—No gracias, estoy bien.

La muchacha volvió su vista a las flores y siguió cortando los tallos y quitando las hojas que estaban feas, tratando de tragarse los sollozos para que él no pudiera escucharla.

Steve leyó la placa de identificación y frunció los labios en una línea.

Julian Theodor Harrinson Swan, Amado hijo, hermano, padre y esposo.

—No te ves bien —insistió Steve avanzando hasta quedar en frente de ella.

La muchacha levantó la mirada y se mordió el labio para evitar que este temblara.

—Escucha —dijo ella volviendo a su tarea—, tengo que terminar esto rápido antes de que alguien...

—Entonces te ayudo —dijo Steve arrodillándose a su lado, para comenzar a sacar las flores que ya estaban marchitas de los otros dos recipientes donde ella aún no ponía flores—. Steve Rogers.

—Jacqueline —respondió ella sin mirarlo—. No deberías ayudarme, si ella llega a...

—¿Era tu esposo? —preguntó Steve ignorando su comentario. Por ningún motivo iba a dejarla sola en las condiciones que estaba.

Jacqueline negó con la cabeza y se mordió las mejillas.

—¿Hermano? —volvió a preguntar Steve al ver que ella no hablaba, mientras le quitaba la maleza a un lilium amarillo. Ella volvió a negar con la cabeza—. ¿Tu papá?

—Preferiría no hablar de eso —respondió cortante la muchacha mirándolo a los ojos por primera vez.

Steve asintió y se restringió a tan solo cortar tallos y no hacer preguntas.

Tres minutos después, uno de los guardias del recinto se daba la última vuelta al cementerio para recordarle a la gente que aún quedaba en el interior, que ya era momento de cerrar.

—¿De nuevo usted, señorita Jacqueline? —preguntó la autoritaria voz del guardia—. Sabe que tiene prohibido acercarse a esa tumba.

Jacqueline cerró los ojos con fuerza y de sus labios se escapó un tembloroso suspiro.

—Tendré que informarle a la señora Harrinson de que estuvo por aquí.

Con rapidez la muchacha se puso de pie y negó con la cabeza. 

—No por favor, sabe que no lo hago con malas intenciones...

—Lo siento, pero la señora Harrinson dio la orden estricta de que si era vista alrededor de...

—Lo sé, y lo lamento, pero... —las lágrimas caían a borbollones de sus ojos, y Steve se dio cuenta que sus manos temblaban al igual que su barbilla.

—Tan solo le está dejando flores, no veo que tenga nada de malo —dijo Steve también poniéndose de pie, y parándose a su lado.

Él guardia sonrió y bajó la vista, Jacqueline puso rápidamente las flores dentro de los floreros, y puso lo que había quedado de los tallos dentro de una bolsa plástica al igual que el papel azul, mientras Steve la miraba boquiabierto. Dos segundos después, ella no era más que una presencia que se desvanecía.

Steve trató de seguirla pero el guardia lo detuvo.

—¿Acaso también va a impedir que vaya a ver cómo está? —le preguntó Steve sintiendo como la rabia comenzaba a calentar su sangre.

—La señorita Jacqueline es la responsable de la muerte de Julian, se siente culpable y por eso viene todas las semanas a dejarle flores. —El hombre bajo y con barba tomó un respiro antes de seguir hablando—. La esposa del difunto señor Harrinson la encontró aquí hace un par de semanas cuando vino a visitar a su marido en compañía de su hijo pequeño de cuatro años y se armó un escándalo que solo se solucionó cuando llegó la policía. Después de eso ella me pidió exclusivamente que no dejara que la señorita perturbara el descanso de su marido.

Marvel | One Shots | (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now