VII

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-¿Sam?- preguntó Cass, su voz cortándose mientras bajaba sus espadas.

Por un momento el silencio dominó la intersección, solo interrumpido por las bocinas distantes. Liz dejó caer una de sus dagas, su golpe metálico resonando por la falta de ruido.

Enseguida corrió, lanzándose a los brazos de Sam. Éste apenas tuvo tiempo de reaccionar, abrazando a Liz con cuanta fuerza pudo. Lágrimas resbalaron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas.

Habían sido veinte años durante los que estuvieron separados. Toda una vida. Sin embargo, aquí estaban, reunidos de nuevo tras la tragedia que los separó años atrás.

Cass se acordaba bien del momento. Pesadillas de ello venían a él cada vez que intentaba recordarlo. Podía volver a sentir la cercanía de las paredes rocosas que bordeaban los túneles, el brillo apagado de las luces de emergencia, y el calor del ambiente que generaban las armas de la Entente. El momento en que los soldados capturaron a Celeste, y Sam se lanzó a salvarla. Los años siguientes, fallos continuos en su intento por recuperarlos. Y ahora, ya estaban reunidos de nuevo.

-¡Cass!- exclamó alguien, haciéndolo levantar la vista.

Se encontró con quien había hablado, y no pudo reprimir entonces una sonrisa. Celeste, su mano sujetando el marco de la puerta por la que había salido. Su cabello oscuro que, de vuelta en la academia le llegaba a los hombros, ahora se extendía hasta la mitad de su espalda, el tinte morado que llevaba aquella vez ya desaparecido. Sin embargo, no se veía tan diferente a como Cass la recordaba. Los mismos ojos de un verde con tono jade, cargados con la sabiduría adquirida durante los años. Misma piel bronceada, con los rasgos delicados de aquella eran aún presentes, aunque sin la misma intensidad.

-¿Cel?- preguntó, usando el apodo con el que la llamaban antes de dividirse.

Celeste sonrió, abrazando a Cass tras pasar por la parte trasera del auto, con la misma agilidad que alguna vez había tenido. Cerró sus ojos, dejando que un enorme peso se levantara de sus hombros. Se sentía aliviada. Hundió su cara en el hombro de quien alguna vez había sido uno de los dos chicos a quienes había considerado como hermanos, que ahora era el hombre que tenía en frente.

Se separó, analizándolo con una rápida mirada. Le sorprendía cuanto había crecido. De vuelta en la academia, ella era una de las más altas, sólo superada por Sam. Sin embargo, ahora Cass la superaba ya por más o menos media cabeza. De resto, seguía siendo el chico que recordaba, cabello y ojos oscuros, cuerpo delgado y una tez oliva como la suya. El Cassian que recordaba.

No alcanzó siquiera a moverse cuando se vió atrapada en los brazos de alguien más, y no necesitó más indicador que el cabello rojo para saber de quién se trataba. Anna. La pequeña Annie. Le devolvió el abrazo, hundiendo una de sus manos en su melena rojiza. Anna seguía siendo pequeña, al menos una cabeza menor que ella. Vio sus ojos azules húmedos al levantar su cara para mirarla, las pecas en su nariz visibles por su piel pálida. La misma Annie que recordaba.

Volteó apenas Anna se separó de ella, encontrándose con Sam, quien conversaba con Cass. Anna se dirigió hacia ellos, al tiempo que Liz la abrazaba. Le impresionó la mujer con la que se encontró. Sólo quedaban los ojos verdes y el cabello oscuro de la antigua Liz. Su hiperactividad, que en el pasado había encontrado molesta, ahora le hacía un poco de falta. Se preguntó por un momento qué pudo haberle ocasionado ese cambio.

Liz se separó, sonriéndole de la misma manera que había hecho cuando se encontraron por primera vez, aquella tarde en la academia, y no pudo evitar sentir un torrente de emociones ligadas a los recuerdos de ese pasado perdido.

-Entonces... ¿Son pareja?- preguntó alguien a su espalda y, al voltearse, casi no reconoció a la persona que le había hablado.

Mariella. La chica precavida y tímida del grupo. Al menos a su parecer. Había crecido; sus rasgos infantiles casi desaparecidos por completo. La curiosidad que antes inundaba sus ojos ahora se balanceaba con una sabiduría adquirida por los años, reflejada también en sus casi imperceptibles gestos con las manos.

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now