C A P Í T U L O 1 7

9.2K 1.7K 342
                                    

—Déjame a mí la llamada y mejor elige tú la película que vamos a ver. Bueno... Obviamente la voy a elegir yo, pero ve diciendo los títulos. La televisión sigue siendo una extraña para mí.

Así que una extraña... Eso debió de dolerle, muchísimo. Si algo nos mantenía unidos, aparte de lo mucho que nos gustaba ensalsar el canelón —a mí por lo menos—, eran las series. Lana y yo podíamos devorarnos temporadas enteras en cuestión de una semana; durante la emisión de los nuevos capítulos de Suits, solo salíamos de la habitación para ir a trabajar. Y pensar que ahora no habrá visto cómo se cumplía su predicción en cuanto a la pareja definitiva de Harvey, cuando estuvimos apostando y apostando...

Se habría hecho de oro con eso, os lo juro.

—Querías ver una romántica, ¿no?

—Evidentemente. El resto de películas son un fraude.

Me giro para mirarla con el ceño fruncido. Algo bastante estúpido, puesto que no me va a ver, pero lo llevo en la sangre. Lo de mirar a la gente que critica las películas de acción como si estuviera loca, se entiende.

—¿Cómo? ¿Por qué?

—Las películas de miedo, en su inmensa mayoría, no dan miedo. Las películas policíacas, en el fondo, siempre siguen la misma estructura. Las de acción y ciencia-ficción solo son tiros, OVNIs y tíos sudorosos salvando el mundo. ¿Las de drama? Uf, quita, bastante tengo con mi vida diaria. Y las de humor suelen estar plagadas de chistes sin gracia, así que... El amor es lo único que merece la pena.

—¿Me estás diciendo... —Me acerco, amenazante—, que las películas de James Bond o Star Wars no son buenas?

—¿De qué Bond estamos hablando? Porque Sean Connery estaba bien, y Pierce Brosnan me encantaba, pero hay otros como Daniel Craig que no terminan de convencerme.

Me llevo una mano al pecho dramáticamente. ¿Cómo se atreve a criticar a Daniel Craig en mi presencia? Es como decirle a un rabino que la circuncisión es de pardillos; así, en toda su cara judía.

Star Wars está bien... Al menos las primeras. Han Solo siempre me encantó... Tenía un aire de chulito del todo sexy —continúa, pisoteando los pedazos de mi pobre corazón. ¡Han Solo era un mercenario cabrón! ¡Luke Skywalker debería haberse llevado la gloria!—. Y la historia de Anakin me conmovió muchísimo... Pero prefería al personaje de Obi-Wan.

Esta mujer no tiene ni idea de con quién se está metiendo... Literalmente. Si lo supiera, habría mantenido la bocaza cerrada. Creo que no existe un solo ser humano en la Tierra que no sepa que bebo los vientos por Anakin Skywalker y que lo protegería con mi propio cuerpo. Y ni hablemos de Padme... Leia estaba buena, y su bikini dorado perdurará por los siglos de los siglos, pero Natalie Portman... Bueno, ¿qué os puedo decir de ella? Yo también me habría pasado al lado oscuro si me la hubiesen arrebatado...

—¿Entonces? —insiste ella—. ¿Qué películas hay por ahí? ¿Está Señor y señora Smith...? Porque me apetece verla.

Oh, Dios, lo que me faltaba. Tragarme un bodrio que intenta hacerlas de película de acción cuando el único momento de adrenalina viene al poner a los protagonistas a retozar. No tengo miedo a reconocerlo: la escena no es pornográfica, pero logra el cometido del cine clasificado. Al menos conmigo.

En fin... Lo que uno hace por pasar a valores, ¿eh?

¿Qué esperabais que dijera? ¿Que lo hago por amor...? No os confundáis. Este solo soy yo sintiendo curiosidad por el hábitat natural de los ciegos, y queriendo sacarme de una vez por todas la espinita de Lana Douves. Al fin y al cabo han pasado cinco años; cinco años. ¿Por qué iba a tardar yo tanto en olvidar a una mujer, teniendo una vida sexualmente activa y bastante afortunada? ¿Y qué clase de mujer sería esa para taladrarme la cabeza durante media década? Ni que su saliva fuese el elixir de la juventud, o meara ron. Solo es una tía. Una tía más guapa de lo normal, pero si le cae bien Han Solo, no puedo defenderla. Mis principios me lo impiden.

Además... ¿Creéis que he olvidado la abolladura que le hizo a mi coche? Tengo que devolvérsela de alguna manera.

—Sí, Señor y señora Smith está —anuncio, pulsando en la previsualización de la película y subiendo el volumen al máximo. Me acerco al sofá y me dejo caer. Las cadenas que cuelgan de mis pantalones tintinean suavemente—. ¿Por qué esta? Pensaba que lo que os gustaba a las mujeres era ver a Brad Pitt en acción, y, en fin... ¿O es que tiene una voz porno?

Se pone unas Ray-Ban que no sé de dónde ha sacado y gira la cabeza en mi dirección. Permanece en silencio un momento, meneando los morritos de un lado a otro.

—La tiene. La voz porno, digo... Aunque hace mucho que no veo una película de Pitt, y no sé si podría reconocerla. La tuya, en cambio... Me suena muy familiar —dice de pronto. El estómago se me encoge—. Siento cambiar de tema tan radicalmente, pero es que creo que se me escapa algo de ti, y no sé qué es. ¿De verdad que no nos conocimos antes de la boda de Adrienne? No recuerdo ningún Alex...

Si algo valoro mi vida, debería empezar a ponerme nervioso, y darle motivos para pensar que se está equivocando. A Lana no le gusta que la engañen, ni siquiera de broma, así que si llega a enterarse de que estoy suplantando la identidad de cualquier poli llamado Alexander —tampoco creo que me vayan a multar—, se lo tomará muy a pecho y montará un escándalo. Y entonces yo...

Yo, ¿qué? ¿Que tendré que volver a Múnich por patas? Tenía pensado volver a Múnich igualmente, Lana no es ningún aliciente o impedimento. Mi casa está allí; toda mi patética vida. De hecho, en cuanto regrese, Lana y su posible cabreo por la invención serán agua pasada.

—¿Cómo eres físicamente? —insiste, curiosa.

—Pues mido dos metros, estoy rapado y soy negro. Y también llevo un tatuaje en el brazo, algo así como un tribal.

—Y también protagonizaste Papá por sorpresa, ¿no? —se burla. Me da un pequeño golpe en el hombro—. Sé que no eres The Rock. Me habría dado cuenta porque escucharía tu voz desde muy lejos por la altura. Y créeme... Esa es una voz que tengo muy presente, sobre todo en mis sueños húmedos.

Esto es algo que no os debe sorprender: lo de Lana tomándose libertades con un tipo al que acaba de conocer y hablándole como si fuera su mejor amiga.

—Vale... En realidad soy rubio, tengo los ojos azules y me encantan los coches.

—Ahora no sé si eres Paul Walker o Schumacher. Todo depende de la siguiente pregunta: ¿por casualidad eres rápido y estás furioso? —Suelto una carcajada a la que ella se une—. Oh, venga, Alex. Dime cómo eres...

—¿Cómo crees que soy? —replico, muerto de la curiosidad.

—¿Quién debería responder a eso? ¿Mi lado pervertido o mi lado... más pervertido?

—Si vamos a hacer algo mal, hagámoslo mal del todo.

—De acuerdo... Creo que eres moreno, pero es porque me gustan más los morenos. Y que mides entre el metro setenta y ocho y el metro ochenta y siete. La medición es por pura superstición —aclara—. A lo mejor tienes los ojos verdes. Me encantan los hombres con ojos verdes.

La verdad es que no va desencaminada. No os he hablado de mi aspecto físico porque no me gusta vanagloriarme, y tampoco soy para tanto; si no me hubieran presentado a Gym, que rivaliza con Lady Di por mi amor, ahora mismo sería el tío más feo de Alemania. Bueno, gracias a Gym —con la primera en mayúscula porque es un dios—, al aftershave y a los buenos cortes de pelo. Y a los remedios anti-estrías, sobre todo a esos.

Pero solo para que os ubiquéis... Sí, soy moreno. Tengo el pelo tan oscuro que parece negro. Mido exactamente —yo, no mi manguera— metro ochenta y dos... Y no tengo los ojos verdes. Son de un marrón bastante aburrido. Pero los ojos no son los que definen el movimiento mortal mientras limas el candado; esas son las caderas... Por lo que no voy llorando por las esquinas, ni nada de eso.

—Puedo tener los ojos verdes por ti, si quieres —contesto—. Aprovechémonos de las circunstancias e imagíname como más ilusión te haga.

—De acuerdo. Pon la película, David Beckam.


Ojos que no ven... ¡van y me mienten! [AUTOCONCLUSIVA]Where stories live. Discover now