13-Un desconocido

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Sucesos imprevistos que nos hacen darnos cuenta de lo que nos rodea, un simple cambio y la rutina tiene un sentido diferente.

Personas que con una simple interacción en nuestro día hacen que tome un rumbo descontrolado o que nos hagan sentir mejor.

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Como no era de costumbre, me desperté mucho antes de que lo hiciera mi alarma.

El sol me daba a la cara, haciéndome olvidar lo que había soñado. No era molesto, pero había demasiado calor y así no se podía. Salí de entre las sábanas sentándome con las piernas cruzadas sobre la cama. Aún no era tan temprano como el sol me hacía creer que lo era. Comenzaría el día con los ánimos de siempre o al menos eso deseaba.

Pero cuando di unos pasos fuera de la cama, caí al suelo por algo que tenía enredado entre las piernas, adolorido me fijé en lo que había hecho que cayera. Así pude ver a un Gabriel en el suelo dormitando; ni mi caída había hecho que se despertara, lo pateé descaradamente y obtuve el mismo resultado, insatisfecho me levanté e intenté retirar todo rastro de cansancio de la noche anterior.

Frente a el closet me quité la ropa de dormir, ya en el baño me lavé la cara e hice el ritual de cortarme las uñas, poseía una gran colección de cortaúñas diferentes. Al principio me incomodaba concentrarme en ese tipo de actividades, pero era necesario hacerlo frecuentemente y terminó volviéndose de mis costumbres al inicio de cada semana.

Después busqué mis tenis y estaba preparado para salir a correr; el calor de la calle me recibió con ánimo. Ya después de cuarenta minutos de un trote satisfactorio, terminé rendido, así que derrotado decidí regresar a casa. El día apuntaba a una tranquila mañana de un soleado lunes.

Llegué al departamento para darme una ducha rápida. Ahora me sentía renovado y con mayor ánimo. Mirándome por encima del hombro frente al espejo empañado por la humedad, me concentré en las cicatrices que traía en mi espalda; se trataba de un seriado de líneas que iban desde mis hombros al interior de la columna. Las tenía desde que puedo tener memoria, ¿qué acción de mi infancia me había marcado de tal forma? Nadie del orfanato me había sabido contestar. Y hasta el momento eran todavía un misterio.

No pude evitar asomarme curioso al cuarto, solo para notar que el Divino seguía en la misma posición que cuando salí. Rodé los ojos. Sin nada más que hacer ahí caminé hasta la cocina encendiendo la televisión en el camino; un locutor del noticiario pronosticaba cambios drásticos del clima.

Amaba mis rutinas de mañanas libres.

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Pasados unos minutos de escuchar las noticias mientras preparaba el desayuno, de la otra habitación se escucharon unos ruidos extraños. Gabriel se ha despertado... y con el cabello desordenado, aparece por la puerta de la habitación.

–Por fin te levantas, ya es tarde –dijo Makishima, mientras que sus manos con guantes manipulaba los utensilios de cocina.

–No entiendo porque te despiertas tan temprano, ¿para qué haces ejercicio si estás tan delgado? –bostezó aún somnoliento.

–Es para mantenerme activo –sirvió los omelettes en los platos, complacido los llevó hasta la mesa–. No creí que notaras que había salido, parecías dormido, perdona no haberte despertado –regresó a la cocina para llevar la ensalada que había preparado.

–Odio cualquier tipo de deporte; e igual me dio pereza levantarme a perseguirte–. "¿No se suponía que para eso te habías quedado invadiendo mi casa?" Quiso decir el Libro con la mala cara que le dirigió–. Wow... pero ¿qué es esto? –preguntó totalmente sorprendido por la comida. Se había acomodado bastante bien en la pequeña mesa tradicionalmente baja de la sala, en la que se debían sentar en el suelo o sobre cojines.

Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora