IX

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Lyra despertó agitada, sintiendo gotas de sudor derramarse por su frente. Tomó grandes bocanadas de aire, ubicando sus manos de manera diagonal para mantenerse erguida. Ya no estaba en su Lamborghini.

Miró a su alrededor con desesperación, tratando de entender lo que había sucedido. Recordaba que había razonado lo que significaba el mensaje de Liz, y la carrera que había emprendido para volver a salvar a las chicas. Luego, esa extraña luz que la cegó, haciéndola frenar sin ver a dónde se dirigía.

Las paredes del cuarto donde estaba estaban coloreadas de un amarillo oscuro, atravesadas por algunas grietas oscuras. Techo blanco, que presentaba las mismas aberturas, y también había luz proveniente de una ventana a su derecha. Por un momento le cruzó el pensamiento de estar capturada, pero desapareció apenas movió las piernas, bajo una gruesa y cómoda sábana blanca.

Al menos no estaba encadenada a la cama.

Dirigió su mirada a los lados, capturando cada detalle del cuarto donde estaba. Baldosas blancas con patrones aleatorios cafés cubrían el suelo, esparciéndose hasta la puerta de madera en la esquina opuesta a su cama. Un mueble rústico de madera oscura se levantaba junto a ésta, ocupando el largo entero de esa pared. Sobre una parte baja de éste se levantaba un televisor pantalla plana, junto al que estaban su respectivo control y una alta consola de videojuegos, adornada con pequeños moños rojos. Decenas de libros adornaban la mayor parte del mueble restante, separados en intervalos por plantas y delicadas figuras de cristal.

La última pared, que tenía enfrente, estaba ocupada casi por completo por un clóset del mismo color y diseño que el mueble. Podría resultar útil si lograba voltearlo. A su lado, y le llamó la atención no haberla notado antes, había una pequeña mesita de noche, sobre la que se levantaba una lámpara de vidrio con dos bombillos, con una tela amarillenta cubriéndolos. Sonrió por un breve instante. Podría usarla como arma si tenía la oportunidad.

Miró hacia abajo.

Un pánico repentino la invadió al notar que no tenía la misma ropa con la que había salido. Su camisa blanca, cruzada por las correas de las espadas que hasta hacía unos momentos había llevado a la espalda, ya no estaba, ahora reemplazada por una suave camisa rosada, un estampado de arcoíris en su centro.

Su respiración se tornó agitada, un miedo repentino apoderándose de ella.

«Respira, Ly» se dijo a sí misma, en un intento por calmarse «Respira»

Llevó su mano derecha a su pecho, tratando de controlar su respiración. Enseguida deseó no haberlo hecho. Ninguna de sus experiencias pasadas la había preparado para lo que sus ojos veían en este momento.

La venda negra que llevaba había desaparecido, así como el dolor que aún sentía en aquella parte del cuerpo. Sin embargo, eso era lo de menos. Su brazo, hacía unos momentos marcado por los años que tardó dominando todo tipo de armas, estaba ahora pálido y delgado. Su mano estaba igual, dedos delgados y pequeños como los de una niña.

Llevó su mano a su espalda, agarrando un mechón de su pelo. Lo trajo ante sus ojos, y enseguida notó la ausencia de su siempre presente tinte azul en las puntas. El pánico se apoderó de ella. Nunca, nunca había dejado que el tinte se fuera, desde que tomó la decisión de aplicarlo cuando cumplió doce. Recordaba el momento, cuando tenía ataques de rebeldía y quería mostrarse como única. Su apellido le había servido en el momento. Blueshade, lo que definió el tono oscuro de azul que usaba.

Su respiración volvió a agitarse de manera descontrolada, sus recuerdos desvaneciéndose y los intentos por calmarse desmoronándose. Su mano se dirigió a su cara, la piel suave de su rostro haciendo contacto. Supo, sin siquiera recorrer el resto de su cara, que algo estaba mal. Ese no era su rostro.

-Lya ¿Cariño?- preguntó una mujer, entrando al cuarto de manera repentina -¿Qué pasa?-

Lyra se congeló en donde estaba. Reconocía el apodo, uno por el que nadie la había llamado en años, a excepción de Anna algunas veces. Su mirada se dirigió a la mujer, al tiempo que su mano izquierda se cerraba con fuerza en la base de la lámpara.

Sin embargo, su agarre se aflojó apenas se dió cuenta de quién tenía enfrente.

Tez pálida, igual a la suya, y un cabello largo del mismo tono carbón como lo tenía ella antes de tintarse las puntas. El mismo de ahora pensó, tragando con fuerza.

-¿Otra pesadilla, hija?- volvió a preguntar su madre, sonriéndole con ternura.

Lyra mantuvo su mirada firme, tratando de calmarse. Algo no estaba bien. Su madre no tenía una apariencia tan joven la última vez que la vio, hacía apenas un mes. Su cuerpo... no tenía idea de lo que le pasaba. Su mente estaba volando entre preguntas, buscando con la mirada una respuesta que lo que veía no parecía darle.

¿Dónde estaba su auto? ¿Y su tinte? ¿Qué le pasaba a su madre? ¿Dónde rayos estaba? ¿Qué sucedía con su brazo, por qué estaba así?

-Ven acá- le susurró su madre, agachándose para abrazarla.

Quería gritarle, decirle que no era ella. Que estaba abrazando el cuerpo de una extraña. Sin embargo, no le dieron fuerzas para hacerlo, y se dejó envolver en los brazos de su madre, un abrazo que no devolvió.

Su madre le quitó la sábana, jalando sus pies hasta tenerla sentada al borde de la cama. Aún así, no la soltó, por lo que no pudo ver bien sus piernas. Sabía que también debían tener algo raro. La soltó al fin, manteniendo aún un brazo alrededor de sus hombros.

Bajó la vista enseguida, y notó que estaba más baja que lo usual, sus piernas más delgadas de lo que eran. Su madre la dirigió a la ventana, haciéndole levantar la vista, aunque no quisiera. Trató de mantener su respiración constante, pero el miedo que sentía le impedía cumplir algo tan fácil. Un escalofrío involuntario recorrió su cuerpo, y su madre al notarlo la apretujó contra sí, de alguna forma intentando convencerla de que todo estaba bien.

Intentó convencerse a sí misma de ello, pero le fue imposible. Cada paso que daba lo sentía distinto, recordándole que no estaba en sí. Miró a todos lados, tratando de buscar algo que pudiera ayudarla a escapar. Sus manos temblaron bajo el pensamiento de que algo no estaba para nada bien, y se forzó a dirigir los ojos a la ventana, sus dos rejillas verdes abiertas de par en par.

Sin embargo, en vez de dirigirse a las afueras, en busca de algún indicio que le revelara su ubicación, su mirada se posó en un pequeño objeto en el marco de la ventana. Un espejo, no muy grande, con marco y mango de madera. Conteniendo su ansiedad con bastante esfuerzo, tomó el espejo entre sus manos con una calma fingida, esperando verse tan casual como fuera posible. Su madre no dijo nada, así que supuso que su actuación había salido a la perfección.

Elevó entonces el cristal hasta la altura de su rostro.

El espejo resbaló de sus manos, el cristal estallando en mil pedazos al impactar contra el suelo. El paisaje tras la ventana inundó entonces su campo de visión, el canal extendiéndose a unos metros del lugar donde estaba, bordeado de una verde cubierta de diversas plantas y múltiples casitas pintadas de vivos colores.

Un déjà vu la impactó en ese momento y tuvo que cerrar sus ojos para evitar marearse, apoyando las manos en el marco de la ventana. Ya sabía dónde estaba. Cuándo estaba.

Esa era su casa, antes de ir a la academia de la Entente. Estaba en Florencia. En Italia. Su casa, cuando era niña. Ahora. 

Noxus: El Linaje PerdidoWhere stories live. Discover now