XXI

5 0 0
                                    

-Cometimos un error- susurró Lyra, sus ojos dirigidos al frente.

Ni bien alcanzó a terminar su frase, las puertas de la estancia donde se encontraba se abrieron de par en par. Volteó, encontrándose de frente con una docena de soldados entrando al recinto con armas en alto. Los recordó enseguida, el déjà vu impactándola como un balde de agua fría.

El túnel en momentos iluminado, un chirrido anunciando el apagón venidero. Sam y Celeste, alejados del grupo mientras creaban una media luna. Luego los soldados, la determinación en los ojos de Sam al lanzarse contra éstos, y la pared que los dividió para siempre. Todo había pasado tan rápido en el momento, e incluso ahora en su memoria parecía tener la misma velocidad.

Eran los mismos.

El sujeto con el casco negro, que en el momento había pensado era el comandante, con un gesto de su mano dio la orden de abrir fuego. Los soldados que lo seguían, hombres jóvenes al ver sus caras, se desplegaron a su alrededor, todos apretando con fuerza los gatillos de sus armas. No necesitó voltearse para saber cuál era el objetivo.

El chico.

Un gruñido le hizo voltearse, justo en el momento en que el cuerpo de otro científico caía víctima de otra aguja. Enseguida cayó sobre él la lluvia de balas, las fuerzas de todas estas combinadas lanzando su cuerpo hacia atrás.

No gritó.

Lyra, con un nudo en la garganta que amenazaba con hacerla vomitar, lo vio caer a la sustancia en la que antes estaba cubierto, una convulsión recorriéndolo antes de paralizarse por completo. Pensó que debía estar muerto, pues no había forma de sobrevivir a una ráfaga como aquella.

Sin embargo, enseguida supo que acababa de equivocarse.

Con una velocidad inhumana, el chico volvió a levantarse, sus manos en alto contra los soldados, mucho más rápido de lo que éstos alcanzaban a contraatacar. Cerró sus ojos, tratando de evitar de cierta forma la masacre que estaba a punto de presenciar.

No sucedió.

No escuchó disparos, ni gritos de dolor.

Abrió los ojos, volviendo su mirada al pelotón. No se encontró con los cuerpos atravesados por agujas que esperaba ver. En su lugar, se encontró a los soldados quietos, sus ojos plantados en el muchacho. Vio, por un breve momento, cómo el agarre de cada uno en su respectivo rifle cambiaba, y enseguida supo lo que sucedía.

Los estaba hechizando de alguna forma.

-¿Qué hace?- le preguntó a la mujer, en un intento por confirmar así su teoría.

-Controlándolos- respondió ésta, y esas palabras fueron suficiente para hacerle ubicar la última pieza del rompecabezas.

Nunca fue la Entente en sí. Los soldados, que sus mentores Félix y Marina habían pensado fueron en su contra para acabarlos a todos, estuvieron todo el tiempo guiados por algo que tal vez ni siquiera lograban entender. Habían hecho estallar la academia en vano.

-Non può essere- susurró, la imagen completa de su pasado formándose ahora ante sus ojos.

Ahora lo tenía todo claro. Todo lo que una vez hicieron, la revolución que de jóvenes habían aireado, fue por él. El muchacho ahora ante sus ojos, controlando a los soldados entrenados de la que alguna vez fue la organización más poderosa del mundo.

-¿Ves lo que te quería decir?- le preguntó la mujer sacándola del trance en el que se encontraba.

Volteó su mirada hacia ella, viendo destellos luminosos en la espalda de la mujer. Por un momento se preguntó qué eran, pero enseguida los recordó.

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now