XIX

8 0 0
                                    

Cass recordó la visión que había tenido en la mañana apenas Liz terminó su explicación. Ya la había comentado con Rebecca, para que mantuviera al Enterprise en alerta por si llegaba a volverse realidad, pero no le había dicho nada a Mariella, ni a la Guardia, todavía.

-Mary- la llamó, una vez Anna y Liz partieron para llamar a Sam y Celeste.

Mariella, de espaldas a él mientras inspeccionaba un pequeño arsenal, se volteó al oír su nombre, curiosidad denotada en sus ojos. Quitó sus manos de los cañones de los rifles que estaba revisando, ubicándolas en sus caderas mientras levantaba una ceja en duda.

-¿Si?- preguntó, tratando de leer en el rostro de Cass algún indicio de lo que pudiera tratarse.

-Tengo algo que contarte- respondió Cass, recostándose contra la pared en la leve luminosidad que el sitio donde estaban poseía -Y sé que me odiarás por no decirte-

Entonces le contó en detalle lo que su precognición le había mostrado.

• • •

-¿Qué crees que nos escondan?- preguntó Anna, mirando de lado a Liz mientras ambas se dirigían al auto junto al que Sam y Celeste se encontraban.

-No lo sé- respondió Liz, sin mirarla, al tiempo que acomodaba su pantalón.

Anna, por un momento, alcanzó a ver el brillo metálico que una de las dagas de su amiga generaba, oculta tras la camisa oscura que llevaba. Sintió una tristeza momentánea. En cierta manera era cierto lo que Liz había argumentado antes. No podían tener una casa con un hueco enorme debajo sin haber hecho algo para que éste no colapsara. Sin embargo, su mente no podía razonar bien el hecho de que los que años atrás habían sido sus amigos ahora estuvieran en su contra. O peor, estuvieran trabajando ahora con la Entente.

Sabía que Liz sabía todo esto. Incluso más. Ella era inteligente. Intuitiva. Y no dudaba que podría tornarse agresiva contra Sam y Celeste, ignorar el pasado si eso significaba salvar su futuro.

Deseaba que Lyra estuviera con ellas. Sí, tenía que quedarse a cuidar las niñas, alguien tenía que hacerlo, pero en el momento necesitaba su fortaleza. Lyra siempre sabía qué hacer. Ese era el tipo de guía que requería en el momento.

-Lo que sea que tengan ahí- añadió Liz al verla observar la daga escondida -Más les vale decirnos. No quiero vivir con el recuerdo de ser traicionada por los que eran nuestros amigos-

Ahí estaba. Liz estaba convencida de que tramaban algo y no pretendía rendirse ante la debilidad de los rostros conocidos. Le gustaría ser como ella, pero los sentimientos de su corazón le impedían mantener la dureza que su amiga ya presentaba.

Miró al frente, donde a unos metros estaban Sam y Celeste junto a un auto, conversando en voz baja con sus hijos. Fingió entonces una expresión de normalidad. Habían acordado eso, para así entrar al agujero con ambos. Si llegaba a ser una trampa, les forzarían a revelarla o a caer en ella.

-Sam, Cel- llamó Liz, apenas estuvieron a una distancia suficiente para ser oídos.

Sam volteó su cabeza al oírla, duda proyectada en su rostro. Anna sintió una punzada en su corazón, ante lo que estaban a punto de hacer. Odiaba eso, tener sentimientos encontrados. Tragó con fuerza y, con el poder de su voluntad, se forzó a sonreír como si nada.

-¿Qué pasa?- preguntó Sam, viendo como a ambas las empezaba a azotar un viento proveniente de la hélice ahora encendida del helicóptero.

-Tienen que ver lo que encontramos...- empezó a explicar Liz, pero entonces vio el rostro entristecido de su hija.

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now