—¿oíste eso Ivar? —pregunto uno de los vikingos que sostenía a Hipo — el chico quiere que lo golpeemos — añadió, con una sonrisa macabra en su rostro.

Ivar, apretó los puños, y con una mueca de felicidad en el rostro comenzó a caminar hacia Hipo.

—aun no —interrumpió Drago, mientras sujetaba a Ivar de su abrigo — tortúrenlo frente a Estoico, será divertido lastimarlo de verdad frente a su querido padre...—Las palabras del vikingo causaron que el centenar de hombres rieran diabólicamente.

Los ojos felinos de Miyaki, se encontraban abiertos de par en par. La chica deseaba con toda su alma detener aquel acto brutal, pero ella no podía hacer nada contra cientos de hombres armados y bien entrenados. Sin que pudiera evitarlo, un par de lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, se sentía miserable e inútil; el ver a Astrid rendida en el suelo, con un carcho de su propia sangre rodeándola, le trajo amargos recuerdos, hechos que no quería revivir, pero que tampoco quería que nadie más los viviera.

—jajaja mira eso Miyaki —irrumpió Alfred, quien miraba la escena divertido.

La morena alzó la mirada enfurecida, y sin pensarlo, pateo al vikingo en la entrepierna. El golpe fue tan fuerte y certero que el hombre se vio obligado a tumbarse en el suelo.

Una extraña sensación de bienestar recorrió el cuerpo de la chica. Darle su merecido a un mentecato fue algo absolutamente placentero, y que sin lugar a dudas volvería a repetir. "no te preocupes Astrid, te ayudare" pensó la fémina, para luego marcharse del lugar.

—¡hagan espacio en sus celdas señores, hoy traeremos nuevos huéspedes! — exclamó Ivar, mientras golpeaba los barrotes metálicos con una lanza, lo que causaba que un estruendo angustioso inundara todo el pasillo por el que transitaba.

Estoico y Jensen corrieron hacia las barras de hierro que los privaban de libertad, tenían un mal presentimiento. Su sangre recorría su cuerpo tan rápidamente, que ambos hombres sentían que en cualquier momento saldría disparada de ellos. Los ojos de ambos se abrieron como platos, cuando escucharon unas voces familiares.

—¡voilà! —exclamo Ivar, cuando apareció frente a los padres de Hipo y Astrid.

El vikingo de cabellos negros les pidió a sus hombres que acercaran a los chicos, y estos, lo hicieron sin tardar.

—¡hijo!

—¡hija!

Los rostros de ambos chicos se encontraban cubiertos de sangre, tanto así, que apenas fueron capaces de abrir sus ojos.

—¡¡¿QUE LE HAS HECHO DESGRACIADO?!!— grito Jensen, mientras extendía sus brazos para tocar a su hija.

—nada grave, solo la hicimos, menos bonita —respondió Ivar, para luego estallar en carcajadas.

—¡malditos! —gruño Estoico, a punto de estallar en lágrimas —lo pagaras Ivar, lo pagaras muy caro —amenazo el pelirrojo, para después apretar la mandíbula.

—eso lo veremos Estoico —dijo el moreno, tratando de intimidar al robusto hombre.

El crujido de las tablas que componían el piso del lugar interrumpió la discusión que Estoico e Ivar llevaban a cabo. Los acompañantes de varón moreno voltearon su atención hacia el causante de tal molesto sonido, por otro lado, Ivar, no quitaba su mirada de Estoico, aquellos hombres se miraban casi sin pestañear, el odio era irradiado de sus ojos.

-Drago quiere verlos...-anuncio Aren, mientras miraba con cierta lastima a los jóvenes que los subordinados de Ivar tenían reducidos.

—¿Qué no ves que estoy ocupado Aren? — dijo Ivar, para luego aproximarse a los barrotes que lo separaban del antiguo líder de Berk.

Corazón de hierroWhere stories live. Discover now