15-Edgar. Mi verdad

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A veces creemos que las cosas son así porque si, otras les damos una explicación, pero sin importar nuestra opinión, no siempre hay que creer todo lo que nos digan.

Será mil veces preferible que nos equivoquemos confiando en lo que sentimos.

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La alarma producía un sonido tan molesto que de un golpe la hizo callar. Al despertar tenía la sensación de haber tenido un largo sueño que conseguiría recordar con un momento de reflexión; pero tras intentarlo un momento desistió cuando constó que era imposible que esta acción fuera sencilla. Se sentó sobre la cama, agotado y con un extraño dolor de cabeza, estirándose para desvestirse del sueño.

No tenía ganas de hacer mucho, así que ideó algo para poder ahorrarse las energías, todo mientras seguía en la cama. El Divino parecía ser de sueño pesado, porque no se movió cuando brincó sobre él para ir hasta la puerta. 10-10 el marcador de salto.

La opción más simple para conservar sus fuerzas era hacer pan tostado como desayuno. Fin del asunto.

Martes por la mañana y sin ganas de hacer nada, con la tostada en la boca se sentó a reflexionar sobre el universo inmerso en la lámpara de techo. Dio un bostezo y se levantó para conseguir su libreta de su enorme librero. Era grande y tenía un forro color violeta. Se volvió a acomodar con una pluma en la mano y comenzó a escribir.

-Hey -la voz del Divino logró sacarlo de su reflexión-. ¿Eres zurdo? -bostezó-. ¿Quién lo diría? -el ligero cabello blanco se hallaba desarreglado y sus ojos irritados.

-Sí, creo que es de las cosas que no vienen escritas en la biografía -levantó ligeramente la vista de lo que hacía-. Hay tostadas para desayunar y leche caliente en el microondas.

Como zombi, Gabriel caminó para tomar por sí mismo el pan.

La pereza de la mañana iba lentamente trayendo a la mente del médico las obligaciones del día. La limpieza no era en su totalidad automática y su casa era casi un desastre, un poco de polvo solamente.

Primero limpiaría los muebles; cuando apenas se levantó para hacerlo, ya lo había cumplido con demasiada rapidez. Ahora iría en busca de la aspiradora, la pasó por la entrada y por toda la pequeña sala, donde el Divino se hallaba en el sofá mirando su celular.

Terminó de aspirar y guardó de nuevo todo. Pasó a la cocina para lavar los trastes, aunque trató de tomarse su tiempo, culminó rápido una vez más; luego entró a la habitación para acomodar su cama y el closet. Ahora solo faltaría terminar con el baño y lavar la ropa. Se acomodó los guantes y comenzó la limpieza de la tina, después pasó al espejo, seguido al suelo y así, todo listo.

-Gabriel-. Solo giró en su dirección, tenía los audífonos pero con el volumen tan bajo que logró escucharle-. ¿Quieres que lave algo por ti?

-No, estoy bien.

-Pues vale -se encogió de hombros, preparó la lavadora y la activó para que girara y secara en treinta minutos.

Satisfecho, había tardado menos de dos horas en total, desde que se había levantado. Y otra vez no tenía nada que hacer; fue a sentarse junto a Gabriel, pero esta vez sostuvo un libro en las manos, esperando que la lavadora terminara... se aburría. Bastante.

Paseó con delicadeza las páginas con el Hiragana, descubriendo el interior del mundo que el autor plasmó en las hojas. Leía la historia por recomendación de Mariam; era una recopilación de obras románticas antiguas ocurridas durante el periodo Edo, no era lectura de su preferencia, pero leería algunos y se saltaría otros.

Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora