44. Ley de hermanos

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44 |  Ley de hermanos

LIAM

—¡Nicholas, estás quedándote atrás! —exclamo agitado mientras continúo corriendo. Mi corazón palpita con fuerzas, mis piernas están empezando a sentir un ligero dolor dado a la hora y media que estuvimos trotando. Mi boca está seca y ruega por agua, pero no voy a detenerme hasta llegar.

—¡Estás loco, Hamilton! —grita él sin aliento. Me quedo trotando en mi lugar a esperar a que Nick me alcance. Cuando lo hace, me envía una mirada de esas que pueden envenenar.

—Esta fue tu idea —le recuerdo. Ayer fue viernes y como no hicimos nada especial —no tiramos una fiesta y nos quedamos despiertos hasta el amanecer—, Nick decidió que saliéramos a «ejercitarnos». Un sábado por la mañana. Y como anoche dormí en su casa de playa, fue imposible escaparme.

—Deja de moverte, imbécil —masculla. Ha parado de correr. Se tira al suelo de cemento aprovechando que no hay nadie a nuestros alrededores. La vida alejada de la ciudad es un paraíso—. Descansemos un rato.

—Está bien —resoplo y le hago caso. No suelo detenerme en medio de lo que estoy haciendo, mucho menos en situaciones como esta, pero Nick luce como si estuviera a punto de desmayarse.

En vez de darse tiempo para respirar o beber agua, saca su celular y abre Snapchat para comenzar a mandarle las fotos diarias haciendo el tonto a Aggie. Este chico es un adicto. A su celular y a su novia. Saca la lengua y frunce el ceño, presiona enviar.

Por alguna razón, inmediatamente recuerdo a Quinn. Usa sus redes sociales, pero no tanto como lo hace Aggie o Riley. Sé que antes solía hacerlo más seguido porque puedo ver sus fotos viejas en Instagram. Decido llamarla. No hablo con ella desde ayer. En Portland es más temprano y sé que la saca de quicio que la despierte, pero tengo que oír su voz. Para cuando termino de hablar con ella —un poco hablar, otro poco molestar— Nick está más insoportable que un niño.

—Volvamos a casa, por favor —pide alzando sus brazos para estirarlos—. Martha debe tener listo el desayuno.

—Lo que digas.

Volvemos caminando a casa, a paso lento y tranquilo, y es cuando me doy cuenta de cuánto nos hemos alejado.

—¿Has pensado qué harás respecto a Tyler? —me pregunta una vez que diviso la gran casa a lo lejos. Cada vez menos. Mi estómago ruge de hambre desde que Nick dijo que Martha nos haría el desayuno.

Volteo a verlo con el ceño fruncido.

—¿Y tú cómo sabes?

Desde que mi mejor amigo dio su ultimátum, no he hablado con nadie sobre el tema. Ni siquiera con Quinn. No quiero hacerla sentir incómoda.

—Tyler y Agustine son mejores amigos. Da la casualidad de que Aggie es mi novia —me explica burlón. Dejo escapar un suspiro. Debía haberlo esperado. Los secretos en mi grupo de amigos son como un fósforo en fuego—. ¿Ya has pensado qué harás?

—¿Por qué me hablas como si de verdad tuviera que elegir? —espeto y sacudo mi cabeza ligeramente—. Tyler va a entrar en razón. Está comportándose como un niño, eso es todo.

Nick ladea su cabeza e inmediatamente entiendo el gesto. No piensa igual que yo. No dice mucho más, simplemente se queda en silencio.

—Tú crees que Tyler tiene razón —afirmo al ver su rostro. Aprieta sus labios. Está del lado de Tyler y por ende le parece sensato y maduro hacerme elegir entre él, mi mejor amigo de toda la vida, como el hermano que nunca tuve al estar rodeado de hermanas, y Quinn, la chica que conozco hasta hace poco pero que por alguna razón se siente como si pesara lo mismo que Tyler.

The New Heartbreaker | DISPONIBLE EN LIBRERÍASМесто, где живут истории. Откройте их для себя