―Javi siempre me creyó. Es consciente de que Álex proyecta su odio hacia toda persona que tiene relación conmigo, y tú eres su familia ―me responde—, es normal que intente alejarte de él.

―Si Álex realmente quisiera hacerme algo ya lo habría hecho ―me limito a decir. Si me paro a pensar ha tenido ocasiones para atacar—. Además, sé defenderme.

―No lo dudo ―sonríe levemente―, pero el simple hecho de que esté a tu alrededor no me gusta ―se sincera.

―Álex me trató muy bien cuando tú fuiste un idiota ―le digo, mirando el reflejo de la luna en el mar.

Puedo sentir su intensa mirada clavándose en mí.

―Aquel día me comporté como un cabrón, lo siento ―se disculpa―. Aunque fue divertido ver cómo llevabas las bolsas de la compra, reconoce que te lo mereces por orgullosa ―pasa un brazo alrededor de mis hombros y me pega a su pecho.

―Idiota ―susurro esbozando una ligera sonrisa.

―Niñata —percibo la burla en su tono de voz.

Alzo la mirada para encontrarme con la suya. Sus ojos recorren todo mi rostro hasta detenerse en mis labios. Estoy a punto de acortar la poca distancia que queda entre nosotros cuando alguien tose a nuestra espalda.

Ambos nos giramos y vemos a Javi con los brazos cruzados sobre su pecho. Alza las cejas y alterna la mirada entre los dos

―Ya es hora de volver con el resto, ¿no? ―intenta ocultar su ligera diversión por haber interrumpido nuestro momento―. Dejad las muestras de afecto para cuando estéis solos ―se queja.

Lo seguimos sin separarnos el uno del otro.

Javi rueda los ojos al darse cuenta y nos hace un gesto para que le dejemos espacio entre los dos.

—Que corra el aire —dice antes de posicionarse en el medio.

Pablo lo mira molesto, pero cede ante la presión de Javi. Caminamos por la orilla del mar hacia donde están los demás. Al final, con la historia de Pablo nos habíamos alejado más de lo que creía.

Cuando llegamos veo que todos nos miran divertidos. Me siento al lado de Val y le pido que me pase una botella de agua. Barro el lugar con la mirada y veo que Elisa no está, cosa que me alegra.

―Oye, prima ―Javi llama mi atención y, mientras le doy un sorbo a la botella, le hago un ademán haciéndole saber que lo estoy escuchando—. ¿Cómo es que ya no eres virgen? ―pregunta, yo casi escupo todo el agua.

Se hace el silencio en el pequeño círculo.

―¿Qué pregunta es esa? ―inquiere Sofi por mí, incrédula ante la pregunta que ha formulado Javi.

―Estamos en familia chicas —se encoge de hombros—. No pongáis esa cara, como si nunca hubieseis roto un plato en vuestra vida, aquí ninguno es inocente ―responde él.

―¿Qué quieres saber exactamente? ―arqueo una ceja―. La perdí a los diecisiete con un chico con el que tenía confianza ―me encojo de hombros.

―¿El año pasado? ―pregunta mi primo, alarmado.

Este es uno de los momentos en los que me gustaría enterrarme bajo tierra. Mis amigas y yo solemos hablar de nuestras experiencias, pero este interrogatorio se está volviendo incómodo.

―¡Tú la perdiste con quince! ―le reprocha Sofi.

―¡Lo sé! Solo que no me lo esperaba ―le responde Javi.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora