3-Walter Jiménez. Voz de la razón

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En cuanto salió del lugar encendió un cigarrillo, tenía demasiado frío y fumar le calentaba; exhaló el humo por la boca observando el cielo nocturno. Caminó para dejar atrás el sonido de las sirenas de bomberos y poder escuchar su propia música. Ah... tenía ganas de un trago, quizás si fue un poco pesado el trabajo en aquella ocasión.

Iría al lugar de siempre a pasar el resto de la noche tomando, por la mañana emprendería el viaje a Japón. Pensar en eso le hizo detenerse un momento, se giró y notó que aún lograba ver las luces de una ambulancia a la distancia, rezongó un poco.

Casi acababa de regresar de Japón, aquel país no le gustaba nada, era bastante tecnológico, con demasiada gente, tenía un terrible clima y la comida era salada. Tiró el cigarrillo y lo aplastó en la acera con el tenis.

Se había quedado dos semanas en un apartamento por aquella zona, eran como las tres de la mañana y no se preocupó por que alguien lo reconociera, todavía estaba cerca de la acción policiaca. Siguió caminando hasta el lugar donde se acostumbró a ir a tomar, le gustaba que hasta esa hora se mantuviera abierto.

Al entrar fue recibido por un hombre bastante mayor que se encontraba detrás de la barra del bar, limpiaba su zona y al verlo entrar le sonrió como de costumbre. Era el encargado del local.

–Bienvenido, chico vampiro.

El aludido se quitó los audífonos y saludó.

–Buenos días, Walter –caminó hasta la barra y se sentó frente al cantinero–. Sabes que no me gusta que me llames vampiro.

–No sé de qué se preocupa, es el único en mi local en estos momentos y además es obvio, con ese cabello blanco y su tono de piel, muchos ya le habrán comparado con uno. Solo viene de madrugada, ¿es que huye del Sol?

–No se trata de eso... y sobre mi aspecto, debo aceptar que muchos me lo han señalado.

–Ya me lo suponía, ¿ha comido?

–Solo vine a tomar un poco... cualquier cosa estará bien.

–Eso no es bueno, no puede tomar con el estómago vacío, es demasiado joven como para valorar tan poco su salud. Espere, le traeré algo, aún nos queda un poco de la cena –desapareció en la alacena, donde guardaban el resto de botellas sin exhibir.

–No te pedí nada.

–Va por mi cuenta, por cierto, ¿qué hace a estas horas en la calle?, últimamente este vecindario se volvió bastante inseguro, han ocurrido muchos asaltos. Debería cuidarse.

Gabriel podía escuchar como rebuscaba entre sus gavetas.

–No te preocupes por mí –encendió otro cigarrillo. Planeaba relajarse hasta la mañana, intentaría mantener una conversación tranquila.

–Me preocupo –le ofreció un plato con un trozo de pizza con orilla, junto a la bebida preparada en hielos.

–Gracias –la tomó y recordó porque se trataba de su comida favorita. Que su cuerpo se calentara era un placer y que se tratara de comida, hacía que la experiencia fuese mejor. Hizo una mueca, en Japón todo sabía mal, debía aprovechar.

–No tienes que darlas. Por cierto ¿qué sucede?, lo noto un poco extraño.

Gabriel suspiró ante la pregunta y le contestó agotado.

–Mañana volveré a salir de viaje y no sé cuándo regresaré.

– ¿Es por trabajo? –a veces llegaba a considerar al joven como su propio nieto, verlo atareado no era normal.

–Sí, trabajo, es complicado. Pero en cuanto termine con todo podría tener hasta medio año de descanso, creo que me precipité en muchas de mis decisiones.

–Terminar con todos los pendientes es lo que haría la mayoría, y si no mal recuerdo su trabajo es lo que lo atrajo a estos rumbos.

–Así es, el mismo que me ha traído hasta aquí, es el que me lleva de un lugar a otro. ¿Sabes?, no es que lo odie, en realidad lo disfruto bastante, es entretenido y puedo demostrar mis habilidades...

–Pero... –lo miró un poco condescendiente.

–Pero, aún me quedan muchas dudas sobre lo que hago, mi futuro, mi presente, creo que no tengo seguridad en mis acciones. Cuando solo debería hacer mi trabajo y no pensarlo mucho... lo siento, hoy estoy bastante cansado y comienzo a hablar –terminó el preciado líquido, Walter preparó hábilmente el siguiente que ocupó un lugar frente a él.

–Pensar demasiado solo afectará su corazón, ustedes los jóvenes son incluso más fuertes de lo que yo era en mi mejor época, y no creo que le sirva mucho el consejo de este viejo, pero aún a mi edad tengo dudas sobre mi presente. Sin embargo, mi futuro ya no es importante, lo único que me ata a este mundo son mis nietas, ellas son lo más preciado para mí. Debería buscar eso, algo que le ate a este mundo... y no pensar tanto en su trabajo.

–Vaya –Gabriel tomó el vaso y miró los hielos flotar tranquilamente, apartó la mirada y la fijó en el techo de madera del local. Demasiadas emociones ajenas revolcándose en su interior, y todas eran tan dolorosas. Hoy no dormiría en paz.

–Bueno, ¿podría decirme a qué se dedica?

Gabriel se levantó para retirarse, aquella conversación no era para nada buena después de todos esos sentimientos.

–Digamos que para usted, nos vemos en otra temporada –agregando por lo bajo a su eterna respuesta cada vez que dejaba aquel lugar–. Aunque como siempre, luego no puedas recordarme.

–Puedo llamarle un taxi –ofreció preocupado, no estaba convencido del estado del chico.

–No es necesario.

–Como guste, pero recuerde que esperamos su regreso.

La sombra que salió del local se llevó consigo los recuerdos que compartió con el anciano, ni cuando volviera dentro de unos años los devolvería. Lo prefería mil veces así, sin embargo la primera impresión de conocerse se mantenían igual cada vez que tomaba los sentimientos del anciano; era de los que más atesoraba.

El cansancio lo consumía y también otro cigarrillo, la música sería su única compañía por el resto de la madrugada, caminó con lentitud por las frías calles. Nada le guiaba, se sentía vacío por dentro, aunque vagar le reconfortaba. Continuó su viaje para recoger algunas cosas en su departamento para partir a su nuevo destino.

De verdad no podría dormir esa noche.

Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora