2-Roberto Martínez. Intereses

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Cuando los humanos no entendemos algo nos gusta investigar, inventar teorías, informarnos... pero cuando algo de verdad no tiene una respuesta lógica. ¿Qué es lo que en verdad pensamos?

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–Oficial Martínez, ¿cree que sea otro de esos casos? –el nuevo subordinado caminaba al lado de su compañero de trabajo. Estaba emocionado y nervioso de haber presenciado cómo se les daban las órdenes a los bomberos para manejar el área del incendio; estaban dentro del edificio a la puerta del departamento pintada interiormente de negro. Los vecinos se habían comunicado al número de emergencias después de sentir la presencia del humo. Eran las 2:47 de la madrugada del noveno día del séptimo mes.

–Eso supongo, pero ya no recuperaremos más pistas de este sitio, está completamente arruinado –de cuclillas en la sala del departamento, pasó una de las manos enguantadas por el piso barriendo la ceniza. Algunos forenses tomaron fotografías del lugar y ya comenzaban a retirarse.

–Pero señor, ¿qué es realmente esto?, ¿qué se supone que está ocurriendo? –el joven se dirigió, ahora un poco preocupado, a su compañero; aquel lugar comenzaba a darle escalofríos.

–Nuevo, ¿eh? –volteó hacia al chico, levantándose con cuidado

–Así es, Oficial.

– ¿Podrías decirme, qué ves en el piso de la sala?

Un poco sorprendido comenzó a buscar con la mirada; el lugar estaba irreconocible, ya se había entrevistado a los vecinos y según les dijeron, todos los departamentos tenían la misma estructura generalmente, pero aquel espacio tenía las paredes y el piso destruidos. Extrañamente vacío, contaba solo con una mesa y una silla, la cocina estaba libre de daños así como la habitación y el baño, el fuego tampoco había alcanzado el departamento de arriba. Lo único que el fuego había destruido era la sala y parte de la entrada.

–Ah... si, las cenizas forman aquel símbolo extraño –dibujado, tan definido que parecía hecho a propósito, se hallaba una huella que no tenía sentido para sus ojos.

–Este símbolo lleva apareciendo luego de los incendios y si te fijas más, no hay señales de cómo comenzó el fuego.

–Tiene razón... –cubrió parcialmente su boca con una mano mientras reflexionaba.

–Tampoco podemos reconocer facciones que nos digan quién es esta persona, porque no hay rastros de sangre en el cuerpo –siguió con las explicaciones.

– ¿No podemos preguntar a los del edificio, sobre a quién pertenecía el lugar?

–Lo hemos hecho, no sirvió de nada –tenía la mandíbula apretada y los hombros tensos, dirigió su mirada al joven–. Llegaste tarde.

– ¿De qué habla? –ignoró la llamada de atención.

–Aquí no vivía nadie, eso han dicho. Este departamento lleva sin rentar tres años, puedes ir a comprobarlo después si gustas. No hay papeles de identificación, ni había nada en esta habitación antes del incendio, y lo poco que encontramos no será de ayuda. No hay pruebas, no hay indicios. Son los típicos casos "Consumidos", no se tiene información de las víctimas que aparecen calcinadas en condominios totalmente habitables; esto no puede continuar así. "¿Qué está ocurriendo?"... eso me gustaría saber.

–Oficial, esto es muy extraño –dijo el joven tras no encontrar lógica. Evitando que siguieran dando vueltas al enigmático caso, una llamada invitó al Oficial Martínez y a su joven compañero a reunirse con el Director en Jefe, el Sargento Carlos Zaragoza.

–Otra vez usted Oficial Martínez –comenzó el Sargento, inmediatamente después de llegar a las oficinas, la secretaria les pasó a toda prisa con el Jefe. Quien ahora les indicaba tomar asiento–. Veo que tiene nuevo compañero, ¿alguna queja?

–Ninguna –miró al chico, que parecía no querer que mencionara su tarde acudida de esa noche–. Solo su cabello, es demasiado llamativo para las investigaciones.

El Sargento asintió mientras escaneaba al joven, dijo que no veía problemas en ello y sin terminar por obligar a teñir ese blanco color por uno oscuro, continuó con la verdadera razón de la cita.

–Bien Oficial, explíqueme –extendió una serie de fotos que recopilaban los escenarios sangrientos y cenizos de los últimos años, los casos Consumidos se iban extendiendo a principio de año y para finales, terminaban por desaparecer. Continuando siempre con fuerza el siguiente año.

Sin embargo no había un movimiento real entre la policía de Yucatán para solucionar estos asesinatos, ya que eran víctimas sin nombre y sin familiares que pidieran investigaciones. Zaragoza le había encargado al Oficial Roberto Martínez la tarea de buscar información suficiente para convencer a los altos mandos de poner en marcha un departamento para una investigación completa. No había tenido el éxito que le gustaría.

–Señor –igual lo intentaría–, no tenemos ningún tipo de dato de las víctimas, ni siquiera sabemos si hay realmente un asesino. Y hasta donde hemos podido documentar en los informes, estos son solo casos de Combustión espontánea*–. Ante todo pronóstico, el Jefe no parecía molesto por sus pocos avances–. Personalmente no creo que eso sea correcto.

–Pero dices que no hay pruebas de un asesino –el Sargento levantó una ceja.

–Así es –declaró ocultando su humor negro, acomodó las ideas que quería transmitir–. Pero señor, tengo la sensación de que esto no es Combustión espontánea. Me encargaré de conseguir las pruebas necesarias, me he puesto en contacto con compañeros en otras partes del Estado y está sucediendo lo mismo, incluso el mismo símbolo en el suelo. Creo que no es solo una persona señor, podría ser una secta entera que...

–Javier –Zaragoza se levantó y el joven también–. Creo que hemos escuchado suficiente, ¿verdad?

–Si, señor –el chico nuevo, que ahora sabemos se llama Javier, extendió una mano hasta rozar la mejilla del Oficial Martínez completamente inmóvil en su lugar.

Con la boca ligeramente abierta y sus ojos buscando que todo fuera una broma, tras unos pocos segundos de duda, las piezas comenzaron a ensamblarse en su cabeza.

–Ustedes... –comenzó, mientras los papeles sobre la mesa comenzaban a arder en un controlado fuego.

–Shh –le acalló Javier. Estaba casi sobre él. No se pudo apartar, los ojos dorados del joven brillaban gentilmente–. Olvidarás todo, nada te preocupará y confiarás en mí.

–Si –contestó en automático. Sin saber que es una orden que obedecerá toda la vida.

–Avanzó mucho Oficial –Zaragoza, con el cabello blanco por la edad, le tendió la mano cuando Javier revirtió todas sus memorias sobre los casos, todos los datos fueron suplantando o borrados. Incluso este último asesinato tan imprudente. El único Oficial entrometido había desaparecido, el único detective al que le apasionaba resolver este misterio, el único investigador que había llegado demasiado lejos como para hablar de más–. Lo felicito.

Martínez estrechó la mano que el Sargento le ofrecía, luego se levantó y salió de la sala, contento del ascenso del Director en Jefe; acompañado de su viejo amigo de aventuras, Javier Zaragoza.

Los Hijos Divinos han conseguido permanecer en el anonimato, de nuevo.

Ashes [Hijos Divinos] |•COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora