Las islas del dragón

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La cabeza de Astrid se encontraba delicadamente posada sobre el hombro de Hipo, quien, rodeaba con sus brazos el maltratado cuerpo de la rubia. La respiración de ambos chicos era débil y casi imperceptible. La escasa luz del alba, a duras penas se inmiscuía en la celda que Hipo y Astrid compartían, por lo que ambos jóvenes se encontraban sumidos en una profunda penumbra.

El sonido de las olas que el barco rompía causo que la vikinga abriera los ojos de golpe. Sobresaltada inspecciono el lugar en el que estaba. El cuerpo del dragón seguía colgado, el olor nauseabundo había aumentado, lo único que era nuevo eran tres delgados rayos de luz que habían logrado colarse desde el piso de la cubierta hasta su celda.

Tras inspeccionar la frágil luz, la muchacha poso su atención en el vikingo que la abrazaba con ternura, como si de alguna manera intentara protegerla, aunque ella sabia que eso era imposible; los secuaces de Drago tenían motivos para no atar a Hipo, y el primordial, era su debilidad, aquel joven de cabello castaño no podía hacer nada contra cientos de vikingos fornidos.

el rostro sereno de Hipo y el calor que emanaba del cuerpo de este obligaron a Astrid a olvidarse de la situación que la aquejaba durante unos momentos.

Los ojos del pecoso se abrieron suavemente, y tras esto, se encontraron con una mirada azul cielo, que fijamente lo observaba, de manera tal que parecía que la dueña de tales ojos celestes se empeñaba en contar cada una de las pecas que decoraba el rostro del chico.

—¿estas bien? —pregunto la rubia, sin despegar su atención de su compañero.

—si, ¿tú lo estás? — interpeló Hipo, mientras una mueca de alegría aparecía en su rostro.

—Si. Por lo menos estamos vivos — respondió la muchacha, para después mover sus manos atadas.

El gesto de alegría se esfumo súbitamente de la cara del castaño. Su piel lechosa, palideció aun mas y poco a poco, el desasosiego volvió a inundarlo.

—ni siquiera sabemos donde nos llevan —dijo Hipo, separándose de Astrid, no porque estuviese harto de estar cerca de ella, el problema era que, no se sentía digno de abrazarla.

—creo saberlo —añadió Astrid, reduciendo la distancia que la separaba de su compañero, cosa que provocó la aparición de una sonrisa en este.

—¿Dónde nos llevan? —curioseó Hipo.

—a Ryu —respondió Astrid.

—¿Ryu? —dudó Hipo por un momento —¡claro la isla de Naoki! — exclamo, cuando recordó lo que Miyaki le había explicado.

—el hombre que estaba en esta celda me dijo que sus hijos nos ayudarían a escapar...—dijo la rubia, mientras miraba el cuerpo inerte del dragón.

—pero...es un...dragón...—soltó Hipo, dirigiendo su atención al ser escamoso.

—lo se pero sus palabras sonaban como las de un humano —argumento Astrid —tal vez ese hombre que vi era un brujo...

—o un Dios —interrumpió Hipo.

—si eso es cierto, quiere decir lograremos vencer a Drago...—añadió Astrid.

—eso...espero...—murmuró Hipo, mientras un escalofrío comenzó a recorrer su cuerpo. 

El sonido de los shofares resonó por toda la costa de Lemen. Miles de personas de rasgos bastante diferentes a los de cualquier vikingo emergieron de las montañas, impulsadas por la curiosidad, y tras esto, caminaron temerosas hacia el puerto, que estaba construido a base de rocas.

La flota de Drago se imponía a través de las olas, cual feroz monstruo marino. Las personas que habían tenido la valentía de salir de sus casas observaban pasmados como los barcos del cazador de dragones, llegaban a su isla.

Cuando Manodura puso su pie en el muelle, las personas que se encontraban ahí reunidas guardaron silencio y bajaron la mirada. El vikingo de aspecto repulsivo sonrió levemente al notar aquella actitud de los habitantes de Lemen.

—¡¿Dónde están los guardias?! — pregunto exasperado Drago, mientras observaba hacia todas direcciones —¿no debería ser escoltado hacia el palacio?

Los presentes guardaron silencio, ninguno de ellos se atrevía a realizar algún gesto o a emitir sonidos, pues el hombre que se encontraba parado frente a ellos les ocasionaba pavor, y no precisamente por su tamaño y deformidad, sino que, por la capacidad que tenia ese vikingo de matar dragones y continuar cosechando éxitos.

—¡¡¿Dónde están los guardias?!! — bufó Drago, poderosamente, en un idioma extraño.

—tranquilo amigo  —murmuró sutilmente una voz entre la multitud, en el mismo idioma que Drago había utilizado; las palabras a pesar de ser suaves lograron desplazar a los espectadores, que respetuosamente se hacían a un lado. 

Los presentes posaron su atención en un hombre que vestía un traje dorado, y que era dueño de una barba extremadamente larga. Con pasos lentos ese hombre, que también poseía el cabello tan blanco como la nieve, se abrió paso entre los hombres y mujeres que se inclinaban ante él.

—¡¿y te atreves a salir solo?! — le preguntó descaradamente Drago al hombre, que con elegancia caminaba hacia él.

—¿Por qué tendría que cuidarme? —pregunto el varón de trajes finos —soy el rey de este archipiélago —continuo, para después abrazar afectuosamente al recién llegado.

—me alegra que estés bien Naoki —soltó el vikingo, sin soltar el delgado cuerpo del rey —te he traído lo que me encargaste, incluida la escandinava rebelde, la de ojos encantadores — continuó.

—me sorprende la eficacia con la que actúas últimamente Drago, te estas convirtiendo en alguien deslumbrante — dijo Naoki, para luego separase de Drago —por cierto, ¿esta Kyo contigo? —preguntó el hombre, cambiando su mueca de alegría a una de preocupación.

—no...—respondió el vikingo secamente.

—¿no?  ¿Qué paso con él? —preguntó sarcásticamente 

—lo encerramos, pero cuando fuimos a vigilar su cuerpo ya no estaba, en su lugar había un dragón — respondió Drago, y tras esto, trago saliva; Naoki no era una persona que toleraba los fallos.

—la vieja técnica del dragón de bolsillo...—susurro el hombre de barbas blancas —no tiene que haber ido muy lejos, después de todo si atrapamos a sus hijos el vendrá hacia nosotros y lo mismo ocurrirá si lo atrapamos a el primero — dijo Noaki, retomando su gesto feliz —dile a tus hombres que vayan al palacio y pídeles que traigan en buen estado los regalos que trajiste para mí, prepare una fiesta de grandes magnitudes — explico el anciano, para luego tocar el hombro de su amigo.

Drago observaba perplejo la actitud del viejo. Durante los años que se conocían jamás había actuado de una manera tan amable ante una irresponsabilidad, estaba seguro de que un plan mayor se estaba gestando en la mente de su hermanastro.  

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espero les guste el cap, es algo corto, pero como les digo, casi no tengo tiempo para escribir, pero hago lo que puedo.

muchas gracias a los que leen votan y comentan. 

y sin mas que decir, me despido, hasta el proximo cap.

nota: comenzare a editar los caps anteriores :)   

Corazón de hierroWhere stories live. Discover now