―Ya basta de preguntas ―declara Susana—. Cielo vamos a sacar las cosas del coche, así me cuentas que tal con los abuelos —le sonríe a Alba, esta asiente enseguida y se reúne con su madre.

Juan sigue sentado en la mesa, leyendo. Susana tose sonoramente captando su atención y le da una mirada fugaz que al principio parece no entender. Tarda unos segundos en darse cuenta de la situación y se levanta rápidamente, dejándonos a Pablo y a mí solos.

―Siento eso ―ríe Pablo con nerviosismo—. Alba es muy curiosa.

—Tranquilo, es una niña adorable ―le sonrío, miro el reloj que cuelga en la pared y abro los ojos al ver que son las dos de la tarde—. Creo que debería irme ya.

―Te acompaño ―asiente él, mientras caminamos hacia la salida.

Justo cuando llegamos a la entrada la puerta se abre, y entran Susana y Alba con un par de bolsas.

―¿A dónde vais? ―pregunta sorprendida.

—Voy a acompañarla a casa —le responde Pablo.

―¿Qué? ¿No te quedas a comer? La lasaña estará lista dentro de poco —añade Susana, mirándome a mí esta vez.

Veo que Pablo mira a su madre, intentando decirle algo, pero ella insiste.

―Yo...―empiezo a decir sin saber qué responder, su propuesta me había tomado por sorpresa.

―Te quedas, Andrea ―afirma Alba, tirando de mi mano.

La niña apunta maneras...

Me sorprendo al oír mi nombre, no recuerdo habérselo dicho, aunque tanto su hermano como su madre se lo podrían haber dicho cuando no estaba presente.

Miro a Pablo, que sonríe encantado con la propuesta de su hermana y su madre.

―Claro ―respondo. Susana me sonríe complacida mientras que Alba deja en el suelo lo que llevaba y empieza a dar saltitos emocionada.

Ambas se dirigen a la cocina y me quedo a solas nuevamente con Pablo.

―No sabes dónde te has metido ―ríe él—. Ahora empezarán a atosigarte con más preguntas

―No me importa, creo que podré soportarlo ―me encojo de hombros restándole importancia―. Además, te veo encantado con el hecho de que siga aquí.

Eso hace que su sonrisa se amplíe aún más.

―No te lo voy a negar ―me mira fijamente—, no creo que puedas tener mejor compañía ―añade.

―Yo no estaría tan seguro ―le respondo mirando la puerta—, hay muchos tíos ahí fuera.

―Pero ninguno mejor que yo, nena.

―¿Eso crees? ―arqueo una ceja en su dirección, confiada.

―No lo creo, lo sé ―me asegura.

Pasa un brazo por mis hombros y me acerca a él.

Voy a decir algo, pero Susana se asoma por la puerta para decirnos que vayamos a comer. Una vez sentados, empezamos a comer en silencio hasta que Juan interviene:

―Entonces... ¿Eres de por aquí, Andrea? ―pregunta él, con curiosidad.

―No ―le respondo amablemente―. Vivo en Madrid, he venido con mis amigas a pasar el verano aquí como viaje de fin de curso y como regalo de los dieciocho ―les explico.

—¿Madrid? —los ojos de Alba se iluminan—. ¡Yo quiero ir! ¿Te has encontrado a algún famoso? ¿Podré ir a tu casa si viene alguno de mis cantantes favoritos? Aquí casi nunca vienen.

Atrévete ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora