XVIII

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-¡No!- gritó Lyra, lanzándose a correr en dirección al tubo, un sólo pensamiento en su mente.

Liberar al chico de cualquier tortura a la que lo estuvieran sometiendo. Sin embargo, no alcanzó a alejarse un par de metros cuando chocó contra algo. El impacto detuvo su carrera y la arrojó contra el suelo, y apenas tuvo tiempo de amortiguar el golpe con sus manos, al pensar que aún podía levitar y salir ilesa. Necesitaba su poder de vuelta.

Se levantó usando las manos que tenía apoyadas en el suelo como soporte, acercándose ahora más lento al lugar donde se había golpeado. Extendió su mano al frente, tratando de encontrar aquello contra lo que se había golpeado. No había nada cuando vio, pero el dolor en su frente le decía lo contrario.

No se equivocó. Apenas avanzó un par de pasos, su mano se encontró con un muro. Con un par de golpes confirmó su sospecha. No era cristal, como al que una vez se había enfrentado en su academia. La pared que tenía delante era invisible.

-Cos'è questo?-preguntó, por un momento demasiado absorta con la pared como para prestarle atención a la traducción.

-No puedes intervenir el curso de la historia, Lyra- escuchó que le decía la mujer a su espalda, pero aun así la ignoró.

Golpeó la pared con ambos puños, en un pensamiento optimista de derribarla al primer intento. No funcionó. Dio un segundo golpe, pero por más invisible que fuera la pared no daba signos de ceder. Cambió su táctica a patearla, canalizando la ira interna que sentía ante lo que la Entente estaba haciendo y su deseo de detenerlo.

Mismo resultado.

-Muro stupido- insultó a la pared, al ver que no daba el mínimo indicio de haber recibido los golpes.

Se volteó entonces hacia la mujer, su última opción. Sin embargo, al verla supo que no la iba a ayudar. Estaba cruzada de hombros, una sonrisa en los labios que había tomado de la Marina que alguna vez fue su mentora. La miraba mientras intentaba en vano derribar el muro que la separaba de una escalera que bajaba a los pies del tubo, y fue esa mirada la que le reveló que la mujer estaba generando la barrera que le impedía avanzar.

-¡¿Qué rayos haces?!- exclamó con un grito, encaminándose hacia la mujer con ira palpable.

Se preguntó por qué la obligaba a ver esto. Ya habían destruido la Entente, los habían hecho sufrir. Lo que veía ya estaba en el pasado, bastantes años atrás. No cambiaba nada, aunque quisiera.

-No puedes interrumpir la historia- volvió a repetir la mujer, la monotonía en su voz hartando a Lyra aún más.

-¡Pues quiero hacerlo!- respondió con un grito, arrojando sus manos al aire en un gesto exagerado.

Apretó sus puños, pero se mantuvo en su posición. ¿Qué podía hacer? Arremeter contra la mujer era la mejor opción si quería desatar su ira, pero no le iba a permitir ni volver a su presente, ni derribar el muro. La mujer se veía que controlaba sus poderes a la perfección, así que dudaba poder hacerle algún daño que alterara su concentración.

-No ganas nada con ser terca- le dijo la mujer, viéndola cuestionar su siguiente movimiento.

Lyra empezaba a odiarla. Sólo quería volver a su presente. Necesitaba saber que las chicas estuvieran bien. Eran su responsabilidad. Se sintió estúpida por haberlas dejado en primer lugar. Debía volver. Decidió entonces jugar la carta que tenía mayores probabilidades de devolverla.

Tenía que seguirle el hilo a la mujer. Entre más rápido acabaran, mejor.

-Bien- dijo, soltando las manos que tenía apretadas, pensando por un momento en lo adorable que debía verse, con la corta edad que en el momento tenía -Tú ganas. Ahora dime que se supone debo hacer-

La mujer sonrió, asintiendo complacida con su respuesta, y dirigió su mano al frente, apuntando directo al tubo. Lyra, por mucho que no quisiera ver la escena, se forzó a ver lo que le mostraba.

Fue ahí que se dio cuenta que no había sido traída al sitio en vano.

El chico del tubo dejó de convulsionar ante su mirada, flotando hasta quedar en una posición en la que parecía estar de pie. Entonces abrió sus ojos, y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Eran negros. Dos orbes oscuros mirando todo y nada al mismo tiempo. Entonces se fijó en el pecho desnudo del chico, flácido ante la luz brillante del líquido en el que flotaba, y supo que había algo terriblemente mal en todo esto. Líneas negras se extendían por la piel pálida, esparciéndose como telarañas desde su cuello.

Tragó con fuerza, reprimiendo las sensaciones que le causaban lo que veía. Fue en ese momento que se dio cuenta que una alarma había empezado a sonar y, en menos de cinco segundos, obtuvo la respuesta a la pregunta que no había alcanzado a formular.

El chico levantó los brazos y, al hacerlo, el cristal estalló en pedazos. Fragmentos de vidrio volaron por todos lados, y Lyra, en un veloz acto reflejo, cubrió su cara con sus manos y se arrojó al suelo. Oyó las esquirlas de vidrio golpear el suelo a su alrededor, pero de alguna manera no sintió ninguna impactarle en la espalda. Se levantó apenas dejó de sentir los fragmentos caer, encontrándose con una escena de destrucción ante sus ojos.

Los cuerpos de varios científicos yacían sin vida en el suelo, cubiertos en partes por el espeso líquido azul que el tubo contenía. No era brillante de por sí, por lo que daba la impresión de ser alguna especie de baba esparcida por el lugar. Los restantes corrieron para ponerse a cubierto, uno de ellos en especial captando la atención de Lyra, no por su apariencia si no por lo que gritaba, directo a lo que supuso debía ser un radio portátil.

-¡Código 73!- exclamaba a gritos, corriendo a ocultarse tras una mesa -¡El Sujeto Cero está suelto! ¡Código...!-

«Código 73». Las palabras le recordaron a Lyra a aquel día en la academia, cuando lo habían perdido todo. Sus vidas, su confianza en la Entente, a Sam y a Celeste... Trató de desviar esos pensamientos con fuerza, pero entonces una conclusión le llegó a la mente. Estaba de vuelta en ese día. El día en que la Entente les había dado la espalda.

Volvió su vista al sujeto, tragando con fuerza, sólo para verlo morir. Una especie de aguja oscura acababa de atravesarle el pecho, levantándolo del suelo y luego haciendo caer su cuerpo sin vida a la sustancia viscosa. Llegaron voces distantes del radio en su mano, que se apagaron por completo al estrellarse el aparato contra el suelo. Lyra sintió como si algo la hubiera golpeado, y retrocedió impactada.

Si tenía alguna verdad que no quería admitir, por lo ridículo que sonaría viniendo de ella, era que le repugnaba ver a alguien morir ante sus ojos. No se lo había confesado ni siquiera a Anna, su amiga más cercana, y había hecho un esfuerzo monumental en ocultarlo cuando dieron su batalla con la Entente. Después de todo, ¿quién iba a creerlo? Lyra, la guerrera protectora, temiéndole a los cadáveres. Sonaba estúpido. Humillante.

Antes de que pudiera continuar con su torrente de pensamientos, algo captó su atención. La aguja, antes sólida como cual muro, se estaba deformando y recogiendo volviendo hasta el brazo de quién la había formado. El chico.

La masa negra que antes era la aguja se recogió, como sobreponiéndose sobre sí misma, hasta absorberse en la piel del brazo de éste. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lyra, asqueada por lo visto. Sin embargo, un sólo pensamiento predominaba en su mente.

«Código 73... El Sujeto Cero está suelto.»

Lo comprendió enseguida; las palabras de la mujer resonando en su mente. El chico estaba poseído por algo; algo que se había salido de control. Y justo eso era lo que había acabado con sus vidas.

«No fue la Entente» pensó, ahora cuestionándose con miedo todo lo que habían hecho «No fue su culpa» 

Noxus: El Linaje Perdidoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن