la academia española para encontrar un vacío en el lugar que supo, por la conexión mental, albergaba las últimas esperanzas de Tyler por volver a retomar la idea de entrenar a los niños con poderes. La meta inicial de la Entente, disfrazada con la fachada de los códigos.

Observó también cómo navegaban a la isla donde el cuartel había estado, sólo para encontrar la destrucción que habían causado. Fue ahí que sintió una punzada de remordimiento. No había sido culpa de la Entente después de todo, ellos habían malinterpretado todas las señales. El Código 73. La destrucción de su academia. Los soldados de la Entente. Todo.

Y habían arrasado todo a su paso.

Una lágrima se le escapó al ver a Tyler arrodillándose frente a los restos y dejando su gorra en el suelo. Una gota de culpabilidad. Se sentía terrible por lo sucedido. ¿Por qué no pudo ser suficientemente inteligente para verlo en ese entonces?

Antes que pudiese seguir sufriendo, vio una escena ya varios años más adelante y, al no verla cambiar tras dos segundos, supo que era importante.

Laura y Tyler iban en el asiento trasero de un sedán cuando de repente ésta saltó en su asiento, despertando de su siesta sobresaltada.

-¡Ty, allá!- exclamó, sacudiendo a Tyler y apuntando con su mano libre al paisaje exterior.

No fue consciente de cómo, pero supo que estaba en Rusia. Quizás los anuncios en aquella lengua, que vio de manera inconsciente, fueron la clave en la revelación, así como también lo pudo ser la Catedral de San Basilio, sus copas de colores alzándose sobre los edificios aledaños.

-¿Qué?- respondió éste, alertado por el grito -¿Estás segura?-

-Lo veo, mucho más fuerte que los demás- repuso Laura, ahora sin separarse del cristal, su vista fija en un punto más allá de la catedral.

-¿Laura, segura?- volvió a preguntar él, sin creerse lo que sus oídos escuchaban.

-¡Qué sí! ¡Hay que ir ya!- repuso Laura, su dedo índice golpeando con insistencia la ventana con una sola dirección fija.

Tyler asintió, convencido ante la insistencia, y se inclinó al conductor para decirle algo que no alcanzó a entender.

La escena cambió enseguida, sin esta vez volverse blanca, y entonces la calle a sus pies dejó de ser una carretera amplia para convertirse en un angosto camino por el que el sedán apenas cabía. Sin embargo, los dos ocupantes a los que estaba siguiendo el rastro ya no estaban dentro.

Los vio dirigiéndose con prisa por un camino tras una reja tostada, atravesando una extensión de la calle dentro del sitio. No tuvo idea cómo, pero logró acercarse y ver el sitio donde estaban. A la derecha de la pareja se extendía un campo abierto, árboles regados a su largo y ancho y juegos para niños entre éstos.

Logró incluso ver un barco en la distancia, de madera y con un tobogán incrustado en uno de sus lados.

Sin embargo, lo que más le impresionó fue lo que vio al voltearse.

Frente a la calle que a pareja ahora cruzaba se alzaba una estructura como nunca había visto. A sus ojos, se veía como una mezcla entre una iglesia y alguna mansión que algún millonario hubiera deseado ocultar entre cubiertas de hojas. Las paredes, de un color tostado idéntico a las rejas con algunas decoraciones y fachadas en blanco, estaban pobladas de ventanas opacas de diferentes tamaños, las más bajas con forma rectangular. El tercer nivel, el más alto, contaba con ventanas de diferentes tipos: la que más resaltaba, una circular en el centro mismo del edificio. Justo ahí, un segundo antes que se viera arrastrada al interior por una fuerza mayor, alcanzó a ver la silueta de una niñita corriendo de vuelta adentro tras contemplar por el cristal.

El interior era igual de vistoso. Paredes de tonalidades ocre que se combinaban con un techo blanco, con adornos de un tono dorado que le daban un toque lujoso. Alfombras de un tono que completaba una perfecta combinación adornaban el suelo, y sobre una de éstas se encontraba la mujer que había salido a recibir a la pareja.

Uniforme negro pulido a la perfección, cabello peinado de manera elegante y de modo que no sobresaliera de sus hombros, daba un aire de orden y superioridad incluso desde la distancia donde se encontraba.

-¿Disculpen?- preguntó, y enseguida Lyra notó que algo no estaba bien.

Su boca se movía a una velocidad mayor de la que sus palabras eran pronunciadas, y ni siquiera empezó a analizar el fenómeno cuando la respuesta apareció ante sus ojos. Traducción. La mujer que la había arrastrado a todo aquello de alguna manera estaba traduciendo todo lo que decía. Del ruso a español. Ahora tenía sentido.

-¿Necesitan algo?- continuó, cruzando sus brazos con una chispa de sorpresa en los ojos ante la repentina visita.

-Venimos por la adopción- respondió Laura en un tono optimista, en un intento por ganarse la confianza de la mujer.

Entonces entendió en donde estaba. Un orfanato. El amplio parque entonces tenía sentido para ella.

-Seguro- asintió la mujer, un tono de duda ante la sorpresiva petición.

Eso le dejó claro que el lugar no era frecuentado. Sin embargo, antes que pudiese teorizar sobre esto, se fijó en que se estaba moviendo una vez más. Oyó como delante de ella la pareja y la mujer conversaban sobre el papeleo y el lugar, pero apenas era consciente de las palabras. Su mirada estaba clavada en los alrededores, absorbiendo cada detalle que pudiese.

Al menos hasta que escuchó las vocecillas de las niñas. Su mirada de inmediato se dirigió al origen del sonido, tras la puerta que la mujer estaba abriendo con su mano. Enseguida vio un salón repleto de niñas, todas ordenadas en filas y conversando entre sí.

Se callaron apenas vieron que no estaban solas, enderezándose para verse organizadas. Vio la enorme diferencia de edades que había, desde lo que suponía eran quinceañeras hasta una niñita de lo que calculaba un par de años aferrándose con pena a la pierna de una de sus compañeras mayores. Ésta última a su vez estaba sobándole el cabello, esparcido alrededor de su cabeza en una mata rubia.

-Los señores Levesque vienen a verlas. Sean educadas y preséntense- le ordenó la mujer a las niñas, ignorando por completo la pareja a su espalda.

Lyra, por su parte, vio como Laura se inclinaba y susurraba algo al oído de Tyler. No movió las manos, pero sus ojos fueron suficiente para revelarle de qué se trataba el mensaje. Era ella. La niñita rubia.

Vio como los dos conversaban en ruso con otras niñas, para disimular, pero mantuvo su atención fija en la niña y las miradas disimuladas que le daban, como para asegurar que no se la llevaran. Ésta no parecía darse cuenta, aun cuando sus ojitos azules estaban fijos en los recién llegados.

-¿Es penosa?- le preguntó Laura después de un momento a la chica tras la que la niña se refugiaba.

-Si- suspiró la chica, mirando la niña de reojo -Se llama Sofiya. Es nueva-

Laura asintió sonriéndole a la chica, al tiempo que se agachaba para quedar a la altura de la niña.

-Hola princesa- la saludo con el tono más animado que pudo conjurar -¿Cómo estás?-

Sofiya la observó por un segundo, analizándola, y entonces se soltó de la pierna de la chica. Ésta sonrió al ver a la niña avanzar y darle un abrazo a Laura, pero ignoró por completo el momento en que la niña susurró tres palabras al oído de Laura. Tres palabras que acabaron con el aire tranquilo que Lyra percibía de toda la situación.

-Tú, yo, poder- 

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now