XXVII

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Camily bajó de su escondite con un salto elegante, arrodillándose al caer para amortiguar el impacto.

-No hay moros en la costa, Will- susurró, con una mano formando un gesto que esperaba su primo entendiera.

Con una sonrisa vio cómo el muchacho aparecía desde la parte trasera del helicóptero, sosteniendo sus oídos como si acabase de recibir un sonido fuerte. Ignoró su gesto y se dirigió al frente, apoyando sus manos en el cristal de la cabina.

El paisaje casi alienígena al otro lado del cristal por un momento le puso los pelos de punta, pero se relajó apenas sus manos tocaron la seguridad del vidrio. Sintió como Will se apoyaba a su lado y, por unos segundos, observaron en silencio cómo el grupo de luces se alejaba de ellos.

Había recibido la instrucción de Nico de mantenerse oculta antes de que siquiera aterrizaran y, desde una rendija de aire desocupada sobre la cabina, su escondite a elección, logró escuchar la conversación que los adultos mantuvieron abajo. Antes de que saliera, Nico, quien sabía a la perfección el lugar en que se había ocultado, le encomendó mantenerse en contacto con dos personas que habían quedado arriba, que cuidarían su única salida y podrían advertir de una posible amenaza.

Para entonces ya sabía quiénes eran. No podía simplemente tener el poder de leer mentes y no chismosear un tanto.

Dos niños, Ian y Alexandria, refugiados en el auto que momentos antes habían perseguido. Y estaban demasiado confundidos por lo que acababa de suceder. Esa era su seguridad. Suspiró, siguiendo con la mirada las luces de las linternas del grupo mientras desaparecían en las entrañas de la oscura mole.

Los reflectores del helicóptero, activados apenas éste tocó suelo, alumbraban un pequeño espacio de la nave, del que podía resaltar lo que en algún momento fueron cañones. Sin embargo, eso no era lo peor. Colgando de las múltiples ranuras que cruzaban el casco de la estructura estaban lo que parecían tentáculos, escurriendo por los lados de la nave hasta desaparecer en la oscuridad.

-Parecen calamares- comentó Will, siguiéndole la mirada.

-¿Esos no tienen chupas?- preguntó Camily, volteándose a mirarlo.

-¿Eh?- preguntó, sin poder entender a su prima.

El timbre en sus oídos, que llevaba apareciendo de manera esporádica desde que despertó, se había aumentado momentos antes que saliera de su escondite, ahora en un punto clímax que bloqueaba hasta la vocecilla de su prima. Desde temprano había decidido ocultarlo, pero ahora estaba viendo los defectos de esa decisión.

-Que si esos no tenían chupas- repitió Camily, ahora con una mirada de extrañeza -¿Estás bien?-

-¿Qué te parece?-

-Que tienes un dolor de oído- trató de adivinar la niña, la cara de su primo revelándole que estaba en lo correcto.

Con delicadeza se ubicó tras él, sus manos rozando su mejilla. Trató de ver si tenía algo en el oído, pero sus casi nulos conocimientos médicos le hicieron desistir. Con un suspiro se sentó en la silla del piloto, haciéndola girar con su peso.

-Trata de bostezar- le dijo a Will, mientras detenía la silla al agarrar el panel de mando -Me funciona. A veces-

El chico se la quedó mirando raro, con la cabeza ladeada ante la información. Nunca lo había intentado, pero su curiosidad le ganó y abrió la boca.

Intentó un par de veces, pero el resultado no fue el esperado. Por el contrario, el dolor pareció aumentar, el pitido en sus oídos tornándose doloroso. Con un quejido se cubrió los oídos, cayendo de rodillas mientras intentaba bloquear el ruido.

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now