4-Hyu. Atardecer

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No todo es lo que parece, casi siempre buscamos una forma para que todo lo que queremos encaje, nos cegamos ante lo que nuestros ojos ven e interpretan a nuestra conveniencia.

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Llegando al lugar de su misión consultó su cuaderno, la dirección del joven japonés se hallaba escrita en perfecta caligrafía sobre el papel blanco, las instrucciones para llegar a su destino eran claras. Solo había un pequeño problema, Gabriel, el Hijo Divino no tenía ningún sentido de la orientación y no sabía cómo interpretar las numeraciones de las calles, los nombres de las ciudades o los transportes en general, y ahora mismo se encontraba perdido. A pesar de no querer aceptarlo.

Hacía demasiado calor y el sol parecía querer castigarlo por todos sus errores cometidos; brillaba con tanta intensidad que no parecía presagiar un buen futuro.

–Demasiado calor, me sofoco –murmuró.

Era un sitio bastante tranquilo y alejado de las grandes ciudades, un lugar un tanto pequeño comparándolo con la gran urbe de Tokio. Se cubrió los ojos de aquellos rayos solares y continuó su camino; la ropa que usaba era la típica que caracteriza a los extranjeros, además la expresión que llevaba era la del que desconocía todo lo que le rodeaba. Cabe resaltar que esta no era su primera vez en el país Nipón y que poseía la capacidad de hablar y entender el dialecto perfectamente, mucho mejor que cualquier otro idioma debido a la cantidad de misiones que había llevado a cabo ahí; por eso cuando un par de turistas españoles se acercaron a él hablando inglés, inmediatamente se hizo el desentendido y los dejó con la invitación de acompañarlo hasta su hospedaje.

Había viajado sin un plan para comenzar con su asentamiento o tan siquiera el cómo relacionarse con el tal Makishima, todo se acomodará a su conveniencia sin que pusiera de su parte, solo se encargaría de la parte práctica. Ese era el "plan".

Caminó por largo tiempo (quizá en círculos quizá en línea recta), sin tener en cuenta las horas, esperaría a que se hiciera de noche y ahí procedería a ocuparse de los asuntos para adentrarse a su nueva rutina.

Llegó a un pequeño parque en medio de enormes edificios, le pareció un lugar cómodo y se aventuró a entrar. Había unos cuantos niños jugando entre la arena. Buscó algún lugar para sentarse; ahí permaneció por muchas horas, el hambre se hizo presente y desenvolvió un onigiri* que había comprado en una típica tienda, una pequeña brisa refrescaba aquel caluroso día. Destapó una botella de té que también había intercambiado por el recuerdo de dinero entregado.

La música se reproducía desde su celular... era una melodía que recordaba al rock y que contenía cierta melancolía entre su letra. Calmado cerró los ojos y se concentró en sentir los acordes, perdiéndose en el mundo que transmitía la canción, su mente comenzó a divagar. Parecía estar a punto de dormirse en el banco del tranquilo parque.

Pero una sombra ocultó el sol que se difuminaba por tener los ojos cerrados, curioso los abrió un poco, y entre el cambio de canción tras el final de la anterior, pudo ver una silueta de poca estatura con una larga bata blanca, con las manos ocultas en los bolsillos, la mirada cansada, que con voz de adolescente le preguntó.

– ¿Podría sentarme aquí?... es que solo desde este punto se puede ver el atardecer sin caminar demasiado.

Gabriel se encogió de hombros e hizo un poco de espacio donde se encontraba. Miró un poco a aquel sujeto que solo se concentró en dirigir la mirada al hospital de enfrente, el cual ocultaría el sol en cualquier momento, ni siquiera lo había notado cuando llegó.

–Aunque esto no podría considerarse un atardecer –murmuró mientras volvía a cerrar los ojos.

El chico rio tímidamente ante la verdad, un pequeño flequillo cubrió sus almendrados ojos, pero rápidamente volvió a su lugar.

–Lo sé, pero es suficiente como para calmarme –sonrió hacia sus manos entrecruzadas; tras unos minutos en silencio, giró discretamente para escanear un poco al extraño chico que había llegado antes que él a su acostumbrado lugar de descanso.

Tenía el cabello de un blanco brillante, y por alguna razón, simplemente pensó que éste no sería así por algún tinte, había unas cuantas bolsas de compras a su lado y un poco de arroz en su mejilla. Con lo escaso que había podido ver de sus ojos reconoció que eran de un color marrón claro, iba vestido con una camiseta negra y por encima llevaba un delgado suéter color rojo, unos tenis también rojos y unos jeans que en las rodillas iban rasgados según la moda, también traía consigo una mochila negra. Tenía toda la pinta de ser un extranjero.

Apartó la mirada de curioso y soltó un bostezo, había estado de guardia desde la mañana del día anterior y no había podido tener un segundo para descansar, solo debía aguantar hasta medianoche para por fin poder ir a casa, mientras tanto se conformaría con reposar ahí sentado. No podía tener sueño durante su servicio.

Poco a poco, el tiempo transcurrió de manera pausada y tranquila, revisó su celular para confirmar la hora, quedaba exiguo tiempo para continuar su turno; lentamente el sol descendió concediendo el diario espectáculo. La noche ocuparía pronto su lugar sobre el país. Renovado se estiró preparado para regresar.

–Bueno, gracias por dejarme quedarme con tu lugar. Mmm... –no esperaba a que el chico diera su nombre, pero valía la pena intentarlo, no obtuvo resultado positivo–. Como sea, espero no debas pasarte por el hospital, pero de ser así podrías contactarme, mi nombre es Hyu. Adiós chico... y por cierto, tienes un poco de arroz en la mejilla –señaló la suya, sonriendo mientras lo mencionaba.

–Nos vemos niño médico.

Hyu rio ante su ocurrencia. Caminando presuroso a su trabajo, dio una última mirada hacia la banca y entró al lugar.

La noche que el sol había estado predicando se presentó imponente ante los ojos de Gabriel. Quien tenía que actuar ahora, recogió sus cosas cuando las luces del parque comenzaron automáticamente a encenderse. Seguía escuchando música, pero en esta ocasión era su canción favorita, por la cual había asistido a un concierto para escucharla directamente de las guitarras humanas, logrando que aquella voz resonara en su mente hasta mucho tiempo después. Se levantó cuando las horas le avisaron que se vería sospechoso permanecer durante tanto tiempo sin moverse.

Se fue buscando una manera de ubicarse y encontrar a su presa. Por fin se rindió y decidió recurrir a su dispositivo móvil para algo más que escuchar música; ingresó la dirección en el buscador y con el mapa proporcionado, caminó con seguridad unas cuantas calles más. A pesar de haber estado dando vueltas por todo el lugar había llegado relativamente cerca. Quizá no fuera tan malo ubicándose después de todo.

Llegó al pequeño conjunto de apartamentos, era un edificio bastante viejo y contaba con dos pisos, tenía varias zonas en las que el óxido se aferraba a los barrotes y puertas; según el horario descrito en su libro, era demasiado temprano como para que el sujeto saliera. Esperaría como siempre y acompañaría el tiempo con un poco de música. Encendió distraídamente un cigarrillo, casi sin darse cuenta.

*****

–Ah... parece que solo logré cansarme aún más –suspiró, utilizaría la dispensadora de café de la sala de espera, sobaba sus sienes mientras esperaba su bebida–. Solo hasta las doce Hyu... tú puedes hacerlo –murmuró para sí mismo.

– ¿Doctor Hyu? –una enfermera intentaba llamar su atención.

– ¿Sí?, enseguida voy...

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Onigiri - Bola de arroz que comúnmente está rellena o mezclada de otros ingredientes.

Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora