XXIV

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Alaska supo que estaba en otro lugar apenas sus pies tocaron la nueva superficie. Podía tener zapatos, pero aún así se notaba la diferencia de temperatura. Abrió sus ojos, confirmando lo que ya sospechaba.

Estaba en una cueva distinta.

Miró hacia abajo, donde sentía su mano aferrar algo que sentía familiar, pero al mismo tiempo extraño.

Su lanza.

El sable, ahora de vidrio, centelleaba blanco, el bombillo azul que le daba parte de su color habiendo estallado el día anterior. Lo observó con extrañeza.

La última vez que la había visto fue justo cuando el bombillo explotó, en plena práctica con Angella, y desde entonces la había tenido en su armario, a la espera de una reparación que debía de tener lugar apenas se diera el momento.

Dejó de pensar en ello apenas sintió alguien a su lado, y no tuvo que voltearse para saber de quién se trataba.

-¿Dónde está Angella?- le preguntó al anciano, su tono amenazante mientras aferraba la lanza -¿May y Tori?-

-Están bien- respondió éste, avanzando hasta entrar a su campo de visión -Necesitaba dividirlas. Todas tienen dones distintos. No puedo entrenarlas a todas juntas-

-¿Entrenamiento?- volvió a preguntar, alzando su ceja en duda -¡No necesitamos eso, necesitamos volver!-

-No estás lista para lo que viene- le volvió a responder Ent, su paciencia inquebrantable.

-¡Puede que sí!- respondió gritando, su mente enfocada en una cosa.

Debían salir de allí. Ya habían estado desaparecidas por demasiado tiempo.

-Es mucho más de lo que piensas- dijo, y algo en su tono le hizo por un momento dejar de lado sus pensamientos -Tu rol en esto es mucho mayor. Tú y tu hermana comparten la salvación-

Alaska se detuvo, congelada por las palabras del anciano. Ya las había oído, en alguna parte.

«Tú y tu hermana comparten la salvación»

-¿A qué te refieres?- preguntó, en un intento por recordar donde había oído el mensaje antes.

-Las dos tienen un poder oculto- explicó Ent, parándose en el centro de la enorme cueva -Ustedes pueden controlar la Sombra. Pueden acabar con esto-

-¿La Sombra?- preguntó, el nombre tomándola por sorpresa.

-Una entidad. Como yo- admitió el anciano, bajando la vista al decirlo -¿Esa tormenta que viste afuera? Es él-

La imagen de la tormenta extendiéndose en el cielo infinito, una garra en busca de su presa, enseguida llegó a la mente de Alaska, confirmación suficiente de las palabras de Ent.

-¿Qué quiere?- preguntó ella y, tras razonar un momento, añadió -¿Y cómo la derrotamos?-

-Puedo ver el poder en ti, fluyendo con una fuerza  descomunal- empezó a explicar el anciano, haciéndole dudar si siquiera le había puesto atención a su comentario -Tu hermana lo tiene también. Sin embargo, ambas tienen algo especial debajo de eso-

Con un gesto de sus ojos Alaska le indicó que continuara, manteniendo una postura neutral aunque una parte de ella se sintiera halagada.

-Ni tú ni tu hermana tienen el poder en su totalidad- dijo, con un tono que demostraba que el hecho aún le sorprendía -Se dividió entre ambas. No tengo idea del porqué, pero deberías agradecer por ello-

-Creo que perdí un poco de contexto- fue la respuesta de Alaska, sin entender por completo la última oración.

-Hace años había un chico como ustedes. Podía encarnar a la Sombra y ésta llegó a su mundo por la Entente. Hicieron un experimento de buena fe con él, una búsqueda para entender mejor el origen y la naturaleza de los poderes. Pero, como podrás imaginar, algo salió mal...-

-Y ahora tenemos que corregir ese error, ahora entiendo, ¿cómo la vencemos?-

-No es tan fácil- la detuvo Ent -El chico usó el poder más de la cuenta, y la Sombra lo poseyó. Tomó control de él, y tuvo poder para visitar en persona su dimensión. Y, apenas tu hermana abrió el puente a su llamada Zona Fantasma, también la tuvo a sus anchas-

Alaska, sin responder, meditó lo que le acababan de decir. Lo que en un principio le había dicho a Angella ahora cobraba sentido. Sin embargo, la culpa no había sido del todo suya. La Entente... no quería pensar en lo que hubieran hecho al saber que su hermana y ella tenían el poder.

-Fue como un niño en una juguetería- comentó el anciano, viendo su expresión -Yo juré no volver a las dimensiones a menos que se tratase de algo de suma importancia. A él lo arrastraron a la suya, y ya no tuvo vuelta atrás. Espero que entiendas a lo que me refiero-

Alaska asintió, su mente aún organizando toda la nueva información.

«Fue como un niño en una juguetería»

Le hubiera encantado reírse de ello, pero la metáfora le mostraba la peligrosa naturalidad de lo que enfrentaban.

Jamás pensó que pudiera llegar un día así. Tenían una poderosa entidad suelta en un mundo desconocido para ella. Genial. Cualquier cosa podía suceder, y en cierta manera eso generaba un miedo del que no quería manifestar.

-Rayos- susurró, pero enseguida un foco de esperanza se encendió en su mente -¿Dijiste que Ange y yo podemos detenerla, verdad? ¿Cómo lo hacemos?-

-No puedes aquí- replicó el anciano, aunque sonreía al hacerlo -Pero en tu mundo sí que hay lugares especiales donde podrías intentar-

-¿Y son?- preguntó Alaska, algo incómoda con el hecho de no haber recibido una respuesta completa.

-Los puntos de convergencia- respondió -Todas las dimensiones los tienen. Puntos donde la energía que las conecta es mucho más fuerte. El Empire State, por ejemplo. Su isla, el Triángulo de las Bermudas, es uno de los más poderosos. Por algo se han mantenido ocultos del mundo por tanto tiempo-

-¿Hablas en serio?-

-Sin la convergencia, no habría podido dirigir el poder de Angella hacia ti. Fue como una flecha que indicaba el destino-

-¿Qué?- fue lo primero que alcanzó a decir, su corazón detenido tras escuchar la oración -¿Tu... usaste a Ange para contactarme?-

-De cierta forma, sí- respondió Ent, sin moverse de su sitio -Ya no podía mantenerla oculta. Era hora de que ambas volvieran a encontrarse-

-T... t...- trató de decir, pero sus palabras no le salieron.

Miró al anciano, quien pareció darse cuenta de sus palabras. Sus ojos se aguaron. Las había captado, mucho más claras que el agua. Su mano se cerró con una fuerza casi dolorosa en su lanza, mientras sus ojos dejaban de mostrar la curiosidad de hacía unos momentos. Lo único que quedaba era ira.

-Mira...- trató de explicarle Ent, extendiendo sus manos al frente -No es lo que tú...-

-¡Cállate!- le gritó, su furia tomando por un momento el control de sus poderes.

La tierra a su alrededor estalló con una sacudida, el techo de la cueva desprendiendo múltiples fragmentos de roca y polvo. La cueva entera crujió ante la presión que el golpe de Alaska acababa de proporcionar, tratando de mostrar que podría colapsar de un momento a otro. No le importaba.

Iba a pagar por arrebatarle a su hermana.

-Ange-

-No lo...-

No alcanzó Ent a terminar de formular su oración cuando estuvo en el suelo, una patada de Alaska mandándolo a volar. Ésta giró su lanza en dirección al pecho del anciano, el sable blanco tornándose hostil con el polvo que lo rodeaba.
Alaska, una sombra tras el brillo de su arma, dejó que un par de lágrimas derramarán por su rostro, sin siquiera notarlas desaparecer a medio camino. No tenía tiempo para fijarse en nada más.

-Nunca debiste llevarte a mi hermana- dijo, levantando su lanza y preparándose para el descenso final.

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now