43. Todos merecen ser felices

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43 | Todos merecen ser felices


Al escuchar la notificación, bajo la cabeza hacia mi celular.

Rick:

¿Ya llegaste?

Suspiro con pesadez. Lleva preguntándome lo mismo hace una hora. Le respondí que todavía no hace literalmente dos minutos. Dejo de contestarle. No sé si arregló esto a propósito y son mensajes automáticos que se envían a cada rato.

El taxi se detiene al frente de mi casa, le pago lo correspondiente y le agradezco cuando me ayuda a bajar la pequeña maleta que traje para pasar tres días aquí. Me detengo en la acera y observo la casa que no veo hace casi siete meses. Todo sigue exactamente como antes. El porche igual de cuidado, las flores perfectas de mamá adornando por todos lados y ese particular aroma a jazmines que carga todo.

Sujeto mi maleta con fuerza y camino hacia la puerta. Toco el timbre y espero paciente. Por alguna razón, ya no se siente bien usar mis propias llaves. La puerta se abre y tras ella encuentro a papá. Sonríe al verme y me lanzo a abrazarlo. Cierro mis ojos mientras él me rodea con sus brazos y me da vueltas como solía hacerlo cuando era pequeña. Me deja en el suelo.

—Qué bueno tenerte de vuelta, hija.

—Es bueno volver —murmuro al cerrar mis ojos. Nos separamos y puedo observar mejor el interior de la casa. Hace siete meses rompí el espejo del recibidor, el marco también sufrió la destrucción. El espejo fue reemplazado por otro exactamente igual, como si nada hubiera sucedido. Y así es Natalie, intenta esconder todo para que todo parezca ser lo mismo de siempre.

—Tú madre está en Boston —me recuerda papá sacándome del pequeño trance en el que había entrado—. Este fin de semana solo seremos tú y yo. Vamos, estoy cocinándote algo.

Sonrío.

—¿Mamá viaja mucho a Boston? —interrogo a medida que entramos a la cocina. Estoy hambrienta y algo en la cocina huele bien.

—Ahora más a menudo —contesta sin verme.

—Y... —titubeo—. ¿Qué tal las cosas entre mamá y tú?

Se queda en silencio mientras abre un paquete de quesadillas precocinadas. Eleva la mirada. Está demorando demasiado en responder.

— No te mentiré, Quinn —resopla—. Las cosas entre tu madre y yo no están bien. Pero estamos intentando arreglarlas. La amo demasiado como para no luchar por ella.

Esbozo una pequeña sonrisa al oír eso. Natalie es mala conmigo, y la mayoría de las veces deja mucho que desear cuando se relaciona con otras personas, pero si de algo estoy segura es que por más que me duela hasta el punto de hacerme llorar, ella ama a sus hijos Rick y Nate, y a su esposo por sobre todas las cosas. Tuve que acostumbrarme a eso.

Prosigue cocinando y me hace preguntas sobre mi vida en Miami. Cómo está Rick, qué tan a menudo veo a Nate, si hice amigos, cómo terminaron las cosas con Stella Van Lexer, cómo pasé las fiestas y cosas así. Le cuento sobre Liam, aclarándole que es mi amigo y aun así me hace prometerle que algún día tiene que conocerlo.

The New Heartbreaker | DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now