Capítulo XLV

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"Dije que te amo, y eso es para siempre."


Cuando tienes hijos tu rutina suele ser una locura total.

Eso lo había aprendido cuando nació Joseph, y aunque habían pasado varios años ya, aun no me acostumbraba a ello.

No había terminado de vestir a Ava y Nicholas me llamaba desde la bañera para que le ayudara a salir. Dejé de nuevo a la pequeña en su cuna y corrí hacia la tina para ayudarlo, lo puse en la habitación y bajé corriendo hacia la cocina a revisar lo que tenía en la estufa. Saqué rápidamente la leche, serví un poco para darle a Ava y empecé a preparar los pancakes.

—¡Papá! —La voz de Nicholas logró sobresaltarme—. ¡Papá ya siguen los zapatos!

Subí corriendo de nuevo dejando la estufa en llama baja y le ayudé a Nick a atar los cordones de sus zapatos. Bajé de nuevo a la cocina con ellos y los acomodé en la mesa que teníamos en el jardín adjunto a la cocina para luego llevarles el desayuno. La cocina había quedado un desastre, yo estaba lleno de harina, pero los niños comían con apetito y eso era lo importante.

Tomé un poco de jugo de naranja y me disponía a comer mi torre de pancakes cuando el timbre de la casa sonó. Extrañado, me puse de pie y caminé hacia la puerta, abrí y me quedé pasmado.

Frente a mi estaba ella. Y sabía que era ella porque... ¡no sabía porqué! ¡Qué demonios! Solo lo sabía.

—Hola, Tommy. —Julia estaba frente a mí con una amplia sonrisa. Vestía unos jeans ajustados a su figura, un poco desgastados y rotos a nivel de las rodillas; unas botas de cuero de tacón bajo; una blusa blanca holgada que dejaba a la vista una parte de la piel de su vientre y una chaqueta de mezclilla atada a su cintura. Su largo cabello con olor a rosas estaba atado en una trenza de manera que todo él estaba recogido—. ¿No me invitas a pasar? —cuestionó ante mi pasmo.

—Jul-¿Julia? —pregunté aun sorprendido—. ¿Eres tú?

—Claro que soy yo, tontito —respondió acercándose y pasando sus brazos por entre los míos para abrazarse a mí.

El corazón me empezó a latir desbocado al sentir su cuerpo contra el mío y sin dudarlo dos veces, pasé mis brazos por su cintura para apretarla contra mí. Clavé mi nariz en su cabello y el olor a rosas me invadió las fosas nasales haciéndome soltar un suspiro de alivio, las risitas de Julia sobre mi cuello me produjeron cosquillas.

—Creo que deberíamos entrar, Tommy —repuso separándose un momento de mí. Asentí y la tomé de la mano para luego cerrar la puerta y llevarla hasta donde estaban los niños, quienes la saludaron efusivamente.

—¿Ya desayunaste? —pregunté luego de que todos estuvimos sentados.

—Sí. No te preocupes, solo comeré unas fresas —respondió tomando un pequeño plato lleno de las frutillas. Empecé a comer de mi desayuno, pero no podía quitarle la vista de encima—. ¿Por qué me miras tanto? ¿Tengo algo raro? —inquirió con una sonrisa.

—No.

—¿Entonces?

—Creí que no volverías —confesé.

Su sonrisa se amplió. —Eso es algo que nunca puedes dar por seguro, Tommy.

—¿Y Jane? —Sabía que quizás esa no era la pregunta que ella esperaba, pero no logré evitar que saliera de mis labios. Su semblante se transformó.

—Ella te dejó un mensaje —repuso.

—¿Ah sí?

—Sí —asintió y su expresión se tornó seria—. Según lo que me dijo la doctora Wills, fue decisión de ella someterse de nuevo a la hipnosis.

Después de tiWhere stories live. Discover now