40. El océano y besos

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40 | El océano y besos 



—¿En dónde estamos, Hamilton? —gruño mientras me aferro a su mano para no caerme. No es un «nos tomemos de la mano y caminemos románticamente», no. Es un «estoy por romperte los huesos de la mano porque no quiero caerme». Camino entre las rocas altas que están al borde del mar. Esto va a salir increíblemente mal y lo sé. He visto demasiadas películas con este tipo de muertes. Una de las tantas rocas está cubierta por una fina capa de agua. Al pisar, patino por unos segundos y juro que ya me imagino en una ambulancia de camino al hospital. Liam me sujeta con fuerza, pasando un brazo por mi cintura antes de que pueda caerme y recupero el equilibrio.

—Cuidado, torpe —deja escapar una carcajada como si fuera gracioso.

—¿Quieres matarme? —interrogo mientras no quito la vista del suelo y obligo a que me suelte—. Porque estás haciendo un buen trabajo.

—O quizás tú quieres matarme —agrega en un tono animado—. Pretendiendo que necesitas mi ayuda cuando en realidad estás esperando para empujarme y lanzarme al océano. Es la cubierta perfecta, nadie me va a encontrar...

—No me tientes, Liam. No me tientes —murmuro. Si no tuviera tanto miedo de caer, soltaría su mano y caminaría sola—. ¿Qué hacemos aquí?

—Estamos en un paseo, ¿no puedes disfrutar el camino? —interroga—. Si quitas tu mirada del suelo, vas a poder ver la vista que tenemos enfrente.

—Mhm —murmuro mientras internamente me alivio al notar que el camino rocoso ha llegado a su fin. Suelto la mano de Liam, caminando por la arena mojada—. ¿A dónde vamos exactamente?

—No lo sé —contesta con simplicidad. Una oleada de «mata a Liam, tira el cuerpo al océano y corre» me recorre el cuerpo.

—¿Cómo que no sabes? —pregunto frustrada. Esta es su idea, no mía. Estaba cómoda en el departamento, disfrutando la soledad de estar sin Seth y Rick dando vueltas con su horrible música y sus gritos. Era solo Grey's Anatomy y yo. Hasta que Liam decidió pasar a buscarme hace una hora diciendo «Usa zapatillas y trae un abrigo, estoy esperándote abajo».

—No lo sé —repite con más énfasis—. Hace mucho tiempo, solía venir con Tyler —indica mientras me guía por la playa desierta. El cielo está nublado, corre viento y luce como el tipo de lugar en el que más tarde la marea sube y entonces está completamente cubierto por agua—. Era divertido. Con él.

—¿Qué estás queriendo decir? —volteo a ver cómo esconde sus ganas de reír. Imbécil.

—Que eres muy quejosa —resopla y niega con la cabeza—. ¿No puedes dejarte llevar, confiar?

Frunzo el ceño.

—Sí confío —respondo aunque sé que es una mentira. Desde que llegué a Miami estoy constantemente en alerta, mirando a mis espaldas porque todo me parece sospechoso y todos lucen tener segundas intenciones ocultas.

Él suelta una carcajada.

—No, no confías.

Aprieto mis dientes.

—¿Y me culpas? Siempre que me dejo «llevar», que «confío», termino mal y arrepintiéndome —espeto sin poder contenerme.

—No voy a hacerte daño, Quinn —responde inmediatamente. En algún momento, dejamos de hablar de caídas. Tira de mi mano para que voltee a verlo. Las puntas de su cabello oscuro se mueven por la corriente de viento y sus ojos oscuros están pidiéndome que le crea—. Deberías confiar en mí.

The New Heartbreaker | DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now