Capítulo 36

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Los rayos de sol que entran por mi ventana me despiertan.

–Joder –mascullo tapándome la cara con una mano hasta que meto la cabeza bajo las mantas.

Siempre olvido echar la persiana y los fines de semana lo noto, el sol no deja que duerma tanto como quiero. Me desvela y una vez que ya me despierto me cuesta mucho volver a conciliar el sueño.

Poco a poco consigo conciliar el sueño de nuevo, ya veo como todo cambia y estoy en un lugar diferente. Es como un campo y...

–¡Despierta Elizabeth! –los gritos de mi madre me traen de vuelta a la realidad.

–¿Qué quieres? –digo gritando más que enfadada e irritada.

–Sal ya de la cama. ¡Es tarde!

–Déjame dormir, ¡lo necesito!

–Es casi la una de la tarde –me avisa.

–Como si es la una de la noche, déjame dormir y no interrumpas más mi sueño.

Y tras esa conversación de gritos al fin se larga y me deja dormir, o el intento de hacerlo.

Llaman el timbre y el sonido retumba en la casa. Gruño al escucharlo y suspiro hondo. «No puedo ni dormir tranquila en esta casa, joder».

Minutos después escucho como suben las escaleras y espero que no sea mi madre viniendo hacia aquí otra vez.

–¡Lizzie, Wendy está abajo! –vuelve a gritar mi madre después de aporrear la puerta.

Lo que decía, no me dejan ni dormir. La gran pregunta es ¿qué hace Wendy en mi casa un sábado a las doce y algo de la mañana y yo estando castigada?

Me pongo mis zapatillas de estar por casa y bajo la escalera en modo zombie. En cuanto la veo me sonríe.

–Hola bella durmiente –dice en tono burlón.

–¿Qué quieres? –pregunto yendo al grano.

–Vaya, qué humos... –dice mirándome mientras yo bostezo. –Te he llamado un millón de veces y no has contestado. En primer lugar quiero hablar con tu madre.

–¿Con mi madre? –digo confusa. «¿Qué tiene que ver ella?»

–Sí, es por lo de Ethan y en segundo lugar –mira al rededor y se acerca a mucho a mi –hoy hay una fiesta, es de las grandes. Debemos ir así que pasaremos a recogerte –me susurra.

–Estoy castigada, no puedo salir y lo sabes Wen –digo susurrando como ella.

–Ay Liz, te ayudaremos a hacerlo. ¡No puedo ir sin mi mejor amiga!

–Todas esas fiestas son iguales y como me pillen me va a caer una buena...

–Lo siento Wendy –nos interrumpe mi madre –pero Liz está castigada, no puede recibir visitas.

–Oh, señora Coleman, lo sé –le sonríe de forma amistosa –. Yo venía a hablar con usted.

–Ah, dime. ¿Qué necesitas, cielo?

–¿Puedo entrar?

–Claro que sí, pasa. ¿Quieres tomar algo?

–Un chocolate caliente –dice Wendy y yo asiento.

–¡Que sean dos! –chasqueo la lengua.

Agarro de la mano a mi mejor amiga y la llevo casi a rastras hacia la cocina.

–Bueno, señora Coleman –dice sentándose en una silla y yo hago lo mismo –he venido porque tiene que saber que no es bueno que Liz ayude a Ethan.

Aléjate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora