VIII

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Lo primero que Alaska vio al abrir los ojos fue un árbol. Tronco grueso, cubierto de vides. Grisáceo, bajo el ambiente oscuro que lo rodeaba. Un silencio espectral dominaba el ambiente, y sólo fue interrumpido unos segundos después por Victoria.

-¿Dónde rayos estamos?- preguntó ella, observando sus alrededores con curiosidad -¿Angella?-

-No tengo idea- respondió ésta, soltando su mano de la de Alaska.

-Se supone que tú nos teletransportaste- volvió a decir Victoria -Deberías saber-

Angella no respondió, y Alaska vio que miraba a sus alrededores con una expresión desconcertada. Podían llevar poco tiempo juntas, pero ya sabía reconocer la mayoría de las expresiones de su hermana. Aún le parecía extraño. Había tenido una hermana todo este tiempo y, sin embargo, nunca lo supo. La habían mantenido oculta, hasta que ella fue quién volvió.

-¿No sienten algo raro?- preguntó Maia, cerrando sus ojos mientras inclinaba su cabeza hacia arriba.

La espesa cubierta de hojas que los árboles creaban cubrían el cielo, pero eso no le impedía oír el choque eléctrico de los rayos al impactar el suelo con fuerza. Recordaba haber visto el cielo oscuro al estar jugando en el patio; sin embargo, en ese momento no amenazaba con una tormenta así.

«¿Cuánto tiempo pasó?» Pensó, tratando de asimilar el tiempo transcurrido «¿Quince minutos? ¿Media hora?»

-¿Rayos?- le preguntó Alaska, levantando una ceja en su dirección.

-No sé- respondió Maia, abriendo los ojos y volviendo a bajar su cabeza.

-¿Entonces qué se supone debemos sentir?- preguntó Victoria, girando los ojos.

Maia no respondió, dirigiéndose a uno de los árboles cercanos. Las vides cubrían el tronco por completo, desapareciéndolo entre las hojas. Acercó su mano a una, buscando la mejor posición para escalar el árbol. Una vista aérea del lugar donde estuvieran podría ayudar. Sin embargo, no alcanzó siquiera a poner un pie en el tronco.

Apenas acercó su mano las vides comenzaron a retorcerse, como si trataran de estrangular al árbol. El suelo comenzó a sacudirse, y eso fue indicio suficiente para que Maia comenzara a correr.

Alaska, Angella y Victoria notaron enseguida lo que sucedía, volteándose a correr tras Maia, en dirección opuesta al árbol. El suelo a sus pies se retorcía de una manera para nada natural, algo que las cuatro apenas pudieron evitar.

Angella se teletransportó al frente del grupo, manteniendo el rápido paso que llevaba. La barrera que ella misma había creado, que aplicaba para evitar usar su poder, se derrumbó apenas sintió la ráfaga de viento que siempre acompañaba su teletransportación. Un miedo casi inconsciente se había apoderado de ella tras saber cómo se había perdido, pero en ese momento el miedo había desaparecido, reemplazado por la adrenalina del momento, que mantenía sus sentidos alerta y agudizados.

Por el rabillo del ojo alcanzó a ver los árboles a su lado empezar a retorcerse también, lo que la hizo correr más rápido. Hubo un tiempo en que no le agradaban las carreras que tenía en la escuela de vuelta en San Francisco y, sin embargo, ahora agradecía por ello. El suelo no la ayudaba, moviéndose como olas a sus pies. Subía y bajaba de manera abrupta, haciéndole perder un balance que apenas alcanzaba a recuperar antes de que el suelo volviera a elevarla.

Dio una rápida mirada a su espalda, encontrándose con que Victoria había desistido de correr y estaba ahora volando, esquivando el suelo y la cubierta de hojas y vides sobre su cabeza. Alaska tenía sus brazos extendidos, avanzando con un movimiento que hacía parecer que no estaba ni siquiera esforzándose, como hubiera corrido en un suelo así desde siempre. Maia no se lo estaba llevando tan bien, saltando y evitando golpearse por poco con cada ondulación del suelo.

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now