Capítulo 67

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–Vale, ahora no te asustes al entrar –dice avisándome –. He ordenado un poco el piso, pero mis compañeros son unos desordenados así que... No sé con que te puedes encontrar.

–¿Cadáveres en el salón?

–No creo, aunque no me sorprendería encontrarlos –dice abriendo la puerta y entro detrás suya.

Al entrar me encuentro con el salón, los sofás son marrones y la pared es blanca. Todo está ordenado y muy tranquilo.

–Vaya, parece que hoy no será el día de encontrar cadáveres –me mira y yo hago un puchero.

–Jo, era lo que yo quería...

La cocina está unida al salón y tiene una barra americana. La encimera es blanca y los taburetes son de los que giran. He de decir que me encantan, siempre doy vueltas hasta que acabo mareada y bueno, luego me arrepiento de haberlo hecho.

En el lado izquierdo hay un pasillo, que supongo que llevará a las habitaciones. Sale un chico alto y de pelo castaño con una camiseta negra y unos pantalones de chándal.

–¿Acabas de volver? –dice el chico mirando a mi hermano con cara de confusión.

–Sí, ¿por?

–Porque no sabía ni que te habías ido, la verdad –mi hermano pone los ojos en blanco.

–Liz, este es mi amigo Mark –dice señalándolo –. Mark, esta es mi hermana.

–Ey Liz, bienvenida a nuestra humilde morada –me sonríe.

–Hola –le devuelvo la sonrisa –. ¿Solo vivís vosotros dos?

–No, también vive otro chaval. Lo que pasa es que estará hibernando.

–Vaya Liz, ¡como tú! –dice mi hermano en tono burlón y le doy un manotazo en el hombro.

–¿Hibernando? Pero si son casi las cuatro de la tarde.

–Sí, el día de la resaca se lo pasa durmiendo.

–Ya decía yo... –hago una mueca.

–Por cierto, ¿tienes hambre, sed? ¿quieres algo? –me pregunta mi hermano mientras abre la nevera.

–Liz, estos cereales están de puta madre –dice Mark sacando la caja del armario.

–Adoro esos cereales –digo mirando la caja –, pero solo quiero agua –mi hermano me pasa una botella de agua y luego me siento en el sofá.

–Y bien, ¿qué te parece mi casa? –suspira y se desploma conmigo en el sofá.

–Es bastante guay.

–¿Lo dices en serio? –dice el tal Mark y se sienta con nosotros en el sofá.

–Sí, al menos vivís solos. Yo por independizarme me iría hasta a una habitación de dos m² –Mark y mi hermano se ríen.

–Ya te tocará a ti también vivir sola, tranqui. ¿Cuántos años tienes?

–Diecisiete.

–Eh, eh, para tío –dice mi hermano mirando a Mark –. Deja de intentar ligar con mi hermana –lo mira enarcando la ceja.

–No estoy ligando con ella.

–Sí, ya... será lo mejor. Escúchame Liz, este tío –dice señalando a su amigo –no es buena influencia. Es de lo peor. Tú aspiras a algo mejor.

–Eh –dice él y le tira un cojín.

–Gracias por el consejo.

–A ver, lo que te iba a decir es que vas a dormir en mi habitación –se levanta y me da un papel –y aquí tienes la contraseña del WiFi. Envíale un mensaje a tu madre ya o te va a matar.

Aléjate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora